—Dania, acepta mis felicitaciones por tu triunfo.
La directora se acercó con una sonrisa complacida, posicionándose junto a la joven para una foto. Bajo las luces de los flashes, el trofeo y el cheque relucían como testigos de su victoria.
Dania sostuvo el premio con orgullo, su sonrisa radiante.
—Gracias, directora. Fue un honor haber ganado nuevamente.
Su voz vibraba con emoción, llena de satisfacción.
El viaje de regreso a Brasil fue largo pero tranquilo. Dania y Tom abordaron el vuelo con una sensación de logro, aunque ambos sabían que la rutina los esperaría al aterrizar.
Al día siguiente, cada uno regresó a su hogar. La normalidad parecía reinstalarse, pero cuando Dania llegó a la escuela, encontró algo inesperado: el personal del colegio había organizado una pequeña fiesta en su honor.
Luces decorativas, una mesa con bocadillos y carteles con mensajes de felicitación adornaban el salón. Dania se detuvo en la puerta por un instante, sorprendida por el gesto.
La directora se acercó, dirigiendo una mirada agradecida a Tom antes de girarse hacia la estudiante.
—Profesor Tom, agradezco enormemente su apoyo en este viaje —dijo con tono amable—. Por primera vez, no tenemos ni una sola queja acerca de nuestra famosa estudiante. Parece que este viaje ha tenido un buen efecto en ella.
Tom apenas sonrió, pero su mirada reflejaba algo parecido al orgullo.
Dania, por su parte, mantuvo una expresión indescifrable por unos segundos antes de sonreír, aunque con un dejo de tristeza.
—Este ha sido mi último concurso representando a esta escuela...
Las palabras salieron suaves, casi nostálgicas.
Tom la miró con atención antes de decir, con sinceridad:
—Fue un viaje increíble, todo muy hermoso. Realmente vamos a extrañarte, Dania.
La joven tomó aire, observando a todos los presentes. Luego, con decisión, se levantó.
—Este viaje ha sido más que increíble. Aprendí mucho, y por eso quiero anunciar que mi comportamiento cambiará a partir de ahora... de verdad, quiero cambiar.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, sorprendiendo a todos.
Algunos intercambiaron miradas de duda. Otros sonrieron, esperanzados.
Dania había sido conocida por su actitud desafiante, su rebeldía innata. Ahora, con un nuevo brillo en los ojos, aseguraba que cambiaría.
Pero ¿realmente lo haría?
Solo el tiempo diría si sus palabras eran genuinas o si simplemente era otra parte de la historia que todos conocían tan bien.
Tom salió de la sala de maestros, dispuesto a continuar con sus clases. Aún tenía la mente ocupada con los eventos recientes cuando, al doblar un pasillo, chocó con alguien.
El impacto fue ligero, pero suficiente para hacer que ambos tropezaran. Frente a él, una joven pelirroja se inclinaba apresuradamente para recoger lo que había caído al suelo.
—Perdón, profesor, no vi por dónde caminaba —se disculpó la chica, con tono apresurado.
Tom se agachó para ayudarla a recuperar sus pertenencias.
—No te preocupes. Solo ten cuidado la próxima vez... —comenzó a decir, pero se detuvo.
No recordaba su nombre.
La joven notó su duda y sonrió con confianza.
—Sophia. Me llamo Sophia, profesor Tom. De hecho, soy su alumna.
Tom le devolvió la sonrisa con amabilidad y se puso de pie, dispuesto a continuar su camino. Sin embargo, Sophia lo detuvo con una pregunta inesperada.
—¿Y cómo le fue en su viaje con... Dania?
El nombre salió de sus labios con un evidente desdén. Incluso dejó escapar un suspiro pesado.
Tom entrecerró los ojos ligeramente, percibiendo la carga emocional detrás de la pregunta.
—Me fue bien... pero ¿por qué mencionas a Dania con ese tono de molestia?
La expresión de Sophia se endureció.
—Es obvio, profesor. A nadie le cae bien Dania. Cree que es la gran cosa por ser tan inteligente y por tener tantos reconocimientos. Actúa como si estuviera por encima de todos, pero lo que no sabe es que hay personas que podrían vencerla en todo lo que hace.
Tom cruzó los brazos, observándola con cautela.
—¿Y tú serías una de esas personas?
Sophia se irguió con seguridad.
—Por supuesto. Pero no lo hago porque no quiero humillarla frente a todos y demostrar que no es tan perfecta como todos creen.
La convicción en su voz era clara, pero también lo era la hostilidad.
Tom la miró en silencio por un instante. Luego, simplemente le dio unas palmadas en el hombro y continuó con su camino.
Sabía que la envidia y las rivalidades eran comunes entre los estudiantes, pero había algo en las palabras de Sophia que le hizo preguntarse cuán profundo llegaba el resentimiento hacia Dania.
El aire de la escuela seguía vibrando con la emoción de su reciente victoria. Pero, como siempre, el triunfo venía acompañado de sombras.

Tom estaba dando su clase como cualquier otro día, pero algo inusual captó la atención de los alumnos: Dania estaba allí, sentada en su lugar desde el inicio de la lección, observando atentamente cada palabra del profesor.
Era extraño.
No porque no perteneciera a ese espacio, sino porque Dania era conocida por saltarse clases sin remordimiento. Y ahora, no solo había asistido, sino que parecía dispuesta a quedarse hasta el final.
Pero lo verdaderamente curioso era lo que sucedía entre ella y Tom.
De vez en cuando, cuando nadie más lo notaba, sus miradas se cruzaban, como si en medio de las palabras técnicas de la lección existiera un código silencioso entre ambos.
Nadie jamás hubiera creído que formaran una amistad. O algo que pudiera parecerse a eso.
Cuando la clase terminó, Tom guardó sus materiales y miró a Dania con un dejo de diversión.
—¿Y qué tal te pareció mi clase? —preguntó con tono relajado.
Dania alzó una ceja antes de sonreír.
—Bueno, no está nada mal.
Y entonces, sin previo aviso, le guiñó un ojo.