¿estas conmigo o Estas fuera?

Corazones rotos

Eran las 8:30 de la mañana, y Diego preparaba sus cosas para su viaje de trabajo. Su vuelo partiría a las 14:00, y mientras empacaba su ropa y artículos personales, sus manos se detuvieron sobre dos fotografías.

Una de ellas mostraba a Dania y a él en su primer viaje juntos, un recuerdo invaluable. La otra capturaba la sonrisa radiante de Dania, esa expresión que le transmitía paz.

La guardó con cuidado.

Si no podía llevarla consigo, al menos la tendría en una imagen.

—Hermano, el desayuno está listo. Baja y después sigues empacando —le avisó Jack desde la cocina.

Diego bajó y se sentó a la mesa junto a sus hermanos Jack y Finn.

—Nos gustaría acompañarte, Diego —comentó Finn mientras servía la comida—, pero tenemos asuntos que atender aquí. Esta vez tendrás que ir solo.

Sirvió pasta boloñesa en los platos y colocó pan y jugo de naranja junto a ellos.

Mientras comían, conversaron sobre el lugar al que Diego viajaría y las responsabilidades que tendría. Pero había algo más en la mente de Diego.

—Solo les pido que cuiden de Dania mientras esté fuera —dijo con seriedad—. No quiero que tenga que lidiar sola con los problemas con su madre.

Finn asintió de inmediato.

—Por supuesto. Sabes que Dania es como una hermana para nosotros. No la dejaremos sola.

Jack sonrió, pero luego suspiró con cierta incredulidad.

—Hermano, esa mujer te tiene enamorado. Cuatro años juntos... No cualquiera.

Diego esbozó una sonrisa genuina.

—Dania es una mujer increíble. Ni siquiera sé cómo pasó, pero me enamoré de ella completamente.

Bebió un poco de jugo antes de continuar.

—Es la persona que quiero para toda mi vida. No me atrevería a dejarla, por eso cada día intento hacerla feliz y que nunca sufra.

Se aclaró la garganta antes de soltar la noticia.

—Hemos decidido vivir juntos cuando regrese de este viaje. Y tal vez, más adelante, comprometernos.

Sus hermanos lo miraron con sorpresa, y en cuanto procesaron lo que había dicho, lo felicitaron con entusiasmo.

Después de una larga charla llena de consejos y observaciones, terminaron de comer y limpiaron el comedor y la cocina juntos.

Justo en ese momento, el timbre de la casa sonó.

—Yo voy —dijo Diego, dirigiéndose a la puerta.

Al abrirla, su expresión cambió.

Frente a él estaba una chica que había visto antes.

—Hola... ¿Necesitabas algo? —preguntó con cautela.

—Sí, necesito unos minutos de tu tiempo.

Sin esperar una invitación, Sophia entró.

Diego cerró la puerta tras ella y la detuvo justo en la entrada.

No quería que sus hermanos la vieran.

—Eres tú la chica que trató de advertirme sobre mi novia, ¿verdad?

Sophia asintió.

—Si vienes a llenarme la cabeza de mentiras sobre Dania, mejor vete.

Sophia soltó una risa corta.

—¿Mentiras? No tengo por qué mentirte, Diego. De hecho, tengo pruebas.

Diego frunció el ceño con desconfianza.

Antes de que pudiera responder, Sophia sacó su teléfono de la bolsa trasera de su pantalón y le mostró una fotografía.

Diego sintió el estómago hundirse.

Era Dania.

Besando a otro hombre.

Besando a Tom.

Sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Le arrebató el teléfono de las manos para observar mejor la imagen.

—Al parecer su relación perfecta no es tan perfecta, ¿no? —susurró Sophia con burla.

El dolor en el pecho de Diego se transformó en ira.

—Lárgate.

—Oye, pero mi teléfono...

Diego la tomó del brazo y la sacó de la casa sin devolverle el celular.

Se quedó inmóvil en la entrada, observando la imagen una vez más.

Quería creer que era una mentira.

Quería creer que todo era una cruel broma.

Pero la realidad estaba frente a él.

Tomó su propio teléfono y marcó un número.

Dania contestó de inmediato.

Llamada entre Diego y Dania:

Dania contestó de inmediato, su voz llena de alegría.

—¡Hey, cariño! Qué bueno que me marcas, justo quería decirte que no podré ir a despedirte...

Pero Diego no estaba para cortesías.

—Dania, no me interesa lo que vayas a hacer ni con quién te vayas a ver —interrumpió, su voz dura—. Necesito que vengas a mi casa de inmediato. Sin excusas. ¿Entendiste?

Dania sintió un escalofrío.

—¿Diego? ¿Qué pasa?

—Solo ven.

La llamada terminó abruptamente.

Dania se quedó mirando su teléfono, desconcertada.

Una hora después

Dania llegó a la casa de Diego, su corazón latiendo con fuerza por la incertidumbre. Tocó el timbre y esperó.

La puerta se abrió, pero no fue Diego quien la recibió.

—¡Hola, Dania! —saludó Jack con una sonrisa amable—. Pasa, Diego te está esperando.

Dania entró con cautela.

En cuanto vio a Diego, supo que algo no estaba bien.

—Qué bueno que estás aquí —dijo él, sin emoción alguna—. Necesitamos hablar.

Jack entendió al instante que debía dejarlos solos y salió de la habitación.

Dania se acercó con precaución, sintiendo que la atmósfera se había vuelto sofocante.

—Bueno... Antes que nada —intentó suavizar el momento—. Hola, cariño. ¿Cómo estás?

Se inclinó para darle un beso, pero Diego se apartó. Dania se quedó inmóvil, su expresión confundida.

—¿Qué pasa?

Diego no perdió tiempo.

Sacó su teléfono y le mostró la fotografía.

Dania sintió el alma caerle al suelo. Sus manos temblaron al sostener el dispositivo y observar la imagen.

Era ella.

Era Tom.

Eran sus labios unidos en un beso.

—Responde, Dania —soltó Diego, su voz impregnada de decepción—. ¿Eres tú, la que se está besando con su profesor?

El aire se volvió irrespirable.

—Diego... déjame explicarte, por favor —susurró Dania, sintiendo el pánico apoderarse de su cuerpo.

Pero Diego ya estaba pasándose las manos por el cabello, como si intentara controlar la furia que le recorría las venas.




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