¿estas conmigo o Estas fuera?

¿Usted borracha?

El día había transcurrido con una calma engañosa. Dania y el profesor Tom se encontraron en el mismo lugar donde ella había presentado su segundo examen, pero esta vez, el silencio entre ellos era aún más denso. Solo intercambiaban las palabras estrictamente necesarias, como si cualquier frase adicional pudiera romper el frágil equilibrio en el que se mantenían.

Al regresar al hotel, ninguno se despidió. Solo se separaron, cada uno encerrándose en su habitación, dejando atrás un muro invisible de tensión.

A las 20:17, Dania se miró en el espejo una última vez, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Louis la había invitado de nuevo al club, y ella había aceptado sin dudarlo. Esta vez, estaba segura de que Tom no intervendría.

Su atuendo era una combinación de comodidad y encanto: una falda negra que abrazaba sus caderas con sutileza, una sudadera gris que le daba un aire desenfadado y unos tenis blancos que prometían resistencia para una noche larga. Su cabello ondulado caía libremente sobre su espalda, añadiendo un toque de despreocupada elegancia.

Salió del hotel con pasos firmes, sintiendo una emoción vibrante recorrer su cuerpo.

Cuando llegó al club, el aire cálido de la multitud la envolvió de inmediato. La música de Shakira resonaba en cada rincón, el ritmo de Hips Don't Lie vibraba en el suelo y se filtraba en la piel de los presentes. Desde la entrada, divisó a Louis con el mismo grupo de amigos de la noche anterior. Su sonrisa fue instantánea.

—¡Hola, chicos! —saludó, agitando la mano con naturalidad.

Louis la recibió con una expresión de satisfacción y le tendió un vaso de tequila.

—Dan, ¡qué bueno que llegaste! —exclamó con entusiasmo—. Toma, bebe esto. La noche promete ser interesante.

Su mirada tenía ese brillo travieso, esa chispa de desafío que hizo que Dania aceptara sin pensarlo. Tomó el vaso y, sin vacilar, se lo bebió de un solo trago, sintiendo el calor del alcohol extenderse por su garganta y su pecho.

Una chica de cabello negro y piel clara la observó con una mezcla de diversión y advertencia.

—Amiga, con calma —le aconsejó con una sonrisa ladina.

Dania solo rio, sintiendo la energía embriagadora de la noche envolverla por completo.

—¡Esta noche vamos a disfrutar como nunca! —exclamó, alzando los brazos, perdiéndose en la algarabía del lugar.

Las luces parpadeaban, la música envolvía cada rincón, y por primera vez en mucho tiempo, ella no pensaba en reglas, castigos o consecuencias.

Solo en el momento.

Solo en la libertad.

Tom había preparado una cena sencilla pero perfecta: una deliciosa pasta acompañada de una copa de vino. Se acomodó en el sofá y encendió Netflix, buscando algo que lo ayudara a desconectarse de la rutina. Sin embargo, justo cuando comenzaba a perderse en la trama, su teléfono vibró sobre la mesa. La pantalla iluminada mostraba un nombre que le arrancó una sonrisa instantánea: Anna.

Tom contestó de inmediato, emocionado por escuchar la voz de su prometida.

Llamada entre Tom y Anna:

—Hola, mi amor —saludó Anna con entusiasmo.

—Hola, señora Miller —respondió Tom, dejando que la sonrisa se reflejara en su tono.

—Aún no es oficial, pero cuando regreses podremos comenzar a planear los preparativos para que ese nombre lo sea —dijo ella, llena de ilusión.

Tom exhaló con calma, cerrando los ojos un momento.

—Claro, cuando regrese... Ya te extraño, cariño.

—Yo también te extraño mucho, pero falta menos para vernos —suspiró Anna, con ternura—. Te amo muchísimo, Tom.

—Y yo te amo más, futura señora Miller—bromeó él.

Anna soltó una risa suave.

—Solo llamaba para desearte una linda noche.

—Igualmente, cariño. Te amo.

—Y yo te amo a ti, mi vida.

Fin de la llamada.

Tom dejó el teléfono sobre la mesa y se recostó en el sofá, su mente deslizándose hacia un futuro que parecía cada vez más cercano. Se imaginó vestido con un traje negro y una corbata roja, rodeado de invitados, un juez frente a él, la melodía nupcial flotando en el aire. Luego, vio a Anna caminando hacia él, radiante en su vestido de novia.

Pero cuando levantó el velo, su corazón dio un vuelco.

No era Anna.

Era Dania.

Abrió los ojos de golpe, como si el pensamiento lo hubiera quemado por dentro. ¿Por qué su alumna aparecía en su fantasía? ¿Qué estaba sucediendo en su cabeza? No quería pensar en ello. No podía permitírselo.

Decidió salir a despejarse. Al abrir la puerta de su habitación, el ascensor al final del pasillo se abrió, revelando a tres chicas. Dos de ellas ayudaban a la tercera, que parecía estar completamente ebria.

Tom sintió un nudo en el estómago.

—¿Señorita Dania? —preguntó, su voz teñida de incredulidad.

La chica borracha levantó la cabeza con dificultad, los ojos entrecerrados.

—¿La conoces? —preguntó una de las chicas que la sostenía.

—Sí... es mi alumna —murmuró Tom entre dientes.

La otra chica sacó unas pequeñas bolsas transparentes con polvo blanco y se las entregó.

—Louis le puso esto en su bolso. La trajimos antes de que pasara algo peor.

Tom sintió un escalofrío de rabia recorrerle el cuerpo. Sujetó a Dania por la cintura, manteniéndola en pie mientras las chicas se marchaban apresuradas.

Dania comenzó a despertar, y sin previo aviso, rodeó el cuello de Tom con sus brazos.

—Profesor Tom... —susurró con una sonrisa entrecortada por el hipo—. Qué guapo te ves esta noche.

Tom apretó la mandíbula.

—Señorita Dania, está en un estado lamentable. La llevaré a su habitación...

Antes de que pudiera terminar su frase, los labios de Dania se encontraron con los suyos.

Por un instante, Tom se quedó inmóvil. Su cuerpo respondió antes que su mente, correspondiendo al beso sin pensarlo. El calor de sus labios, el roce de su piel, el aroma a tequila y perfume se mezclaban en un instante peligroso, prohibido.




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