Este es mi Karma

1. Una nueva tarea y un bebé

Entro al edificio Plaza 67 con pasos firmes, el día inicia con un frío que cala los huesos. A pesar de que llevo falda, mis piernas son cubiertas por el largo abrigo que me protege de tan abrupto clima. La humedad del piso revela que llovió en la mañana, lo cual me sorprende porque al salir del apartamento hacía un sol radiante; afortunadamente traje un paraguas porque el clima de la capital es volátil, en cualquier momento puede caer un aguacero.

Tomo el ascensor, el cual me lleva a mi destino: el sexto piso, donde un letrero con letras en 3D que dice Vélez & Posada Abogados, me da la bienvenida. En la recepción se encuentra Laura, una chica rubia con el pelo recogido en una coleta, quien trabaja en las mañanas; después de la hora del almuerzo, llega Alberto, quien cubre el turno de la tarde.

—Buenos días, doctora —me saluda Laura con una sonrisa.

—Buenos días —le respondo animadamente.

Camino hasta mi oficina y Leonardo me recibe como cada mañana y con un pequeño aperitivo.

—Café, pastel de pollo y el periódico —dice él bastante efusivo—. Buenos días, por cierto.

—Buen día —digo, mientras me ubico en el escritorio—. Eres un ángel, Leito, muchas gracias.

Leonardo es estudiante de derecho, lleva trabajando conmigo ocho meses; trabajo desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde y en las noches cursa su último semestre, está realizando pasantías en un juzgado de lo laboral y, aunque eso es experiencia que le servirá en su futuro, es ambicioso y siempre busca más, no le importa estar supremamente ocupado, razón por la que decidió trabajar conmigo; un poco de ayuda no sienta nada mal, de no ser así, estaría loca tratando de gestionar todo por mi propia cuenta; además, dice que necesita el dinero y, si bien no recibe el salario mínimo, como es debido, esa plata que recibe le sienta bien, sumado al hecho de que no ha presentado quejas por ello. Asimismo, ha hecho un gran trabajo a lo largo de este tiempo, llegando a crear un pequeño vinculo de amistad; aunque, a veces es un poco reservado y nunca me tutea. Si bien me considera su amiga, prefiere mantener a raya esa relación de empleadora y trabajador.

—Y..., tengo una sorpresa —expresa Leo y sale de la oficina.

—No me gustan las sorpresas —digo, pero eso parece que le importa poco.

A su regreso, llega con un arreglo de flores enorme entre sus manos.

—Ay, qué lindo, ¿de dónde has sacado eso? —pregunto, comienzo a pensar que se está enamorando de mí, lo cual sería raro teniendo en cuenta que le llevo diez años por delante y que soy su jefa, y si bien en el amor no hay edad, no dejo de sentirme extraña.

Es un chico guapo, no lo puedo negar, pero estoy segura de que tiene novia o, al menos, le roba el suspiro a más de una chica. Sobre todo, no me gustan menores; tampoco es que me gusten mayores, prefiero a los hombres que estén en mi rango de edad, con un año más, o, un año menos que yo. Y está ahí, de pie con su rostro sonriente.

—Llegó hace unos minutos —responde y lo pone sobre el escritorio.

Reviso la pequeña tarjeta que va incrustada con un soporte que se aloja desde algún lugar de la base del arreglo, el cual que lleva rosas rojas, lirios holandeses, orquídeas cymbidium, girasoles, anturios, orquídeas hawaianas, y un par de hojas de lino. Sé de flores porque, al igual que mi madre, soy una fanática de la jardinería y las plantas; aunque donde vivo no tengo un jardín, y, si bien me encanta el tema, no me considero la más prudente para cuidar una plantita. Veo el arreglo y es hermoso, me encantan las rosas y los girasoles, pero no alcanzo a contemplar de dónde ha salido.

En la tarjeta, la nota es bastante corta y directa: "con amor, Raúl".

—No puedo creerlo —digo, luego recaigo de que lo he dicho en voz alta.

—¿Qué sucede? —cuestiona Leo, quien parece interesado en saber el trasfondo de aquel regalo.

—El viernes salí con mi amiga Sara, según ella era viernes de solteros en el bar al que acudimos y..., bailé con un hombre, muy guapo, muy caballeroso, pero..., como ya debes saber, no tengo tiempo para hombres y... —Tomo un respiro, siento que en cualquier momento voy a hiperventilar—. Debí haber estado borracha para haberle dado la dirección de donde trabajo.

—O, tal vez es un investigador privado —bromea Leonardo con una sonrisa, pero luego se da cuenta de que no fue una buena broma—. Lo siento.

—No pasa nada —digo de vuelta—. Se verían hermosas en la recepción.

—Pero..., fue un regalo —refuta él, arrugando su frente, parece bastante afligido, ya sea por el tal Raúl, o por mí.

—Y se vería hermoso en la recepción —le repito—. Si preguntas, dices que las mandé pedir y olvidé que lo había hecho.

Le sonrió y él parece no tener palabras para contraatacar, asiente con su cabeza, toma el arreglo floral y lo lleva a su destino.

—Ah, una cosa más. —Da la vuelta sobre sus pies y me mira—. Te van a asignar un nuevo caso.

—¿Otro? —cuestiono, poniendo mis brazos en jarras.

—Ordenes de arriba —contesta y sube sus hombros, como indicando que no es culpa de él—. El doctor Vélez la espera en su oficina antes de mediodía.

—De acuerdo —suelto con un resoplido—. Gracias por todo, Leito, nos vemos más tarde.

Frente a mí se encuentra un montón de papeles sobre la mesa y el café humeante que no he tocado, con el pastel de pollo y el periódico. Decido engullir lo que me ha traído Leo, mientras reviso las noticias del día. Nada nuevo: robos, muertes, la corrupción de algunos políticos, el mundo de los deportes, chismes de famosos, entre otras cosas.

Por lo general, desayuno en el apartamento, Rosita se encarga de preparar un desayuno rico y nutritivo; sin embargo, no trabaja los sábados y domingos. Mantiene en mi apartamento de lunes a viernes entre las ocho de la mañana y las cinco de la tarde. Rosita ayuda con el aseo porque, aunque vivo sola, hago desorden como si vivieran siete personas o más conmigo, y, según ella, siempre hay algo que hacer. Desafortunadamente, salí del apartamento antes de que llegara ella y tampoco tuve tiempo de preparar algo, motivo por el que Leonardo cada lunes llega con un café, algo de comer y con el periódico, el resto de días, solo llega con café y el periódico.



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Editado: 03.06.2025

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