Este es mi Karma

6. Proposición y confesión

Aunque Sofía me está robando muchas horas de sueño, sé en el fondo de mi mente que es una etapa de ser madre. Jamás me imaginé estar en esta posición; algunas veces pensaba en tener hijos, pero, en otras ocasiones, le huía a esa idea. Al final, tal vez se trató de una especie de ley de atracción que me trajo a esta pequeña, independientemente de las razones por las que fue abandonada y, si bien estoy enfrascada en miles de cosas, la parte más sensible dentro de mí se apiadó de esa pequeña personita.

Puede que mi rutina de sueño se haya descompensado y haya tenido un cambio abrupto, pero tener entre mis brazos a esta pequeña, me llena de un sentimiento puro y hermoso que me cuesta describir. A pesar de que llegó devastada de la oficina, el tener a la bebé entre mis brazos hace que me olvidé de todos los contratiempos del día y, luego, me envuelvo en la vorágine que es tener que cambiarle el pañal en medio de la noche o darle biberón porque el hambre no la deja continuar durmiendo y esta vez le doy la leche correcta. De cualquier forma, poco a poco adquiero más cariño hacia ella, por lo que, alejarla de mi vida, sería algo a lo que no estoy preparada.

He pasado nuevamente por los apartamentos que me faltan por visitar, pues no me he rendido con la idea de hallar la razón por la que fue abandonada y quién fue el causante de semejante situación tan aberrante e inhumana. Además, la policía sigue investigando por su cuenta, pero sin noticias relevantes.

Mientras he estado trabajando no dejo de pensar en Federico, no logro descifrar qué fue lo que hizo para verme envuelta en esta ridícula situación; además, solo fue un intercambio de palabras y, previo a ello, un apretón de manos, ni siquiera hubo un beso en la mejilla o algo más allá como para perder la cabeza; sin embargo, esas simples palabras y su sonrisa, me arrastraron hasta ese rincón de mi mente donde se vuelve un pensamiento constante.

Atiendo a las labores del día sin ningún inconveniente. La impresora ha sido reparada y todos los computadores y conexiones han sido revisadas por la empresa de computación del edificio que se encuentra en el segundo piso. Todo marcha en perfectas condiciones y, de vez en cuando, Eleazar pasa por mi oficina a supervisar mis avances con la fusión que realizarán Megaglass y la Compañía Andina de Vidrios.

Al final de la jornada, pienso en llamar a Federico y tener en cuenta su invitación, su sutil y extraña invitación. Pero, ¿qué pasaría si me vuelvo a enamorar de él?, ¿estoy lista para iniciar una nueva relación?, ¿él sentirá algo ahora que nos hemos vuelto a reencontrar? Soy la única que debe darle respuesta a esas preguntas y, a esa última, debe ser él quien debe responderla. Por otro lado, solo fue una insinuación a tomar café, no es como si me invitara a una cita para que me pidiese matrimonio o... cualquier otra cosa. No. No es nada de eso y es mi estúpida imaginación la que comienza a jugar de esa forma, comenzando a pensar cosas que no son y crear escenarios de los que tengo la certeza de que van a suceder.

De una u otra forma, decido llamarlo.

Un pitido.

Dos pitidos.

Tres pitidos.

Al cuarto contesta de una forma profesional y a través del auricular su voz suena más rasposa y masculina.

—Buenas tardes, Paulina, ¡qué agradable sorpresa!

«¿Cómo sabes que soy yo la que llama?», estoy a punto de decir, pero luego recuerdo que le di mi número de teléfono y seguro ya lo ha agregado a su agenda, de lo contrario no tendría forma de saber que soy yo; la otra posibilidad es que reconozca mi voz.

—Hola, Federico —digo de vuelta—. He estado pensando en ti.

Y me abofeteo internamente por haber sonado como una tonta adolescente, como si tuviera las hormonas alborotadas. Luego de tal revelación, carraspeo para alivianar la carga.

—Interesante —habla de vuelta—, ¿qué has estado pensando?

—He estado pensando en la propuesta que hiciste acerca de..., ir a tomar un café y charlar, pero... —Carraspeo nuevamente—. Me refiero a una cita de negocios, obviamente, hay algunos temas de los que quisiera tratar acerca de la fusión.

He estado hablando tan pacíficamente que, después de responderle, me doy cuenta de que sigo en el edificio y que estoy bajando por las escaleras y no tomé el ascensor.

¿Cinco pisos con zapatos de tacón?, eso no es nada cuando estás inmiscuida en una agradable conversación o, al menos, el comienzo de una.

¿Acaso Federico tiene ese poder de volverme una hoja de papel con solo escuchar su voz? «Afirmativo», contesta una voz interna.

—Me alegra que lo hayas considerado. —Su voz suena bastante animada, como cuando le das un dulce a un niño—. Y, por supuesto, será solo una cita de negocios. Tu llevas la batuta y..., no lo mencioné, pero me has estado tuteando desde que dije que te reconocía.

—¿Qué? —chillo sorprendida—. ¿Lo hice? Que poco profesional de mi parte.

Federico suelta una carcajada y ese simple gesto hace que llegue a mi mente el recuerdo de la química que teníamos al hablar, siempre había algo de qué hablar y, cuando no había, improvisábamos y soltábamos unas cuantas risas.

—Había olvidado lo divertida que eres —dice, finalmente—, y... ¿Cuándo podemos vernos?

—¿Te parece bien mañana en la noche? —pregunto.

Y es cuando recuerdo que debo cuidar a la bebé. Tendré que convencer a Rosa de cuidar a Sofía mientras acudo a la cita, aunque la otra opción es declinar la oferta y sugerir la cita en otro horario, pero cuando estoy a punto de retractarme, él habla:

—De acuerdo, ¿paso por ti a las siete y treinta?

—S-sí, sí, a esa hora está bien —contesto, sin rechistar.

La tarea en un par de minutos cuando llegue a casa es persuadir a Rosita.

—Hasta pronto —se despide Federico y corta la llamada.

No esperaba menos, no podía volver a llamarlo para retractarme, no cuando ya he avanzado tanto, además, como le mencioné, será una cita de negocios, nada de qué preocuparse.



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En el texto hay: chick lit, colombia, abogada y gerente

Editado: 05.09.2025

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