—¿No te parece gracioso? —pregunta Federico, y espera un momento a que yo responda, pero prefiero esperar a que termine de hablar y sea él quien conteste a esa pregunta—. Duramos varios meses hablando después de ese festival, incluso después de habernos acostado esa noche, ¿lo recuerdas, Paulina?
—Lo recuerdo —contesto tajante—. Lo de la fiesta fue una locura y no me arrepiento; aunque es gracioso, como mencionas, recuerdo que seguimos hablando, hasta... Hasta que apareció Esteban.
Esteban. Decir su nombre ante Federico me estremece. Mis amigos estuvieron ahí cuando él llegó a mi vida, mi madre también lo estuvo; y también, lo estuvieron cuando nos separamos. Lo conocí en la fila del supermercado cuando lo desafié a darme la última caja de cereal; una situación absurda, pero que fue muy divertida y que, de alguna forma, nos unió. También recordaba todo lo que sucedió en la fiesta de San Pedro, tenerlo frente a mí, hacía que vinieran los recuerdos claramente.
Para ese entonces, también hablaba con Esteban y este logró nublarme todos los sentidos, se metió en mi corazón de una forma que no podría describir. Después de eso, Federico terminó en un segundo plano, ignoré sus llamadas y mensajes, y, como coloquialmente se dice, me perdí del mapa, Fede simplemente aceptó esa realidad y siguió su camino.
Dos años después nos reencontramos por un azar de la vida y, ahora, tenerlo frente a mí, hace que quiera escarbar en su vida y saber qué sucedió en ese tiempo. Una voz interna quiere cuestionar sobre qué ha pasado desde el momento en que perdimos contacto.
—¿Qué sucedió después de...? Ya sabes, después de ignorarte de esa forma.
—Me enfoqué en mi trabajo, un año después me ascendieron y me gané un lugar dentro de la organización —contesta con seriedad, ya no está el hombre divertido que me saludó, sino un hombre resentido conteniendo un nudo en la garganta—. En cuanto al corazón... —Suspira y baja cabeza—. Salí con una chica, pero me di cuenta de que solo estaba conmigo por mi dinero, después de eso no pasó nada.
—¿Hay algo más que quieras decir? —le pregunto sosteniendo su mirada.
—Sí, sí —responde y su tono de voz ha cambiado—. Teníamos química, Paulina, no necesitábamos decirlo porque estaba ahí y ambos lo sabíamos, dejaste de hablarme porque otro hombre llegó a tu vida, y llegó para quedarse, por lo visto...
—Es cierto —lo interrumpo—, pero después él me engañó y... Me sentí tan estúpida por haberme alejado de ti.
—Y aun así no quisiste buscarme —agrega Federico—, sabiendo que tenías una gran oportunidad conmigo; aunque nunca te lo hubiera mencionado, lo sabías, sabías que me gustabas y que surgió química entre los dos, pero no hiciste algo, preferiste el anonimato.
—N-no. —Intento ordenar las palabras en mi mente, pero, aunque las dijera, sonarían a excusa. Suspiro y es una señal de rendición—. Tienes razón, no te busqué, aun sabiendo que tenía una oportunidad contigo, lo siento.
—Ya ha pasado mucho tiempo de eso y no guardo rencores, pero, de alguna forma, quería desahogarme. —Federico sonríe y su semblante cambia completamente, se ha liberado—, y aquí estamos; no te estoy pidiendo que vuelvas a enamorarte de mí, pero cuando te vi en la oficina... Cuando te vi cruzar esa puerta, supe que debía hacer lo posible para que me recordaras y ahora solo espero que volvamos a hablar, podemos ser amigos, eres una chica increíble y lo supe cuando recuperé tu cartera, lo confirmé cuando continuamos charlando, conociéndonos mejor.
No tengo palabras para lo que ha dicho. Desde su regreso, no he dejado de pensarlo, pensar qué será de nosotros luego de este encuentro, y hay razón en sus palabras, ha regresado para que al menos seamos amigos y eso no tiene nada de extraño, no ha mostrado señal de mostrar dobles intenciones, pero solo estoy viendo su capa externa, no sé qué tambalea en su mente. Pero no puedo cuestionar eso, no cuando ha sido tan honesto, cuando ha abierto su corazón respecto a la decisión que tomé de dejarle de hablar y, para fortalecer más esa idea, lo hice por mi propia cuenta porque estaba cegada, me había dejado llevar por los sentimientos que sentía por Esteban. Son tantas las ideas que se aglomeran en mi cabeza, que prefiero guardar silencio y no meter la pata por una palabra mal dicha o algún comentario fuera de lugar.
La comida llega finalmente, por lo que nos dio tiempo suficiente para abordar algunos temas y darle la oportunidad de desahogarse; aunque no esperaba que quisiera hacerlo, pero verlo ahora, sus ojos reflejan que se ha quitado un peso de encima. Su mirada me da paso a su alma, a darme cuenta de que no habría forma de cuestionar su confesión, y, ¿cómo podría hacerlo?, sería entrar a un campo de batalla en el que ambos saldríamos malheridos y ese no es el rumbo que quiero darle a la relación con Federico, porque sí, estoy considerando su amistad.
—¿Qué ha sido de ti? —pregunta, mientras engulle un trozo del filete que ha pedido.
—Casi lo mismo que tú —respondo—. Pero a diferencia tuya, a mi no me han ascendido, por ahora —finalizo con una sonrisa—. Después de Esteban no salí con nadie, arruiné la boda de mi hermana o, mejor dicho, el banquete de bodas y..., continué enfrascada en el trabajo. No he pensado en darme una nueva oportunidad con alguien.
—¿En serio le hiciste eso a tu hermana? —pregunta, abriendo sus ojos exageradamente.
—Sí —contesto, trinchando los vegetales de mi plato—. Estaba despechada, llegué ebria, y..., fue un desastre. En ese momento conocí a Mateo y ahora somos los mejores amigos. ¿Recuerdas a Mateo y Sara?
—Ja —responde Federico, sarcástico—. Me lo alcanzo a imaginar, y, sí los recuerdo, ¿qué ha sido de la vida de ellos?
—Sara tiene su propio consultorio de sicóloga —respondo—, cuando la conociste trabajaba en una clínica, pero renunció y se abrió camino ella sola, y sigue soltera. Mateo, por su parte, sigue siendo fotógrafo, tiene una relación que ha durado bastante, aunque está enojado últimamente con su novio, pero no daré detalles sobre ese tema.