Al final, la bebé no presentó gran problema para Danilo. Molestó solo un par de veces porque tenía hambre; porque había manchado el pañal; porque tenía frío y, finalmente, porque estaba ante un desconocido. Eso me hizo reír cuando Danilo me contó su hazaña.
—Es que es ilógico —se queja él—. Soy su papá.
—Biológicamente cierto, pero en la práctica eres un completo desconocido para ella —le explico, con cuidado de no herir susceptibilidades—. Aunque soy madre primeriza, poco a poco voy entendiendo el cerebro de los bebés, además, conforme va creciendo reconocerá su entorno.
—Es cierto —dice finalmente y forma un puchero—. De cualquier forma, fue lindo estar una noche con ella.
—Una mala elección de palabras, pero es entendible —contesto, y luego nos reímos.
Al parecer nuestra amistad no se fragmentó por el asunto de tener que quedarme con ella como si fuese mía, le dio nostalgia al reparar en el asunto; a la larga, sabe que tendrá que lidiar con esa realidad y no intervenir, sobre todo, porque fue su idea inicial la de deshacerse de la pequeña. Y, aunque no entramos en detalles, le agradezco por cuidarla mientras yo estaba cumpliendo con la cita de Federico, y tampoco es que le interesara saber más de lo permitido.
・・・★・・・
Hoy es el día de entrevistar a la nueva niñera de Sofia. Extraño a Rosita, de eso no hay duda, pero no puedo obligarla a quedarse cuando su salud está en juego. La estadía de esa mujer será momentánea, pues mientras ella la cuida desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, luego seré yo quien se ocupará de ella; también le dejaré claro que los fines de semana me haré cargo yo. Además, planeo viajar este fin de semana a Medellín —aprovechando que hay un día festivo—, así mis padres podrán conocer a la pequeña y aconsejarme sobre cómo poder ser una mamá responsable sin descuidar mis labores diarias. Sé que es un gran trabajo, pero nadie mejor que tus padres para ese tipo de consejos. También estoy considerando hablar con mi hermana Natalia, este rencor no puede durar toda la vida; sí, fui una pésima hermana al arruinarle la recepción de su boda, pero ella también lo fue y debe entender que yo estaba cruzando por una difícil situación.
Salgo del apartamento con la bebé entre mis brazos; sin embargo, en la entrada del edificio he encontrado un rostro que no esperaba ver.
—¿Raúl? —pregunto, entornando la mirada, si no es él, es alguien muy parecido—. ¿Eres tú?
—Sí —contesta—. Buenos días, Paulina.
—No quiero ser grosera, pero ¿Qué diablos haces aquí? Yo nunca te dije dónde vivo, acaso...
—Mis palabras quedan suspendidas en el aire, me estremezco ante las posibles sospechas, mas él debe ser quien dé la última palabra.
—Sé que hemos seguido hablando y que he sido un poco..., insistente, pero no puedo negar que me ha gustado seguir charlando contigo durante los últimos días —explica, mientras juega con sus manos, demostrando lo nervioso que está—. Pero si quiero que esto funcione entre nosotros, debo ser honesto contigo.
—Primero, no hay un nosotros —digo, arrullando a Sofia para que no se altere—. Solo somos amigos y eso debe tenerlo claro; segundo, considero que la honestidad es un pilar fundamental que debe reinar en todas las relaciones, sobre todo si hay una amistad de por medio —referirme varias veces al concepto de amistad, hace que se me retuerzan las tripas. ¿De dónde ha salido este loco? Después son mis recuerdos los que dan respuesta a ese interrogante.
Mierda. No debí haber ido a esa fiesta, o, mejor dicho, no debí haber bebido como si fuera el fin del mundo, pero la música estaba en su punto y, después de ciertos tragos, todo me supo a agua; eso fue lo que me mantuvo hidratada y animada. El autocontrol a veces se va de paseo, así que tendré que trabajar en ello, este error no puede ocurrir en el futuro.
—Tienes razón, somos amigos —afirma—, pero estoy intentando por todos los medios dejarte en claro que me gustas, que quiero ser algo más que un amigo, además, cuando fuiste a casa y...
—No me lo recuerdes —lo interrumpo—, recuerdo muy bien lo que pasó.
—Pues eso, no es algo carnal o pasional, tenemos una química y eso es algo en lo que no dejo de pensar.
¡Dios! Lo que me faltaba. Si estuviéramos en medio de un puente, lo empujaría y saldría corriendo, no obstante, por muy atractiva que parezca la idea, es un delito. Eso lo tengo claro.
—El caso es que debes saber la verdad —retoma su explicación—. He contratado un investigador privado para que te vigile; lo de la sorpresa a la hora del almuerzo de aquella vez fue solo una excusa, la peor, lo sé. Yo no fui quien buscó la dirección en internet, fue él quien me dio las indicaciones y me ha estado contando constantemente dónde te encuentras, la idea de cocinar para ti fue real, es lo único en que no he mentido y espero que me perdones por todo, puede sonar horrible esta confesión, pero debes saber la verdad. Vigilo todo lo que haces porque quiero conquistarte, porque quiero saber las cosas que te gustan y las que no, estoy seguro de que seríamos una pareja maravillosa, lo puedo intuir; lo del bebé es algo nuevo, nunca lo mencionaste ni mi investigador lo hizo, pero eso poco importa y quiero que seas tú quien me cuente sobre ese tema y lo que tú quieras.
—Virgen Santísima —pronuncio, y luego me doy cuenta de que lo he dicho en voz alta.
¡Debo dejar de pensar en voz alta! Pero su confesión me remonta al típico juego del gato y el ratón, donde yo soy la pobre ratona acechada.
—Sé que debes estar alterada, lo entiendo; pero no puedo ocultarlo más, me hace sentir fatal no decirle la verdad —concluye él, poniendo una mirada tierna como un cerdito a punto de convertirse en lechona.
—A mí me hace sentir fatal saber esa verdad de la que está hablando, es decir... —Trato de buscar las palabras correctas; esto es una completa locura—. No puedo creer que haya hecho eso, es que... —Suspiro—. Se lo voy a poner de esta forma, aléjese de mí, aléjese o sufrirá las consecuencias, ahora debo irme, voy tarde a trabajar.