Este será el día en que todo termine

PASADO (PARTE 3)

 


 


 


 


 


 


 


 


 

—¿Crees que llegarán a tiempo?


 

—Lo harán— respondió Josephine inmediatamente.


 

Estaban sentadas mientras escuchaban los gritos de las Auroras entrenando, el castillo estaba lleno de ruido, las auroras habían llegado hace dos días y todo el castillo se habia convertido en un caos.


 

—Veo que se esfuerzan. —comentó Josephine.


 

—Lo hacen.— quería continuar con la charla, pero un ruido las alertó.


 

Dos mujeres entraron por la gran puerta, su andar era elegante y refinado, su porte demostraba poder y arrogancia, pero no eran más que dos personas egocéntricas y malcriadas.


 

Aquellas mujeres se dirigieron a las otras dos que se encontraban sentadas, y enseguida, hablaron.


 

—Nagmil y Joséphine, que gusto encontrarlas en su castillo— empezó una de ellas sin una pisca de alegría.


 

—Yo no podría decir lo mismo, Loreley— respondió Joséphine, en su cara se veía el desagrado que tenía por aquellas mujeres.


 

—¿Qué buscan?— intervino Nagmil sin un apice de interés, no le gustaba la presencia de esas dos hermanas, pues solo significaban problemas.


 

—Verás, venimos en nombre de mi padre, quien ha estado preocupado por los asuntos de las nuevas auroras. —inició Loreley, pero Nagmil no la dejó terminar su discurso.


 

—Lo que pasa en nuestro castillo no les corresponde saberlo.


 

—Claro que nos concierne saberlo, nuestros reinos son los que están en peligro. — refutó la otra mujer, Florence.


 

—Tu padre, el Rey, es al único que le puedo dar explicaciones y no creo que él las haya mandado, pues mencionó que tenía una alta confianza en nosotras.


 

—Mi padre está loco, ustedes han permitido que los rebeldes hayan regresado y no han hecho nada para detenerlos, todo el reino esta preocupado y ustedes— Florence señaló a las mujeres con gran furia— están aquí sentadas sin hacer nada. — dió por terminado.


 

Nagmil respiró y guardó la calma, aquellas mujeres lo único que temían era perder su riqueza. La llegada de los rebeldes era de preocuparse, pues lo que buscan es poder. Y ellas lo tienen.


 

—Si confiaran en nosotras, no estarían tan preocupadas por su dinero y vida — ambas mujeres se miraron como si no supieran de que hablaba, pero era obvio que había adivinado su preocupación. —Solo deja que trabajemos y no se involucren, no causen problemas.—advirtió.


 

Ambas guardaron silencio, pensaron que la visita había terminado, pero no.


 

—Las sirenas nos han dicho que los rebeldes se aliaron con ustedes. — confesó Florence con un poco de vergüenza.


 

—Que estúpidas son— murmuró Joséphine.


 

—¿Qué has dicho?— preguntó Loreley dirigiendo su mirada furiosa a Joséphine.


 

—Que son unas estúpidas — respondió en voz mas alta. — Las sirenas las han engañado, les han hecho una broma. ¿Nunca han escuchado "a las sirenas has de oír, pero nunca de escuchar"?


 

—No...


 

—Son unas mentirosas, ¿Es qué acaso nadie Lee mis libros? — cuestionó a la nada.


 

—Así que todo esto es por las sirenas...


 

Dos segundos después, Sikeil, otra aurora, entró en el comedor, en cuanto miró a las mujeres que se encontraban, trató de regresarse, pero ya no pudo, pues todas las miradas estaban puestas en ella.


 

—No sabía que había reunión — comentó con una pequeña sonrisa.


 

—Sikeil, ¿Alguna vez has platicado con una sirena? —cuestionó Joséphine.


 

—Ni de loca, son unas arpías mentirosas.—respondió sin duda alguna. —¿Quién sería tan estúpida para hablar con las sirenas?


 

—Al parecer ellas— señaló Joséphine a las hermanas que trataban de ocultar su vergüenza.


 

—Ah, pues, es una lástima que las hayan manipulado. Pero, cambiando de tema, Nagmil, necesito hablar contigo en privado.—la miró con ansias y Nagmil la siguió, dejando a las demás con las mujeres problemáticas.


 

Se acercaron a dónde estaban las nuevas auroras entrenando y aprendiendo a manejar sus nuevos poderes, habían 8 personas, 1 hombre y siete mujeres. Faltaban 2 personas, dos aurores. Aún estaban en la espera de esa llegada.


 

Sikeil comenzó a hablar, mirando de reojo a los aurores.


 

—Creo que será más difícil de lo que pensé. — murmuró — No están acostumbrados a manejar esto y se desmayan más seguido de lo que me gustaría. Asfhil dice que se adaptarán, pero no creo que lo logren demasiado pronto. Ellos vendrán y solos estaremos nosotros luchando. Tal vez ellos ni siquiera lo resistan. La única que siempre cree en nosotros es Zercy, y justo ahora ella esta preocupada.


 

—Tranquilizate, Kei, créeme que yo también estoy preocupada. La persona que mandó la nota es más poderosa de lo que creemos, fue capaz de entrar a nuestro terreno y cruzar la barrera.


 

—¿Cruzó la barrera? Joder, Nagmil, ¿porque nunca nos cuentas eso?. ¿Qué pasó con los guardianes del bosque? —cuestionó, inquieta. — Se supone que ellos protegen el portal.


 

Nagmil guarda silencio, y empieza a contarle lo que pasó.


 

Justo cuando Joséphine le dijo a Nagmil que los oscuriales habían entrado al otro lado, llamó a Vinisha, una mujer nacida del bosque, ella y los demás de su raza montaban una gran guardia en todo el bosque prohibido, pero, para su mala suerte, Vinisha no respondió a sus

llamados. Nagmil se encaminó al bosque, y todos los nacidos del bosque estaban en un sueño profundo. Ninguno estaba herido. Solo dormían plácidamente.




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