Misha se despertó en una cama de una plaza, en una habitación blanca. La cama estaba pegada a la pared por el lado derecho, al izquierdo había un velador pequeño con un vaso de agua encima. La luz del sol entraba por una ventana, le golpeó fuerte en los ojos y los entrecerró.
Estaba confundido, intentaba recordar todo lo que pasó después de que empezó su celo, pero las imágenes en su mente estaban... Desordenadas. Era cerca de las diez de la noche cuando le dio el celo. Del primero de septiembre del 2012. Un sábado.
Tenía el cuerpo pegajoso, recordaba la horrible sensación de calor y el sudor. Se sentó en la cama, vio las cobijas tiradas al pie de esta.
Se giró a ver el vaso, la sed lo atacó de repente. Tragó el agua sin parar, se la acabó y quería más. Recordaba que le dieron una pastilla, que le inyectaron algo en el muslo derecho. Estaba con la ropa puesta, pero recordaba que le habían bajado el pantalón.
Se avergonzó, era extraño recordar eso cuando no tuvo la capacidad ni siquiera de estar de pie. Joe lo había cargado hasta la cama, hizo una mueca de asco. Pero sabía que una de las mujeres fue quien le inyectó, recordaba el cabello largo y castaño.
Había imaginado muchas veces que un celo sería... Como una explosión de energía, que recordaría todo con exactitud, pero no fue así. El calor aun lo tenía, buscó en su muñeca una liga y se amarró el cabello en un moño.
Bajó sus piernas por la orilla de la cama, le dolió la entrepierna. Se inclinó sobre su cuerpo, apretando sus piernas y quejándose. Era un dolor punzante, solo ahí notó que estaba teniendo una erección.
El celo aun seguía. Sabía que duraba bastante, creyó que había dormido todo el tiempo. ¿Se había dormido o lo pusieron a dormir? Se sintió repentinamente vulnerable.
- Bange. - Pronunció, recordando a su hermano. Su hermano era un omega, estaba solo, estaría en peligro. Fue rápidamente a la puerta, intentó abrirla pero estaba con llave. Empezó a golpear. - ¡Ábranme! Quiero salir ¿Dónde está Bange?
No hubo respuesta por un rato, Misha siguió llamando y golpeando la puerta. Tuvo que rendirse, su respiración se fue agitando de nuevo. Se acercó a la cama por que ya no podía estar de pie, sentía dolor. ¿Cómo podría ayudar a Bange si no podía ni mantenerse en pie?
La imagen de Taero cruzó su mente, pero la apartó rápidamente. Ahora no, no podía pensar en eso ahora. La llave sonó, se levantó de golpe, aterrado. La dueña del campamento entró entonces.
- Hola Misha. - La mujer era alfa, no sentiría nada delante de él. Misha seguía siendo un niño. - Tranquilo, estamos aquí para ayudarte. - La mujer sonrió, tenía en las manos una jeringa, algodón y alcohol. - Esto te ayudará con el calor y el dolor, es un supresor. Tus padres nos dieron el permiso de usarlo.
- ¿Mis papás donde están? - Preguntó sentándose de nuevo en la cama. Recordó que debía bajarse el pantalón y se reprochó no haberlo hecho antes. No quería moverse mucho.
- Vinieron en la noche por Bange, lo llevaron a casa. - Mencionó la mujer. Misha escuchó en silencio. - Vendrán por ti pronto.
Claro, era obvio que no iban a llevarlos a ambos. Bange lo tendría peor, su celo iba a durar días... Aun así, Misha se sintió extrañamente desplazado. La alfa se acercó y le ayudo a levantarse.
- Necesito que bajes el pantalón. - Misha se bajó la cremallera y abrió el botón, no podía cubrir su... Problemita, alcanzó a ver una marquita roja. Pero la señora no hizo ningún comentario al respecto. Se sentó al costado de la cama que le permitía ver su pierna derecha. Le limpió la piel poniendo alcohol en el algodón. - Va a doler un poco.
- Está bien. - Respondió el rubio, ella llevó la aguja con mucho cuidado a la pierna del niño.
- Respira profundo. - La mujer le inyectó. Dolió muy poco y quedó otra marquita roja. - Listo, ya está. - Se apartó y esperó a que él se acomodara la ropa para verlo de nuevo. - ¿Cómo te sientes?
- Sediento. - Misha se sentó en la cama.
- Te traeré agua.
La alfa salió de la habitación, Misha pudo escuchar como le echaba llave. Miró por la ventana y notó que tenía rejas, parecía que había robado algo. Ella regresó con una jarra de agua y le sirvió en el vaso.
- Estoy segura que ya te han explicado como es un celo, en la escuela. - Ella le miraba con mucha atención. Misha frunció el ceño, con enojo. - ¿No lo han hecho?
- Yo... Yo no me fijaba como es para un alfa... Siempre escuché el de los omegas. - Decir esas palabras era extraño, sentía que no hablaba él mismo.
- Ya veo, déjame decirte. - Le dio el vaso de agua al niño, Misha bebió. Ella se sentó a un lado en la cama, pero a una distancia prudente. - Bueno, el celo de un alfa dura solo un día. Es normal el dolor, los mareos y el calor. Cuando no se satisface el instinto tu cuerpo intentará hacerte sufrir con estos síntomas.
Misha tenía el vaso entre sus manos, sobre su regazo. Miraba al piso, escuchando a la alfa. A pesar de poner atención en cada palabra, sentía un dolor en su pecho.
- Ahora sentirás los aromas de todas las castas, puede ser abrumador al principio pero te acostumbraras. Cada seis meses tendrás tu celo.
El rubio se mordió el labio, estaba intentando contener el dolor. No era físico, era emocional. Tenía miedo, esta no era la manera en la que tenían que ser las cosas.