Lunes 3, noviembre de 2014.
Misha se removió entre las sábanas de su cama por los golpes que dieron a su puerta, tenía que levantarse para ir a clases y no le gustaba nada la idea. Se sentó aun adormilado, con todo el cabello despeinado.
Llevaba un buzo grande que le cubría más abajo del boxer, hasta los muslos. Era ligero, le abrigaba pero no lo sofocaba al dormir. Se ponía algo así para dormir desde antes de saber que sería alfa.
Su cuarto era un desastre. Las cobijas se caían, sus audífonos estaban por allí en la cama, junto a su ipad que ya no tenía batería. Siempre lo usaba para escuchar música antes de dormir y se quedaba dormido con todo encima. Al menos ya no se le enredaba tanto en el cabello o en la madrugada se despertaba y se los sacaba antes de enredarse todo.
Había ropa en el piso, cuadernos en su escritorio. Allí descansaba su diario, con su bolígrafo a un lado. Anoche escribió un montón, por la ansiedad del nuevo colegio. Esperaba que en este no lo odiaran tanto, que sus compañeros no le molestaran como en el anterior pero no se haría ilusiones.
Se levantó con lentitud y se talló los ojos, la ansiedad del cambio le hacía recordar demasiado el campamento. Ya eran dos años del día en el que tuvieron el primer celo Bange y él. Misha odiaba que no fueron lo que los adultos les dijeron. Bange tenía que ser el alfa, ¡Incluso ahora todo gritaba alfa en él!
Desde ese día, cada celo había sido una tortura. El próximo celo le tocaba en Marzo y a Bange en Diciembre. Solo acordarse que su hermano tenía celos cuatro veces al año y por tres días seguidos le hizo arrugar el ceño.
¿Qué estaba buscando? Ah, sí, la bata. Se quitó la ropa y se puso la bata para ir al baño. Se cruzó con Bange fuera, ni se miraron. Ambos estaban muy nerviosos por el primer día de clases. Se metió a ducharse.
No quería ser un omega, jamás hubiera imaginado todo lo que sufrían. Se salvó de todo eso cuando le dio su celo. No podía creer que todo mundo estuviera bien con los abusos y la discriminación a la que sometían a los omegas.
Bueno, él tampoco los toleraba, solo a Bange por que era su hermano. Los demás... Sinceramente los evitaba. Casi nunca se encontró a uno en el colegio, ni llegó a hablarles. No le gustaban nada.
Recordaba con rencor a todos los adultos que le dijeron lo hermoso que era, lo delicado que se veía, que elogiaban sus rasgos femeninos. “Será un omega precioso y tendrá un buen alfa.” Mentiras y patrañas, no existía eso de buen alfa, todos eran una basura.
Terminó de ducharse, salió rápido a vestirse y cepillarse el cabello. Se le iba a hacer tarde, vio a Bange que ya estaba con el uniforme bajando a desayunar. ¿Estaba más alto? ¿En que momento creció tanto? Apenas tenía trece... Pero en enero iba a cumplir los catorce.
Misha suspiró, agarró su uniforme gris con negro y se metió en este. Al menos él también había crecido, no le llegaba ni a los hombros a algunos de sus antiguos compañeros pero no estaba tan mal. Agarró su mochila que llevaba un solo cuaderno, salió corriendo del cuarto y bajó rápido a la cocina.
Peter estaba terminando de comer, le dio un beso a su esposa. Adela le sonrió a su alfa y luego le extendió un plato con una tostada a Misha.
- Rápido que los va a ir dejando. - El rubio agarró el pan y se lo metió en la boca, le hizo un gesto con la mano a su mamá y se fue saliendo al auto. Bange sí terminó de comer y se despidió bonito de su madre, con un abrazo.
A Misha ya no le gustaban esas cosas emotivas. Prefería evitarlo, en realidad era más por evitar a Adela. Se subió en el auto, atrás. Bange usó el asiento delantero. Cinturones y a esperar a su papá. El rubio estaba sacando sus audífonos para ir escuchando música hasta el colegio, mientras seguía comiendo. A Peter no le gustaba que metieran comida en el carro.
El alfa llegó, se puso el cinturón y se fueron. Peter estaba apurado, no quería un retraso ese día en el trabajo. Era el primer día de su nueva rutina, por desgracia el camino al colegio era concurrido, había tráfico. Su papá murmuraba insultos mientras se rompía la cabeza pensando como iban a hacer eso todas las mañanas.
- Van a tener que venir solos a clases. - Decidió. - Por aquí pasa el tranvía. - Ninguno de sus hijos le objetó nada, pero ambos se enojaron. Ya no estaban tan pequeños, podrían ir solos. La cosa era que los hermanos odiaban salir a la calle... Siempre les miraban como si fueran unos fenómenos.
- Nos dijeron que hay un par de clases compartidas, es diferente. - Peter como siempre intentaba hablar de algo.
- ¡Viva! - Dijo Misha con un tono de sarcasmo. Su padre lo miró con severidad por el espejo retrovisor.
- Basta ya. - El tono cambió, el alfa se enojó. - Si van a clases con esas caras nada va a cambiar.
Misha pensó que era fácil para su papá decirlo. Era un alfa normal, con el porte y la apariencia intimidante. No necesitaba ayuda de nadie, incluso cuando la familia de su mamá los dejó por su cuenta su padre se las arregló para conseguir un buen trabajo y sacar adelante a su familia. Vivían bien.
Su padre no tenía hermanos, sus abuelos murieron hace mucho. Su mamá sí tenía familia pero ninguno de ellos los conocían. Pensar que sus padres se vieron por primera vez en una fiesta de la familia de su madre y Peter había ido de acompañante, como un escolta de otra omega. Cuando el amor surgió en ellos lo eligieron por encima de todo lo demás.