Sábado por la mañana, los padres de la familia Portrat Linroth se encontraban dormidos. La noche anterior llegaron bastante tarde, lo suficientemente tarde para que sus hijos ya estuvieran en cama hace horas. La reunión de trabajo incluyó bastantes tragos, el matrimonio regresó a casa muy alegre y energético.
Normalmente la pareja era muy cuidadosa con su intimidad, pero resultó un deslice del alcohol y además los chicos ya no eran pequeños. Ambos jóvenes, se llegaron a poner audífonos para no escuchar ciertos ruidos. Incluso compartieron un par de mensajes con mucha incomodidad sobre lo que pasaba, antes de entender que eran sus padres y que estaban más que bien.
Al siguiente día los mayores estaban durmiendo, no tenían intención de levantarse. Bange pensaba pedir permiso para ir con Taero en la tarde, pero sus padres no se asomaban y no quería llamar a su puerta después de lo que escuchó en la noche. Seguro los aromas eran fuertes y abrumadores.
Misha por otro lado no pensaba hacer nada fuera de casa ese día, era un sábado como cualquier otro y no contaba con amistades que cambiaran eso. Aunque no tenía sueño como otros días.
Quizás era por que en clases las cosas iban mejor, el resto de la semana la pasó más tranquilo. No se preocupó demasiado y por ende tenía menos miedo de ir a clases. Camil hablaba mucho sobre cobrar venganza por las cosas que ocurrieron antes pero él no la apoyaba en eso.
Además, Kylen no los estaba molestando. Sería mejor dejarlo por la paz. Había hecho un esfuerzo por concentrarse en las tareas y las clases para evitar pensar en Taero. Camil le hacía más amena la asistencia, conversaban mucho y pasaban tiempo en los descansos. Hasta Almerí se veía satisfecho.
Si necesitaba algo sobre el colegio se lo pedía a ella, en una semana la alfa se hizo amiga de casi todo el salón. Excepto claro los idiotas que le molestaban, Taero y Giel. Giel no los toleraba, les miraba feo y no respondía si le hablaban por cualquier cosa del colegio. Era una niñita rica y mimada, no le agradaba.
Y Taero, no estaba seguro por que Tae tenía esa actitud con ella. Pero también la miraba feo, la evitaba y si ella necesitaba algo no le respondía. Camil se había quejado tantas veces de esos dos, el rubio solo podía escuchar en silencio. No estaba dispuesto a defender al alfa, ya no tenía idea de si era buena o mala persona. Tampoco tenía intenciones de descubrirlo.
Misha se había despertado hace una hora más o menos, eran cerca de las nueve. Aun no comía nada pero estaba empezando a tener hambre, últimamente andaba con mejor apetito. Ahora se estaba cepillando el cabello.
No siempre se lo arreglaba, sus opciones más comunes eran dejarlo suelto o una cola de caballo. Hoy tuvo ganas de hacer algo más elaborado, por eso estaba sentado en la cama mirándose en el espejo del armario mientras se trenzaba. Estaba terminando, le había dedicado tiempo a que quede bonito. Al pie del peinado puso el moño y sintió los brazos pesados.
Estuvo moviendo, cruzando y jalando cabello por varios minutos. Al terminar se puso de pie, estaba con ropa de dormir aun. Un pantalón flojo de una tela muy suave, una camiseta igual pero de otro color. Se miró de pies a cabeza en el espejo, se giró para apreciar su cabello en varios ángulos. Estaba feliz.
Mientras se miraba y se sentía bonito, pensó en lo que Camil le había dicho hace días. Que cualquier alfa podría enamorarse de él, la idea de estar con alguno era un gusto culposo. No sabía, no lo había pensado mucho. Se la pasó sufriendo por lo que perdió, no se había puesto a pensar en que quería para si mismo ahora o más adelante.
En pocas palabras, el apoyo de Camil le hizo pensar en que podría conocer más personas. Tantas cosas positivas le estaban llevando por otras emociones, menos deprimentes o solitarias. De nuevo estaba sonriendo más y no por ilusiones falsas, sino con esperanza.
Salió del cuarto, bajó las gradas en dirección a la cocina. No había nadie, buscó un tazón y se sirvió fresas. Sería un refrescante, tranquilo y solitario sábado. Fue a la sala, se sentó en el sofá grande y encendió la televisión con el control que estaba en la mesa de centro. Se sacó las pantuflas y cruzó las piernas sobre el mueble.
Puso el tazón entre sus piernas, cambió el canal un par de veces y encontró una película. Estaba por comer su primera fresa cuando el timbre de la casa sonó. Frunció el ceño, giró su cabeza un momento. No quería levantarse, se acababa de sentar.
Escuchó que alguien bajaba, era Bange. Al darse cuenta que iba a abrir la puerta supuso que sería Taero. No quería verlo, le iba a arruinar la mañana. Volvió a mirar la televisión, nadie tenía que distraerlo de su descanso.
Sintió unos brazos rodearle del cuello y jalarlo atrás al respaldar del mueble. Se asustó, su mente conectó la idea de Taero con el abrazo. Se levantó rápido, casi no alcanzó a agarrar el tazón de fruta. Miró precipitadamente, aun con una fresa en la boca, el corazón se le aceleró.
- ¡Mmmm mmm! - Se quejó masticando la fruta y tragando. - ¡Que pendeja!
- Holi. - Camil reía, sonreía y cantaba al hablar. - ¿Qué te pasa? ¿Por qué te asustas? - Preguntó con cierta malicia.
- ¿Cómo que “por qué”? - El rubio ya sonaba enojado. - No puedes hacer eso, espera... ¿Qué haces aquí?