El jueves Bange estaba como nuevo, parecía que el celo se volvía cada vez más rutinario. Deseaba que con los años dejara de ser tan insoportable y se acostumbrara a esa sensación. A pesar de que ya había terminado, ese día también había faltado a clases. Su mamá le pidió que descansara un poco.
Estaba saliendo de la ducha, Adela ya se había llevado toda la ropa y cobijas sucias del cuarto. Tenían que lavarlas bien para que el aroma se disipara, la ventana de su habitación estaba abierta dejando correr el aire. Cerró la puerta solo para vestirse, igual no había nadie en casa.
Llevaba días sin ver a Misha o a su papá, apenas había agarrado el celular para responder mensajes. Giel le había mandado un par de emojis de corazón y una carita llorando. Él le había advertido que estaría en celo y no podría hablar con ella.
Sonrió, salió camino a la sala. Dejó la puerta bien abierta para que se ventilara su habitación. No le gustaba sentir el rastro de su aroma en el lugar. Bajó y se sentó en el mueble más grande, finalmente leyó el mensaje de Taero. Después de comentarle que iría a verlo escribió “Perdón, no sabía que estabas en celo. Tu mamá me abrió, nos vemos luego.” Nada más.
Bange soltó una leve risita, seguro que Tae se sintió como un idiota. Le respondió entonces “Hola, no me dijo nada. Hubiera pagado por ver tu cara.” Aunque detestaba el celo y ser omega, era su realidad. Se estaba acostumbrando poco a poco a ello, ya no era tan incomodo hablarlo o reconocer su casta.
También le contestó a Linus y revisó sus redes. Compartió un par de cosas y saludó a la hermosa alfa de pelo chocolate que le gustaba tanto. Sí le gustaba, las cosas habían avanzado despacio. Hablaban, bromeaban, en un par de veces hicieron llamadas y conversaron en la noche.
Giel era linda, divertida e inteligente. Bange se emocionaba cuando veía sus mensajes y se atrapaba a sí mismo sonriendo cuando le respondía. A veces miraba sus fotos por el puro gusto de apreciarla. Una parte de él sentía culpa de interesarse tanto en ella. Un hombre omega no podría darle lo que un alfa o beta sí podrían. Esos pensamientos lo perseguían diario.
Adela salió de casa antes del medio día, finalmente volviendo al trabajo. Bange se despidió de ella con un cariño renovado, como cada vez que lo acompañaba en un celo. Se quedó solo cuando su mamá se fue.
Dejó el celular a un lado y se echó en el sofá, mirando el techo pensó en cada dolor y suplicio físico que sentía durante el celo. Había escuchado a sus compañeros hablar de eso, de que sus padres les conseguían como calmar el malestar con alfas y betas. No era un tema tabú pero en su casa sus papas jamás le habían mencionado algo así.
La idea de que el dolor no fuera tan feo le hizo pensar en ella, Giel. Sintió el calor en su cara, se cubrió el rostro con ambas manos y respiró profundo. Su papá jamás le dejaría hacer algo como eso. Ni siquiera sabía como se supone que se hacía algo así. Y ni de broma se imaginaba pedirle algo como eso a ella.
Su celular sonó, al revisar los mensajes vio que Taero le acababa de preguntar como estaba, le respondió que si quería podría ir a visitarle ese día. El alfa aceptó, faltaba apenas media hora para que terminara la jornada en el colegio.
Se levantó y fue a su cuarto. Se quería asegurar de que el aroma ya no estaba, sería vergonzoso que Taero llegara y el lugar oliera demasiado. Por suerte no fue así, estaba fresco.
Bange se dedicó a ordenar un poco su habitación, luego de un rato la puerta de la entrada sonó y se asomó a ver. Misha subía por las gradas con la mirada en el suelo.
- Hola.
- Hola. - El tono del rubio era insípido, fue a su cuarto y entró cerrando la puerta.
Bange se preocupó, lo siguió y abrió la puerta con lentitud. Misha iba arrojando prendas del uniforme por el cuarto, su mochila estaba tirada en el suelo. El omega pudo ver el desorden en toda la habitación, hizo ruido con la puerta para que Misha supiera que estaba ahí.
- ¿Pasó algo malo? - Preguntó, no obtuvo respuesta. - ¿Kylen te a molestado? - Por su celo no había ido a clases esos días y no tenía idea de como estaba Misha.
- No. - Dijo el mayor. - Ya no me va a molestar. - Avisó, suponía que Bange no estaba al tanto de nada.
Los días que el menor faltó habían sido agotadores, Misha pasó evitando a Taero todo lo que pudo. El alfa seguía distante, no le hablaba ni nada por el estilo pero había un pequeño cambio en él. En la mañana, en clases, en el recreo y en la salida. En cualquier oportunidad que tenía Tae le miraba y sonreía.
Las primeras veces Misha le miró perplejo, las siguientes se dedicó a ignorarlo. No saber que intenciones tenía el castaño le hacían dudar, se apartaba todo lo que podía para evitar una situación donde volvieran a estar solos. Temía los juegos de ese chico, por mucho que le gustara.
Se recostó en la cama con los pies sobre el suelo. Se puso una almohada encima y pensó en los pros y contras de contarle todo a Bange. Si su hermano se enojaba y le reclamaba iba a deprimirse otra vez. Sintió como el omega se sentaba a su lado y se descubrió el rostro.
- Taero se peleó con Kylen ¿Sabías?
- ¿Cuándo? - Bange lo miró con sorpresa.
- El domingo, creo. - Ahí estaba, su hermano no tenía idea. - Se metió en problemas. - Divagó, recordaba el golpe en el pómulo del alfa. Ya ni se veía.