Esther embarazada del amigo de mi hermano

2. Un nuevo estilo de vida.

Con el transcurrir de los días, Esther solo estuvo cada vez más pendiente del teléfono, ansiaba recibir una llamada de su hermano Abraham. No tener noticias de él la hacía sentirse preocupada. 

Paloma cepillaba el largo y rubio cabello de Esther. El rubio en su pelo era algo que ella y sus hermanos habían heredado de su madre. 

 

— Creo que deberías teñirte el cabello ahora que irás a la Universidad, el rubio llamará mucho la atención y dará de ti una impresión de chica lujuriosa. — Le comentó Paloma, mientras pasaba el cepillo por el cabello de su cuñada sin tacto alguno. — No queremos eso, ¿verdad que no? 

 

— No, no quiero eso. — Contestó Esther, apretando sus manos en su rodillas. 

 

— Entonces mañana compraré un tinte. — Sonrió Paloma maliciosamente. — Sinceramente no veo la necesidad de que vayas a la Universidad. En lugar de eso tendrías que casarte cuanto antes con el hombre que padre eligió para ti. 

Esther pensó en el hombre que su padre escogió, le llevaba diez años de diferencia. Ella no quería eso a sus veinte años. 

 

— Yo quiero ir a la Universidad… — Susurró Esther. — No quiero casarme todavía. 

Paloma le tiró a propósito del cabello, si se iba a la Universidad, ¿quién le iba a cuidar los niños mientras ella descansaba? 

 

— A la primera que me entere que estás haciendo otra cosa que no sea estudiar, te traigo a casa arrastrándote del pelo, ¿lo entiendes? — La amenazó y soltó el cepillo para agarrarla de los hombros. — Te tendré vigilada aunque estemos muy lejos la una de la otra. — Le susurró y la beso en la cara. — Descansa bien, mañana tenemos un largo viaje. 

Esther asintió y pensó en lo que Abraham le había dicho antes de irse. Una vez que saliera de casa no debía regresar. 

 

 

Cuando el vuelo llegó a su destino, una amiga de Paloma las estaba esperando en el aeropuerto para recibirlas con una sonrisa. 

 

— ¡Paloma, aquí! — Gritó Lidia, alzando su brazo y llamando la atención de las demás personas.  

 

— No tienes que ser una escandalosa. — Habló Paloma irritada. — Mira, ella es la hermana de mi esposo. Esther Sánchez. 

Lidia le extendió una mano a Esther y ella que dejó su maleta, saludó a la amiga de su cuñada. 

 

— Eres una chica muy linda. — Le dijo Lidia y Paloma golpeó la mano de su amiga obligándola a soltar la mano de Esther. 

 

— No digas tonterías, mis suegros están preocupados de que mi cuñada se descarrile. — Habló Paloma. — Por eso te he pedido que la tengas vigilada por mí. 

Lidia le asintió.

 

— No te preocupes, conmigo estará en buenas manos. Por cierto, ¿cómo están tus hijos? 

Esther las miraba en silencio. 

 

— Al cuidado de mi suegra, ya que he tenido que venir a acompañar a mi cuñada. — Contestó Paloma. — Ya que estoy aquí, pasaré unos días con mi familia antes de volver. — Luego se acercó a Esther y le colocó bien el cabello que ahora lo llevaba teñido de negro. — Cuando madre te llame le dices que he estado contigo todo los días. 

Esther apretó el asa de su maleta y asintió obediente. 

 

— Sí, cuñada. — Respondió Esther y Paloma sonrió. 

 

— Recuerda que los hombres son el pecado, ellos lo único que buscarán es acostarse contigo, por eso te he teñido el pelo. — Le explicó Paloma y sacó después de su bolso unas gafas sin cristal. — También puedes llevar estás gafas, las chicas con lentes no son nada atractivas. 

Paloma le puso las gafas ante los ojos de sorpresa de Lidia. 

 

— Amiga, ¿no crees que se te hace tarde y ya deberías irte? — Habló Lidia. 

Paloma miró su reloj de muñeca, comprobando que llegaría tarde a la cita con sus familiares. 

 

— Te la dejo entonces, compórtate cariño. — Pronunció Paloma, pellizcando una de las mejillas de Esther. 

Paloma se despidió después de su amiga y cuando finalmente se marchó, Lidia suspiró aliviada. 

 

— Menos mal, por fin se ha ido. — Exclamó Lidia y miró a Esther que tenía una expresión en la cara de no comprenderla. — No te preocupes, no pienso decirle nada de lo que hagas a Paloma. — Lidia se acercó y le quitó las gafas falsas. — Esto no lo necesitas. 

 

— Gracias… — Susurró Esther, obteniendo de Lidia una sonrisa amistosa. 

 

— Cuando Patricio te vea con el pelo oscuro le va a dar un ataque. — Dijo luego Lidia, agarrando la mano de Esther con una mano y con la otra la maleta. 

 

— ¿Conoces a mi hermano Patricio? — Se sorprendió Esther, caminando con Lidia por el aeropuerto. 

 

— Lo conozco bastante bien. Estamos en una relación amorosa. Eso sí, Paloma no lo sabe. — Le contó mirándola. — Conozco a Paloma desde que éramos unas niñas y a Patricio lo conocí cuando estudiábamos en la Universidad, fue amor a primera vista y desde entonces estamos juntos. 

 

— Entonces… ¿Eres mi cuñada? — Preguntó Esther, aunque la respuesta era más que evidente.

Lidia asintió gustándole que le dijera cuñada. Eso hacía aún más real lo suyo con Patricio.

 

 

Tal y como Lidia vaticinó, Patricio se molestó cuando vio el cabello de Esther negro y la tomó de los brazos. 

 

— ¿Qué te ha pasado? — Le preguntó Patricio con estupefacción. 

 

— Es cosa de Paloma. — Respondió Lidia. 

 

— Mi pobre hermanita, su lindo cabello. — Lamentó Patricio, aplastando el cabello de su hermana contra su cabeza. — ¿Es que esa mujer no tiene otra cosa que hacer que molestar constantemente? 

 

— Paloma dice que es por mi bien, hermano. — Comentó Esther. — Los hombres van a por las mujeres rubias. 

Lidia y Patricio se miraron mutuamente y Patricio acabó abrazando a su hermana pequeña. 

 

— Estoy feliz de verte después de tanto tiempo. — Le habló Patricio, meciéndola en sus brazos y besándola en la cara. — Pero, no hagas siempre caso a lo que Paloma dice. Ella es una mujer insoportable. 



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En el texto hay: romance, amor, embarazada

Editado: 28.08.2023

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