Esther embarazada del amigo de mi hermano

3. Las compañeras de piso.

Esther se lavaba las manos en el lavabo del baño femenino del aeropuerto cuando el teléfono de su hermano Abraham sonó. 

Tomó un poco de papel de manos y se las secó mirando luego el teléfono móvil. En él había un mensaje de texto. 

 

«¿Dónde mierda estás? Habíamos quedado y no has aparecido».

El mensaje lo había enviado un tal Paolo Stone y obviamente estaba dirigido a su hermano. Debía de ser un amigo o tal vez su pareja. 

 

— ¿Esther, te queda mucho dentro? — Patricio le habló desde afuera del baño. 

 

— No, ya salgo. — Contestó Esther, guardando el teléfono móvil en su bolso y decidiendo olvidarse del mensaje. 

Cuando salió del aseo su hermano Patricio la tomó de los brazos haciéndola caminar. 

 

— ¿Y qué es lo primero que quieres hacer ahora que por fin estarás viviendo sola y sin nadie de la familia que te ordene lo que tienes que hacer? — Preguntó Patricio y ella lo miró sin una respuesta. — Esther, dime y lo haremos. 

 

— ¿Lo primero que quiero hacer… ? 

 

— Sí. — Asintió Patricio. 

Esther sonrió. 

 

 

Patricio le compró a su hermana un helado de chocolate, era lo primero que ella quería hacer, comerse un helado, una cosa totalmente distinta a lo que él se estaba refiriendo. 

 

— Pensé que lo primero que querrías hacer sería algo más grande, no comerte un helado. — Le habló Patricio y su hermana sonrió. 

 

— Papá no me permite comer helado, dice que no debemos dejarnos llevar por la gula. — Contestó Esther. — Abraham me llevaba a comerlo cuando estaba en casa. 

Patricio posó su mano en la cabeza de su hermana, prestando de nuevo atención al desastre que le hicieron en el cabello. 

 

— Ahora seré yo quien te los compre. Así que olvidémonos de Abraham. 

Lidia se acercó agarrándose al brazo de su novio y Esther se quedó mirándolos. 

 

— ¿No deberíamos llevarla a su nuevo hogar? — Preguntó Lidia. — Las chicas con las que vivirán la están esperando. 

 

— ¿A mí? — Preguntó Esther.

 

— Sí, una de ellas es mi hermana. — Lidia soltó el brazo de Patricio y agarrando a Esther la hizo caminar hacia el coche. — Es con ella y con sus compañeras de universidades con quien vas a vivir. Será bueno para ti conocer a otras chicas de tu edad. 

Patricio caminó detrás de ellas, esperando que su hermana se adaptara a la vida universitaria. Esther siempre había estado bajo la protección de sus padres, y su padre era un hombre que pensaba que las mujeres solamente debían casarse y obedecer a su esposo. 

 

 

Cuando Esther se presentó delante de sus compañeras de apartamento su hermano, obligado por Lidia, la dejó sola con ellas. 

 

— Espero que nos llevemos bien. — Habló Esther a sus compañeras de apartamento. 

 

— Puedes contar conmigo para lo que sea. — Le dijo Moira, la hermana de Lidia, que la tomó de una mano. — Y también con las demás, ¿verdad, chicas? — Miró a las otras. 

 

— Sí, siempre que nos invites a tomar una copa. — Respondió Dayana. 

 

— No seas así. — Protestó Amapola. — Las cuatro viviremos juntas a partir de ahora. 

Dayana puso una mueca.

 

— Ya lo sé, solo digo que las cuatro podemos salir a tomar algo y conocernos mejor. — Aclaró. 

Moira sonrió y miró entonces a Esther. 

 

— Te enseñaré la habitación. — Le dijo Moira, tirando de la mano de Esther, pero ella reaccionó al acordarse de su maleta. 

Soltó la mano de Moira y agarrando el asa de la maleta fue detrás de su compañera de apartamento. Moira la llevó hasta el dormitorio que compartiría las dos, allí había unas literas. 

 

— ¡Nosotras nos vamos! — Se despidió Dayana desde el salón comedor. 

 

— ¡Vale, chicas! — Respondió Moira, luego colocó su mano sobre la litera superior y le dijo a Esther. — Mi cama es la de arriba. Y ese escritorio vacío es el tuyo, también… — Se acercó hasta un armario con doble compartimento. — Esta parte del armario también es tuya. 

Esther asintió, echando un vistazo al dormitorio que compartiría con Moira. Un dormitorio amplio y con buena luz. Era agradable. 

 

— Gracias por enseñarme el dormitorio. — Le agradeció Esther. — Todo es muy bonito. 

No dijo nada más ya que Moira se le acercó con una sonrisa, colocando las manos en sus brazos. 

 

— Pronto puede que seamos familia, ya sabes, tu hermano y mi hermana están en una relación seria. — Comentó Moira. — Así que si tienes alguna duda sobre algo, solo dímelo. Te ayudaré en todo lo que pueda y también te enseñaré la ciudad lejos del campus, no lo pasaremos muy bien. 

Le sonrió amistosamente y Esther asintió. Para ella no era tan fácil, no sabía si podía confiar, además… Tampoco debía portarse como lo hacían las demás chicas, pecadoras que acudían a la Universidad y que se dejaban llevar por el alcohol y la lujuria… Eso estaba lejos de su Dios. 

Era lo que su padre y su hermano Francisco le decían siempre, para asustarla y alejarla de las cosas naturales de la vida. Pese a su juventud, Esther vivía la vida de una señora mayor. 

 

— Bien. — Dijo Esther. 

Moira sonrió tomando de la silla de su escritorio su bolso. 

 

— Tengo que irme, nos vemos a la noche. — Le despidió, marchándose hacia la puerta de la habitación. — Te quedas en tu casa. 

Esther asintió y echó un nuevo vistazo por el dormitorio compartido. 

 

 

Cuando Esther colocó sus pocas cosas en el dormitorio seguía sola en el apartamento, así que salió sola a dar una vuelta por el vecindario. 

Lo primero que vio al salir del edificio fue a una pareja sacándose una fotografía con un teléfono móvil y mostrando su amor con un beso. 



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En el texto hay: romance, amor, embarazada

Editado: 28.08.2023

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