Era domingo por la mañana y Esther había ido a la iglesia como hacía todos los domingos. Pero, aunque su cuerpo estaba presente, sus pensamientos se encontraban en otro lugar.
— Hola, guapa. — Oyó a su lado y Esther se sobresaltó cuando Paolo se sentó a su lado con cara de felicidad.
Paolo era una persona demasiado traviesa, ¿cómo no se iba a presentar en la iglesia?
— ¿Qué haces aquí? — Susurró Esther y Paolo simplemente sonrió. — Oye.
Las personas a su lado los miraron y Esther se calló avergonzada. Paolo se inclinó hablándole al oído.
— Como me estás evitando, no he tenido más remedio que buscarte donde seguramente no puedes escapar lejos de mi.
Esther se sonrojo deslizándose por el banco lejos de él, pero Paolo se aproximó de nuevo a ella, tomando también su mano.
— ¿Pero qué haces?
Esther quiso soltarse, aterrada por su comportamientos.
Nuevamente obtuvieron las miradas de desagrado de las personas que estaban a su lado. Paolo que les devolvió la mirada, les sonrió descaradamente.
Cuando la misa acabó, Esther salió de la iglesia siendo seguida por persistente Paolo.
— ¿Comemos juntos? — Le preguntó Paolo, poniéndose frente a ella.
Esther se paró dando un paso atrás. No comprendía porqué el amigo de su hermano la estaba siguiendo, ¿solo por qué le gustaba?
— No puedo, tengo que ayudar en el comedor social de la iglesia. — Dijo Esther, tomándose de las manos.
— Y yo ayudaré. — Oyó Paolo a Eric que apareció de la nada.
Paolo se irritó al verlo. ¿Por qué ese capullo ayudaría en el comedor social de la iglesia?
— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Paolo serio. — No te veo devoto.
— No hables así, Paolo. Eric solamente quiere ayudar y a mí me alegra que lo haga. — Habló Esther y Eric asintió con una sonrisa de satisfacción, tanto que se le veían los dientes.
— Me encanta ser servidor de Dios. — Pronunció Eric.
Esther vio que la estaban esperando, así que avisó a Eric de que debían irse ya. Eric asintió y cuando se iban a marchar Paolo tomó la mano de Esther.
— ¿Puedo ayudar entonces yo también?
En el comedor social de la iglesia, Esther, que ayudaba sirviendo la comida, miró a Paolo de una mesa a otra colocando botellas de agua.
— Gracias, muchacha. — Le dijo un anciano agradecido y Esther le dedicó una cálida sonrisa.
El comedor era visitado por muchas clases de familias que pasaban un mal momento.
— ¿Por qué no descansas un rato? — Le recomendó a Esther uno de los ayudantes del comedor, tomando su lugar.
Esther se apartó mirando de nuevo a Paolo que ponía empeño en lo que hacía, y cuando un trabajador del comedor social le pedía que hiciera algo, él rápidamente ayudaba.
— Está poniendo mucho esfuerzo en lo que hace. — Habló Eric. — Se nota lo interesado que está en ti.
— Yo no creo que sea eso. Puede que le guste ayudar a los más necesitados. — Divagó Esther. — No tiene nada que ver conmigo.
La chica seguía mirando a Paolo, siendo ahora rodeado por un grupo de niños a los que les entregaba dulces.
— Sigue pensando así, pero la verdad es que nunca había visto al imbécil de Paolo actuar por caridad. — Dijo Eric. — La única caridad que hace es con él mismo.
— Mueve el culo. — Gruñó Abraham, que se acercó a ellos dándole a Eric un paquete de botellas de agua.
Eric arrugó el entrecejo, molesto por la aparición del hermano de Esther.
— No debería mencionar aquí esa parte del cuerpo. — Regañó Esther a su hermano Abraham. — Y no trates malhumorado a las personas.
Eric asintió al lado de su amiga Esther, apoyando todo lo que ella decía. La educación sobre todo.
— Ya veo que estás de su lado. — Contestó Abraham serio, viendo que Eric no se movía del sitio. — Estamos aquí para ayudar.
— Abraham. — Oyeron a Geovany, el novio de Abraham, que como él estaba ocupado entrando paquetes de agua. — Eric, muévete.
Eric se marchó entonces hacia dentro, para llevar el paquete de agua al almacén del comedor social de la iglesia.
— Amor, quiero decir, amigo, te presento a mi hermana. — Los presentó Abraham. — Esther, él es la razón por la cual estoy fuera de la familia.
— Encantada de conocerte, gracias por cuidar de mi hermano. — Le agradeció Esther y Geovany asintió.
— Es él quien cuida de mí. — Respondió Geovany.
— Eso no lo creo. Abraham es un desordenado y nunca se acuerda de comer. — Contó Esther la realidad de su hermano. — Saber que mi hermano Abraham no está solo, me tranquiliza.
Abraham miró a su pareja y a su hermana menor, a primera vista parecían que ambos se llevarían bien.
— Mi familia lo quiere demasiado, más que a mi hermano Paolo. — Contestó Geovany, dirigiendo la mirada a Paolo que se lo pasaba bien repartiendo los dulces a los niños.
Esther echó también un vistazo, lamentándose de lo que ocurrió entre ellos dos.
Paolo se tomó un descanso para fumar un cigarrillo. Se encontraba molesto porque Eric andaba incansable detrás de Esther.
— No debería fumar. — Le dijo Geovany, quitándole de la boca el cigarrillo.
Paolo sonrió con gracia, si supiera que Abraham también fumaba, ¿qué cara pondría su hermano?
— Es mi problema. — Le contestó Paolo, recuperando su cigarro y poniéndoselo entre los labios. — Mejor cuida de tu novio y déjame tranquilo.
Geovany frotó el cabello de su hermano y caminó hacia dentro del edificio.
— Eres mi hermano y por deber tengo que preocuparme por ti. — Lo oyó decir mientras desaparecía por la puerta. — Es ley de vida.