Esto es guerra

1. El beso de Judas.

Muchas personas dirían que a mis 21 años estaba viviendo la mejor etapa de mi vida.

 

Era joven, una familia aunque disfuncional me quería y un futuro asegurado como una de las herederas de un imperio gastronómico que con mucho esfuerzo mí padre había construido y no tenía grandes preocupaciones.

 

La gran mayoría creería que alguien como yo que había nacido en una "cuna de oro" tenía todo servido. Pues lamentaba desilusionar a esas personas, ya que las cosas no siempre habían sido tan fácil para mí.

 

No desde que mi madre murió a causa del cáncer cuando yo era tan solo una adolescente y nos dejó solos a mí padre y  a mí. Para mí la etapa del duelo fue una de las peores de mi vida sin embargo para el está fue más corta y un poco más llevadera. Todo pasó tan rápido que aún me cuesta trabajo comprender cómo fue capaz de reemplazarla tan fácilmente.

 

Fue como si un día se hubiese levantada de la cama y hubiese decido encontrar una nueva esposa para que llenará el espacio vacío que había dejado mí madre. Y lo hizo. Solo que ella añadió un integrante más a la familia. Lucas. Su hijo adolescente de 17 años cuyo único propósito en la vida era hacer de la mía una miseria.

 

No me malinterpreten, no es que no estuviese agradecida o entusiasmada ante la idea de recomenzar una familia nuevamente, después de todo cuando mamá se fue se llevó la toda la alegría que había en nuestro hogar, y Lauren, la nueva esposa de mi padre era una mujer realmente buena. Ella no era el problema. En cambio su hijo, bueno eso era otro cantar.

 

Aún recuerdo cuando en el medio de la noche irrumpía en mí habitación para que lo dejara entrar a casa luego de que llegase ebrio de fiestas.

La conversación que manteníamos que no solía durar más que unos pocos minutos y siempre giraba en torno a lo mismo. Su necedad a la hora de ver el estado crítico en el que venía noche tras noche y mi complejo de hermana mayor, queriéndolo hacer cambiar de opinión, porque dentro de mí, aunque quisiese negarlo, me preocupaba por él.

Y no  como una hermana,  o mejor dicho una hermanastra, no. Verán, en mi ADN corría esa misma buena virtud que tenía mi madre de ver y creer lo mejor de las personas. A veces eso daba buenos resultados, otras tantas me generaba grandes dolores de cabeza, como en este caso.

Yo sabía que no había nada malo en Luke, era un chico que quería disfrutar del último año de su adolescencia antes de entrar al cruel mundo de la adultez, supongo que yo terminaría haciendo lo mismo que él, y es por esa misma razón que llegaba a creer que sus acciones lejos de ser malintencionadas no eran más que un cúmulo de decisiones mal tomadas. Sabía que era un chico tierno por la forma en la que trataba a su madre y que siempre estaba presente para las personas que quería. Y esas eran una de las pocas cosas que había aprendido al observarlo, lo que fue en este caso mi peor error.

Verán, cuando una es adolescente sus hormonas son básicamente las que controlan el resto de su cuerpo y ante la más mínima muestra de atención de un chico a nosotras este pasaba a ser el centro de nuestro universo, y a veces no éramos lo suficientemente cautelosa a la hora de elegir de quien nos enamorábamos.

Cosa que me pasó a mí. Créanme que yo no elegí enamorarme de Luke. Sabía que estaba mal, era mi hermanastro, y a pesar de que no había un lazo sanguíneo que nos uniese estaba al tanto de que no era algo que sería fácilmente aceptado por la sociedad.

Es por eso que durante años mantuve ese secreto en silencio, y la  razón por la cual le permitía a él que entrase por mi ventana al llegar de las fiestas.

Todavía recuerdo la última charla que mantuvimos antes de que la realidad me golpeara de frente.

 

— ¿Sabes?—  mascullé haciéndole espacio en mi cama—  Puedes probar por entrar la puerta como una persona normal. Aunque viéndote en este momento me doy cuenta de que eso debe ser muy difícil para ti.

 

— ¿Por qué soy extremadamente maravilloso y algo fuera de este mundo?

 

— No. Porque tú no eres una persona normal, y no porque eres alguien extremadamente maravilloso y fuera de este mundo o poco ordinario. Sino porque teniendo en cuenta el estado en el que sueles llegar a casa, a duras penas puedas encontrar el picaporte.

— Auch, eso duele— ¿Aunque sabes que es lo peor? ¿Y qué dolerá más?— preguntaba sus oscuros ojos marrones sobre los míos.

En esos momentos agradecía que no pudiese verme a la cara, de otra forma podría darse cuenta de lo mucho que sus palabras, sus gestos, su voz, todo en el en realidad me afectaban. No podía quedar en evidencia, y es por eso que ante cualquier intento de cercanía con Luke, trataba de mantenerme lo más neutral posible, construyendo una especie de cerco entre él y mis sentimientos.

Lo que yo no sabía era que Lucas era mucho más inteligente de lo que pensaba, y se había dado cuenta quizás antes que yo como me sentía respecto a él, usando eso a su favor.

— Eso es la triste verdad, Ella. Es una pena que seas tan despierta para algunas cosas y para otras, bueno te cueste pensar con claridad, sino te conociera tan bien llegaría a creer que tienes una venda en los ojos o que eres realmente ingenua. Porque si crees que tienes chances conmigo, pues déjame ser yo quien te de la mala noticia: no será así. Para mí no eres más que una renacuaja que intenta a todas cosas y sin éxito llamar mi atención para que me fije en ella. Lamento que eso sea así, porque yo, Lucas Sheffield, jamás pondría sus ojos en alguien como tú—  me miró de arriba abajo— O tal vez cuando seas más grandes, tal vez para ese momento nuestros padres se hayan divorciado y lo nuestro pueda ser posible—  se quedó en silencio y pasó una mano por mi cabello—  Solo bromeo— agregó soltando una gran carcajada. Preferiría morir a terminar caminando por la calle de tu mano. Ahora deja de llorar y duerme, reina del drama— ordenó inclinándose para besar mi frente.



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En el texto hay: hermanastros, tragedia, amor

Editado: 28.12.2021

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