Escuché con atención los pasos de Noa bajando por las escaleras. Cuándo el sonido dió por terminado me acerqué al borde y me asegure de que no estuviera por ningún lado, aquéllo que había dicho era demasiado bueno para ser verdad; ¿sería cierto? Por fin dejaría de ser un obstáculo más en mi vida, la verdad lo dudaba mucho, tal vez en par de días volvería con sus insistencias; pero el creer que por fin había entendido mi ultimátum me hacía sentir un poco más tranquila.
Cuándo por fin no lo vi por ninguna parte me volvi a Tyler, quién observaba cada uno de mis movimientos recostado contra su puerta, con las manos en sus bolsillos.
—¿Que te parece conejito? —comentó fijándose en mi vestuario de pies a cabeza, que básicamente consistía en su camisa y mis pies descalzos, juntó con mi uniforme todo enrollado.
—¿a que no me merezco un besó? —habló juguetón, con esa típica sonrisa de superioridad.
Me alarme un poco, sin embargo, respire profundo intentando guardar la compostura.
—Lo que te mereces es un puñetazo en la cara —mis palabras enseguida parecieron cumplir mi objetivo inicial, captar su atención.
—¿No era lo que querías? ¿que te dejará en paz?
—Si, pero ahora va pensar... no se, que nos acostamos o algo por ese estilo y... —su sonrisa paso a un segundo plano siendo remplazada por un ceño totalmente fruncido.
—¿Porque debería importarte lo que piense de ti alguien que se acostó con tu hermana? —mordi mi labio nerviosa y lista para contra atacar, pero la realidad es que nunca salieron palabras hirientes contra el. Porque era cierto. Aquéllo era verdad.
—Bueno de igual manera gracias por liberarme de el —me dio la espalda mientras habría un poco su puerta.
—Solo recuerda que esta es una tregua, no deberías agradecer. Recuerda que yo también me estoy beneficiando de todo esto —entonces me encogi de hombros.
—Esta bien. ¿Y como piensas cobrarme el favor? —y díganme que tengo la mente completamente sucia, pero apenas termine de decir esta frase mi mente penso en lo que había pasado la noche anterior, y sin ni saber en que momento paso mis ojos ya estaban sobre sus labios.
Me reprendi a mi misma por pensar de esta manera, y es que a mí esto no me hacía ni pizca de gracia.
Maldito por besar tan bien.
Entonces su mano me acorralo contra su puerta, inclinandose lo suficiente como para hacer que la mí cabeza chocara despacio contra la puerta, entonces esta vez me atreví a sostenerle con algo de incertidumbre la mirada.
—Ya veremos. Pero de que me lo pagas, me lo pagas, conejito.
Respire con mucha dificultad, lo miré un par de veces. Pero y sin pensarlo.
Levanté mis manos por todo su pecho, sorprendiendolo enseguida, por supuesto. Hasta llegar a su cuello y atrayendolo hacía mí. Su mano me apretó con fuerza de la cintura y la otra me tomo del cuello, logrando ladear un poco mi cabeza para tener mi boca a su antojó, y no me importaba. En ese momento podría hacerme lo que el quisiera y no me negaría.
Apenas rozo sus labios contra los míos con suavidad. Como si de alguna manera supiera lo mucho que me gustaba y necesitaba esto y quisiera torturarme.
Entonces su mano se deslizó de mi cintura hasta mi muslo haciendo presión sobre el inició de mi pierna, logrando apretarme contra su rodilla. No podría describir ahora mismo la sensación exactamente.
Agache un poco la cabeza, recuperandome del reciente choque eléctrico que acababa de experimentar y luego nuevamente lo miré.
Entonces en ese precisó momento escuchamos los pasos de alguien bajando por la parte de arriba. Nos separamos enseguida. Sintiendo casi un paro cardíaco en ese momento.
Enrrollarnos en pleno pasillo de nuestro edificio no era para nada una buena idea.
Era la señora Chesterfil, una pequeña anciana quién siempre iba acompañada de su perro. Era nuestra vecina del piso de arriba, del últimos piso mejor dicho. Se giró a mirarnos con un pequeño saludo —buen día jóvenes —por mi parte le devolví una sonrisa forzada, pero por el susto del momento ni siquiera me giré a mirar a Tyler.
—Buen día señora Chester.
Tyler solo asintió con la cabeza. Era casi como si no le importará que habíamos estado a poco de haber sido descubiertos.
Entonces la anciana se giró a mirarnos a ambos, y una expresión de sorpresa era lo unico que inundaba su cara. Me sentí pequeñita de la vergüenza al darme cuenta que su vista estaba puesta en lo que llevaba puesto.
Sin embargo no dijo nada, simplemente siguió su caminó hasta llegar a el ascensor con la correa de su perro entre sus manos.
Cuándo nuestras miradas nuevamente se cruzaron fui consiente de todo. De malditamente todo. Estábamos en los pasillos de los edificios, pero eso no era lo peor. Estos lugares estaban llenos de cámaras. ¡¡¡¿Pero que jodido problema tenía en la cabeza!!!? De inmediato un calor insoportable, claro que para nada comparable al de la noche anterior se hizo presente.
—Nos vemos —habló con su característica serenidad.
—Bueno... pues yo... nos vemos —terminé diciendo, sabiendo que probablemente había fracasado enormemente al tratar de imitar su tranquilidad.
Seguí caminando hacía atrás, hasta toparme con mi puerta. La cuál inicialmente había logrado abrír pero al parecer el mismo viento o no se que había logrado cerrar nuevamente.
Puse mis llaves y cuando por fin el manubrio giró, entre con brusquedad y la cerré de un solo portazo gracias a los nervios.
Apoyé mi espalda contra ella y cerré mis ojos, casi sintiendo mis piernas temblar.
¡Había tomado la iniciativa!
Nadie mas que yo lo había tomado del cuello y lo había atraído hacía mí.
¿En que mundo vives Kelsie? —me regañe mentalmente.
Todavía sin pensar que todos fuera real logré caminar por el pasillo con intención de llegar a mi sala. Debía sacar de mi cabeza esas imágenes: yo tomandolo del cuello, el atrayendome por la cintura, yo pidiendo más que simples roces de labios, las cámaras, su rodilla contra mi entre pierna en un lugar público, la cara de la señora Chester... inclusive recordé su tatuaje. Era tan vergonzoso.