Pasaron unos días desde que Mozu actuó como un guerrero del adversario, preocupando a algunos guardias de aquella isla, sin embargo, Ibara dudaba de ello y tenía sospechas de que Mozu estuviera coludido con el enemigo, así que sin más, como todas las noches, se iba a la choza del gran cabeza a pensar, pero esta vez tenía otro objetivo.
«Finalmente volviste a tu estado de piedra»pensó Ibara con tranquilidad acercándose a la estatua de Nyoko. Tocando con fina delicadeza su rostro, recordando así el día de su encuentro.
Ese día todo parecía perfecto, habían logrado que su fuerza de combate detuviera satisfactoriamente el ingreso del enemigo, sin embargo, cuando estaban por ir a examinar el barco con los demás, Kisame le reportó su milagroso hallazgo.
«Se supone que era una simple mito»cuestionó incrédulo en sus pensamientos antes de seguir a Kisame hasta un lugar apartado. Ante sus ojos estaba la prueba fehaciente de aquel cuento e Ibara estaba estupefacto ante la incinciente mujer recostada en la hierba.
A simple vista, era una chica común, sin embargo, los dos colores de cabello que tenía más parte de sus extremidades convertida en piedra; de no ser porque le faltaba una mano, creería que fuera la mujer del cuento.
—¿Qué hago con ella?—preguntó Kisame ante el silencio prolongado de Ibara.
—...Llevala a mi recinto—expresó recuperando la compostura—, aún no es momento de que los demás sepan de ella, conversaré con el cabeza de esta situación.
—Muy bien.
—No dejes que te vean—ordenó y Kisame asintió cargando a Nyoko, viendo cómo lentamente la petrificación avanzaba en su cuerpo.
Desde entonces, Ibara la tuvo bajo su posesión como pricionera, tratando de comunicarse con la 'deidad', pero, como era predecible, de los labios de ella no salían más que quejidos o una mirada de angustiante dolor, ya que con el pasar de los días, la petrificación en su cuerpo avanzaba cada vez más y más.
«De no ser porque eres una deidad, me hubiera encantado tenerte en el harén» fue el primer pensamiento que tuvo al ver esos hermosos ojos fucsias, la primera noche mientras acariciaba esa hermosa cabellera negra al darle un poco de agua y comida.
Sin embargo, no podía tenerla ahí consigo eternamente, por lo que a la tercera noche, ya estaba en el recinto del cabeza, justo unos pasos atrás apoyada en aquella pared. Sin imaginar que las tres chicas integradas recientemente al harén, serían las infiltradas, causando todo lo acontecido.
Luego de todo lo acontecido, el ver qué Nyoko estaba completamente en piedra, alivió un poco su conciencia. Porque lo que haría a continuación, sería imperdonable y posiblemente, le caería la maldición de la deidad.
—Es mi única salida—susurró por lo bajo—, el enemigo está cerca y esto solo es por protección ante mi plan de contrataque, adiós.
Fueron sus últimas palabras antes de alzar su arma, tenía que actuar rápido, la guerra con el enemigo estaba a flor de piel y aunque tenían el arma petrificador a su favor, no podía permitir ningún descuido, de lo contrario sería su fin.
(***)
El impactar al duro suelo de la embarcación, fue muy doloroso para Nyoko. El enemigo había logrado lanzar su ataque y lo único que pudo hacer fue lanzar por la borda a dos de sus niños minutos antes de que el rayo la tocara, tanto a ella como a los demás en el barco. En ese instante sintió un escalofrío al sentir el impacto del poder de aquella arma, pero lo que más le perturbó, fue ver que seguía respirando mientras un dolor punzante la carcomía por dentro al ver sus manos petrificadas y como una de ellas se había desprendido de su cuerpo.
Todo el cuerpo le empezó a temblar teniendo un déjà-vu, junto a un miedo abrazador recorría como adrenalina en su cuerpo incapaz de poder moverse, empezando a recordar todo su pasado de golpe.
Las sombras tenebrosas cobraron forma a cinco hombres que la habían arrasado de su familia hasta una isla desértica junto a la mujer pelirroja que toda lastimada que le decía que corra minutos antes de ser ejecutada ante sus ojos, escondiéndose en una de las cuevas antes de que el mundo fuera petrificado, llorando cada noche por el dolor de sus extremidades y como el cálido rostro de un hombre de cabellera banca con las puntas degradadas en gris, hizo que sintiera una paz momentánea antes de convertirse en piedra.
Poco a poco Nyoko empezaba a perder el conocimiento, y lo último que pudo recordar, fue la encantadora sonrisa de Ryusui y lo importante que fue en su vida.