—Nyoko.
La mencionada abrió los ojos sorprendida e incrédula a lo que presenciaba, acaso... ¿Había estaba escuchando?
—Nyoko.
Volvió a escuchar que la llamaban, rápidamente se giró sorprendida buscando a su interlocutor, apreciando así que ya no se encontraba en aquella isla, si no, en un campo lleno de lirios rojas, escuchando a su vez el cantar de los pájaros.
Anonadada de todos los sonidos a su alrededor, Nyoko sollozo de alegría, está era la primera vez que en muchos años oía. Y aunque había la posibilidad de que todo esto fuera un sueño, deseaba poder disfrutar de este momento unos minutos más.
—Nyoko—volvió a llamar la misteriosa persona a sus espaldas, está vez, era más cercana que las dos anteriores, por lo que volteó a verlo.
Todos los sonidos quedaron absortos ante la presencia de aquel conocido hombre. Aquel con quién anhelaba ver una vez más su cálida sonrisa, sus cabellos dorados al bailar en la brisa marítima y esos ojos azules como el océano que la cautivo en sus primeros días en la aldea Ishigami.
Frente a ella estaba su amado Onix con su típica sonrisa que la miraban con esos mismos ojos amorosos que le dedicaba en cada noche de su día a día.
—Ha pasado mucho tiempo, Nyoko—habló suavemente extendiendo sus brazos.
Nyoko no lo pensó dos veces antes de abalanzarse a su amado, provocando que ambos cayeran sobre los lirios mientras ella soltaba todo aquel llanto reprimido de años; recibiendo pequeñas carias en su cabello por Ónix.
—Yo igual te extrañé—susurró Ónix minutos antes de que sus miradas se enlazaran—No tenemos mucho tiempo, en unos minutos más volverás con ellos.
Nyoko asintió sin dejar de ver esos ojos azules, era más que obvio que está no era realidad, pero aún así, se alegraba infinitamente de poder ver esa sonrisa hipnótica que la enamorada día tras días, sintiendo actualmente, un pequeño hormigueo en la punta de sus pies. Su tiempo para volver con sus amigos, estaba cerca.
—Tengo dos ofertas que darte—dijo después de que ambos se incorporasen y se sentasen uno enfrente del otro—, la primera es que al volver puedas oír pero, no recordarás nada ni a nadie de tus amigos—hace una pequeña pausa—y la otra, es que recuerdes absolutamente todo, pero seguirás sin poder oír.
El poder escuchar era una oferta muy tentadora para Nyoko, aunque el solo hecho que olvidaría a sus amigos, se le rompía el corazón, no podría no imaginar el impacto que provocaría en ellos, en especial a sus niños. Por otro lado, el recordar toda su vida antes de llegar a la isla alegraría tanto a ella como a los demás, incluso, podría llegar a reencontrarse con su anterior familia, sin embargo, también estaba el hecho que recordaría las cosas espeluznantes que en raras ocasiones la atormentado al tratar de recordar su anterior vida.
Ante la difícil decisión, Nyoko inhaló profundamente, meditando unos segundos, visualizando a Kokuyo y sus palabras de aliento para ella. En ese instante supo que opción tomar.
—¿Segura que es lo que quieres?—Nyoko asintió y Ónix asintió respetando su desición—, es hora volver—susurró, levantándose ambos del pastó—, me encantó estar este tiempo contigo—dijo con su típica sonrisa—, y hazme un favor, no alargues más el sufrimiento de ese chico—solicitó con una sonrisa más larga mientras un sonrojo se apoderaba del rostro de su amada, ya que ambos sabían perfectamente a quien se refería—, no te preocupes por mí, lo nuestro perdurará para la eternidad, pero ahora es momento de que adejes florecer ese nuevo amor, Nyoko.
Con esas últimas palabras, los amantes se despidieron con un fuerte abrazo el cual ninguno de los dos quería soltar y con lágrimas surcando sus mejillas, realmente ninguno de los dos quería que este encuentro acabara, por lo que que, fugazmente, se dieron un último beso antes de que todo fuera desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos.
(***)
Tras un largo y oscuro silencio, Nyoko estaba absorta en la paz que su cuerpo y mente sentían, pero inesperadamente, sintió que se estaba quedando sin aire, por lo que instintivamente, inhaló una gran bocanada de aire, abriendo los ojos de par en par, apreciando, gradualmente la luz y el lugar de su entorno, desconcertada y paniqueada, miró por todos lados, dándose cuenta que estaba en un lugar diferente, su vista logró apreciar el rostro de un joven que estaba frente a él junto a una multitud a una distancia prudente a ellos.
Senku al ser el único que estaba frente a su amiga, con un ademán de mano indicó que no se acercarán; algo grave estaba pasándole a Nyoko y no sabía con certeza lo que pasaba en la mente de su amiga.
Los hermanos, que fueron retenidos por Nikki y Magma, miraban temerosos la escena, sin embargo, cuando Nyoko volteó a verlos con curiosidad, su rostro se enterneció ante ellos, quienes se sacaron del agarre de ambos adultos corriendo a abrazar a su madre con los ojos llenos de lágrimas.
Nyoko, abrazó y acarició los cabellos de cada uno de sus niños mientras que sus amigos expectantes se alegraban del retorno de su amiga.
Senku sonrió aliviado al ver que todo está bien con Nyoko. Luego de unos minutos más, los niños poco a poco se separaron de su madre, dando pase a Senku, quien al cruzar mirada con ella. Perdiéndose en esos hipnoticos y profundos ojos futsias en el cual reflejaban el cálido cariño que se tenían.