—¡Senku!¡Tsukasa!—gritaron Kohaku y amigos corrían a su rescate, a la vez que Nyoko sujetaba a Mirai mientras sus ojos veían como Hyoga se lanzaba al río del cual segundos antes, habían caído Tsukasa y Senku.
Nyoko no podía creer lo que veía, ¿Cómo es que llegaron a esta situación? Se preguntaba con lágrimas en los ojos pensando que no volvería a ver a su amigo.
Había pasado un día aproximadamente desde el acuerdo que ambos llegaron tras verse en un punto muerto en el que ninguno de los dos podía moverse. Tanto Nyoko como el resto de sus amigos, quedaron sorprendidos al descubrir que la razón por la cual Tsukasa odiaba el antiguo mundo, era por su pequeña hermana Mirai, la cual le habían diagnosticado muerte cerebral y solo se mantenía viva mediante un respirador. Tsukasa hizo todo en su alcance para ganar dinero para que no desconectaran a su hermanita.
El corazón de Nyoko se conmovió y una gran nostalgia la abordó cuando vió como ambos hermanos se encontraban y se abrazaban, segundos después de que Mirai hablara. Todo este tiempo Tsukasa nunca perdió la esperanza de salvar a su hermana; mismo sentimiento que Kohaku se vió reflejada al recordar como día a día ella cargaba con el agua para su hermana.
Las lágrimas no pudieron evitar recorrer las mejillas de Nyoko, una familia reunida hacia que el corazón de Nyoko volcara a la nostalgia, miranda al cielo recordando como Ónix le daba la bienvenida a su nuevo hogar mientras le extendía su brazo para que así pudieran entrar a la casa, donde la sonrisa de tres maravillosos nenes le iluminaban su vida junto a una dosis de sustos de cortesía de Magma.
Pero lo que parecía ser un final feliz para esta guerra, resultó ser un vil engañó al presenciar como de sus manos se escapaba aquel dulce y cálido momento, transformándose en uno amargo y lleno de desesperación al ver como los tres eran llevados de la corriente lejos de ella, recordando así el día en que tuvo aquel fatídico accidente con su amado Ónix.
—¡Te tengo!—grito Ónix atrayendo con fuerza el cuerpo de Nyoko al suyo tras caer de la embarcación, ese día, la corriente del río había crecido, fue una mala desición el querer ir por un nuevo canal que vieron el otro día.
—¡Ah!—quejó Nyoko tras su espalda ser golpeada por unas de las piedras, una cascada estaba a unos metros de ellos.
Nyoko pudo sentir como Ónix era herido de igual forma que ella por las piedras y las ramas que llevaba el río.
Parecía que ese día ambos ya no regresarían a la aldea, por lo que cuando estaban por caer por el río.
Ambos se miraron y Nyoko pudo apreciar que su amado había sido herido en un ojo, por lo que en ese fragmento de segundos, ambos se unieron en un beso cayendo por aquella cascada, donde Ónix se giró recibiendo el impacto de ambos ante la larga caída.
Ese día, Nyoko nunca creyó que sería la última vez que vería con vida a su amado, ni tampoco la última vez que interactuarían y se abrazarían ante un nuevo amanecer.
Lágrimas corrían por el rostro de Nyoko, el shock no le permitía moverse, quería ir tras Senku y salvarlo a él y a Tsukasa, no era justo que ambos hermanos, tras estar separados por varios años, terminará de ese modo. Así que preparándose para ir tras ellos, unos brazos le rodearon por su espalda, evitando así que hiciera una locura, volteando a ver y para su sorpresa, era Taiju quien la detenía quien daba un asentimiento de cabeza antes de dirigirse a ella.
—Nos dividiremos en dos grupos—dijo mientras Nyoko le miraba atentamente para así entender con mayor facilidad sus palabras—, nosotros seguiremos la corriente del río por tierra mientras el otro grupo va por el río.
Si Nyoko quería ser de ayuda, tendría que acatar la orden para así llegar cuanto antes hacia donde ellos habrían llegado.