—No vuelvas a hacerlo —su voz salió entrecortada, su respiración irregular, los ojos fijos en aquellos labios rojo frambuesa, debía apartar su vista de esa tentación, no quería. Mirar no era pecado, Tú no solo quieres mirar.
Sol no quitaba la vista de él. Quería ver algo en esos ojos casi celestes.
—Esto es un error —vociferó quitando abruptamente los delgados brazos de su alrededor—, esa noche fue un error. —Se alejó—. Un error por no ver bien lo que colocan a mi bebida, un estimulante es más fácil de comparar de lo que pensé —sono enojado, bien, debía concentrarse en ese sentimiento y evitar profundizar en el cosquilleo de sus labios.
—Linda teoría —hablo después de unos segundos, ese beso la descolocó, quería más—. Dirías cualquier absurdo para...
—Fiebre, nauseas, hipotermia, cansancio y falta de concentración—enumeró, su voz no debió salir ahogada—. ¿Te suenan los síntomas? —le dio la espalda, debía volver a poner su cara de piedra, por su propio bien ¿Por su propio bien? Por el bien de Nicolás. Deja de preocuparte por él, preocúpate por ti—. La próxima vez que quieras drogar a alguien procura que sea más ignorante. —Debía salir de ahí, esas palabras resonaban en su cabeza. Solo fue un beso, maldita sea. No debía enloquecer por eso. No estaba enloqueciendo por eso.
—Yo no te drogue —sonó ofendida, estaba ofendida, la pelirroja trato de seguirlo, no lo dejaría escapar—. No lo necesite para...
—No se lo diré a nadie. —Se detuvo al escuchar suelas de tacón atrás de él—. Así que déjame en paz —ordenó con una voz que no se parecía en nada a la del hombre al que ella beso—. Una sola declaración y pasarás la noche en la delegación.
—No tienes pruebas —siguió acercándose hasta ponerse delante de él.
—¿Sabes quien soy? —Había arrogancia en esa mirada, ya la había visto en otra persona—. Mi palabra vale mi peso en oro. —Jacob no estaba exagerando—. Tú no eres nadie. —Se acercó—. Tu palabra no vale —susurró en su oído—. Tú no vales —afirmó mirándola como si fuera un insectito en la punta de su zapato.
—No valgo —sus manos de convirtieron en puños, arañando las palmas de sus manos para no explotar—. No valgo —repitió con una mueca, su sangre hervía, así que él creía que eso, bien, no lo sacaría de su error, no por ahora.
Escuchaba esos pasos resonando por el pasillo. Se alejaban más y más. Tenía la mirada fija en aquella silueta que se disolvía entre las sombras. Mordió su lengua para no explotar. Para no lanzarse sobre él y hacerlo polvo. Sol no era paciente. Sol no era obediente. Sol no era prudente. Sol era impulsiva. No quería tragar su rabia. Así no era ella.
—Recuerda esto Jacob —grito, al parecer escuchó pues las pisadas se detuvieron—. En menos de dos meses te tendré comiendo de la palma de mi mano —aseguró con los ojos en llama—, no hay nada que puedas hacer al respecto.
—Primero muerto, —Estaba regresando—, a volver a estar con una zorra. —Ella volvió a ver su rostro, muy contrario a lo que creyó, el tono del rubio era calmado, su caminar sobrio—. Y menos con una tan barata —colocó la palma de su mano sobre la mejilla de la pelirroja—. ¿Estas tan desesperada? Hay burdeles, no tienes porque...
—No vuelvas a repetir eso —dio un paso hacia adelante—. ¿Me oíste? —resoplo con sus labios tan cercanos a los de él que casi podía sentirlos, un besito, solo uno. ¿Haría daño? No importaba. Lo besó. Por más que Jacob trato sus labios no se quedaron quietos. Devoraban los de ella. Sabían exquisito. Los de ni otra mujer sabían tan bien. La cercó a ella. La envolvió en sus brazos. Mas cerca. Conmigo. No con él. La pelirroja se apegó a él. Su pecho subía y bajaba, su pulso estaba acelerado, su corazón palpitaba. ¿Palpitaba? No. Luego se asustaría. Ahora no quería pensar. Quería perderse en él. Con él.
Jacob tenía los ojos cerrados, aspiraba el aroma de la pelirroja, olía bien. Quería esto. Con ella. Solo con ella. No debió provocarlo. Ella no debió buscarlo. No debió tentarlo. ¿Tentarlo? No era un animal. Él podía controlarse, podía hacerlo. ¿Entonces porque no quitaba sus manos de ella? ¿Por qué la agarraba como si fuera un trozo de carne? Su trozo de carne. Basta. No quería pensar. Animal. Eso eres. Un animal primitivo. Rondaba por su mente como una tela de araña. Basta. Basta maldita sea. Él no no era esto. Abrió sus ojos de golpe y la alejo de sí. No caería. No con ella.
La pelirroja lo vio desconcertada. Sus pupilas dilatadas, mejillas rosadas, sus labios muy rojos entreabiertos, su pecho subiendo y bajando. Más de un suspiro saliendo de sus labios. Se acercó.
—No vuelvas a meterte conmigo —su voz era ronca la detuvo, los brazos rígidos del rubio, su rostro de piedra borrando cualquier rastro de excitación, le dio la espalda y comenzó a marcharse—. Si sabes lo que te conviene —mustió lo suficientemente fuerte para que la pelirroja oyera.
—¿Eso es una amenaza? —preguntó siguiéndolo, no podía besarla, amenazarla e irse ¿Quién se creía?.
—Si —respondió perdiéndose tras un pasillo
***
Sol tenía un mal sabor de boca. La rabia estaba por todas partes. Jacob la había despreciado. Genial. Esto ya sería personal. Camino por sobre los pasillos de la mansión. No sabía que estaba buscando. Primero tenía que calmarse, con las sangres llenas de ira fulminante no llegaría a ningún lado. Bueno. Ella no conocía la distribución de ese lugar, pero podía suponer, en su casa, las habitaciones de sus padres y las de sus hermanos estaban en la segunda planta, en la primero solo vivían los sirvientes y uno que otro huésped. Si se guiaba de eso, en la segunda planta debían haber las dos habitaciones de los mellizos. Subió sin ser vista. Se escondió tras una esquina la ver una silueta caminado y metiéndose a una de las habitaciones. Bien.
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Editado: 11.06.2022