Bueno, esto no estaba funcionado. ¿En donde demonios se habían metidos los padres de Jacob? Ella tenía acceso a la red satelital, tenía contacto. A su padre no era al único al que la gente debía favores.
—Por favor ¿Dónde están?
Los padres de Jacob era gente conocida. Gente como esa es fácil de rastrear, pero no, justo cuando los necesitaba parecía que la tierra los hubiera tragado. Genial. Cerro su laptop y comenzó a caminar en círculos en su cuarto.
Esto no estaba bien, en menos de dos horas el vuelo saldría. Jacob se iría por quien sabe cuanto tiempo. ¿En verdad lo ultimo que escucharía de él sería Asegura la puerta cunado salgas? No. Se negaba a creerlo. Tiro el cigarrillo de su boca, agarro su casaca, pateó las latas vacías de cerveza que estaban en el suelo. Si era honesta. El dolor era menos que la primera vez, no se podía dar el lujo de profundizar en ese dolor cuando su Jacob estaba a punto de irse con ésa a otro continente. ¿Quién sabría si volvería? Estaba exagerando, claro que volvería, ¿No es que él la aborrezca tanto para quedarse del otro lado del atlántico? Era absurdo. ¿Pero y si lo hacía? ¿Qué sería de ella? ¿Cuánto tiempo pasaría para que lo volviera a ver? ¿Si quiera lo volvería a ver? No. No se sumiría en una depresión, ya tendrá tiempo para eso después, ahora tenía que hablar con Jacob. Necesitaba hacerlo. ¿Qué paso con usar el viaje para olvidar a Jacob? ¿Tan rápido te olvidaste de eso?
No. Su plan no había cambiado, pero ella no iba a poder follar tranquila mientras supiera que una estúpida colegiala estaría todo el tiempo con Jacob. ¿Y si ellos compartía una misma habitación? ¿Si esa estúpida intentaba algo con...? Basta. Sus paranoicos celos debían detenerse o no saldría del departamento y no vería a Jacob. Al parecer su mente entendió, el resto del camino fue tranquilo, claro hasta que cuando toco la puerta de la mansión y la recibió una Camil muy contenta.
Estúpida.—Hola Camil —saludo con una amplia sonrisa, sus mejillas dolían, su corazón mucho más.
—Hola Sol, ven pasa. —Se alejo de la puerta—. ¿Nicolás no vino contigo? ¿Creí que nos veríamos en el aeropuerto?
—No, vine sola —respondió haciendo énfasis en la ultima palabra—. No te incomoda ¿O sí? —preguntó con una mirada penetrante y un tono para nada amistoso. Lo que daría por rasguñar esa detestable sonrisa.
—No para nada —negó—. Estoy encantada que estés aquí —su tono era amable y su voz suave—. ¿Quieres agua, un...
—No —sonó cortante.
—Bueno, yo subiré para terminar de alistar mi equipaje, si quieres acompáñame. —La pelirroja negó, no soportaría estar mucho tiempo con ésa en el mismo espacio—. O... puedes quedarte aquí —aviso un poco contrariada mientras se marchaba dando saltitos. Camil era feliz. ¿Por qué tenía que restregárselo en la cara?
La pelirroja camino hasta la segunda planta. Camino hasta estar frente a la recamara de Jacob. Respiro hondo. Poso su frente sobre la puerta. Jacob. ¿Qué posibilidad había que le abriera la puerta? Poso su manos sobre la manija. ¿Qué posibilidad habría en que se abriera? Para su sorpresa la puerta cedió, no estaba con seguro. Sus ojos quedaron abiertos de par en par. ¿Desde cuando la puerta de Jacob no estaba asegurada? ¿Estaba frente a la puerta correcta? ¿Por qué él tendería la puerta desasegurada? ¿Estaría esperando a alguien? ¿Estaría esperando a Camil? Su sangre hirvió. No. Él no esperaba a esa muchachita. ¿Por que lo haría teniéndola a ella? Por la misma razón que te boto hace dos días, solo para luego embarcarse en un viaje con esa muchachita. No entiendo como aún no te queda claro.
No haría caso a esa voz. Solo buscaba molestarla. Lo estaba consiguiendo. Movió la manija y entro. Vería el lado bueno de las cosas. Al menos ya estaba dentro. Cerro la puerta y estaba vez la aseguro. No quería que nadie más entrará. Al volver la vista no localizo a Jacob. Las maletas estaban al lado de la cama. Sus libros ordenados en el escritorio. Su tasa de café vacía. Poso las yemas de sus dedos por sobre borde la taza de porcelana. Jacob. ¿Por qué tomaba tanto café? ¿Cuántas tasas ya habría tomado al despertarse?
De pronto un sonido la saco de sus pensamientos. Volvió la cabeza hacia ese ruido. Trago grueso. Jacob. Jacob saliendo de la ducha con nada más que una toalla envuelta a la altura de la cadera. Se lamio los labios. Quería desviar la vista. No podía. ¿Acaso el amor era así? Ella no era ni una mujer inocente ni nada para avergonzarse al ver a alguien semidesnudo. Había visto cuerpos mejor trabajados y más fornidos. Pero Dios. Era Jacob. Su Jacob. Él podía vestir un saco de papas y aún así le seria atractivo. Límpiate la baba, ten un poco de dignidad.
Jacob estaba en blanco. Su mente estaba en blanco. De todas las personas que pudieron estar allí tenía que ser precisamente ella. ¿Qué acaso no había sido lo suficientemente claro? ¿Qué tendría que hacer para deshacerse de ella de una vez por todas? Quizá lo que dijo fue verdad, piénsalo, ella aún sigue aquí. No. No jodería su cabeza otra vez. No por ella.
—¿Qué haces aquí? —preguntó mientras se secaba el calleo con una toalla, ella no respondió, solo lo estaba mirando, lo inquietaba, mucho—. ¿No escuchaste? ¿Qué haces aquí? —repitió.
¿Por que lo decía como si le molestará su presencia? Ni siquiera la miraba. Su corazón se encogió. Ha veces el odio era mejor que llana indiferencia.
—Yo solo... —su voz salió ahogada, diablos, ¿Por qué tenía que importarle tanto? En otra ocasión lo estaría besando sin descaró, le haría retractarse; en cambio, ahora solo quería llorar y acurrucarse a su lado—. ¿Por que tienes que ser tan grosero? —Bajo la mirada, detestaba lo débil de su voz, lo patética que se sentía—. ¿De verdad no te importo? ¿Ni un poco?
—No, no lo haces. —Un cuchillazo en su corazón ¿Es que ella nunca aprendería?—. Ahora vete —demando mientras se colocaba una camisa.
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Editado: 11.06.2022