—Te odio... te odio... —sollozaba acurrucada contra la puerta de su habitación.
Ni siquiera sabía como había había llegado hasta ahí, tampoco le importaba. De lo único que era consiente era del dolor en su corazón. Puta. Esa palabra jamás saldría de su mente. El despreció de su mirada, el asco en sus palabras. Ese era el tipo de cosas jamás olvidaría.
Llanto y más llanto. Ya ni siquiera sabía cuanto tiempo estuvo llorando. Las lagrimas no cesaban. El dolor iba en aumento.
Debió morder su lengua. Debió estar amordazada. Ella no debió decirlo. De no haberlo hecho, talvez él se hubiera quedado, de no haberlo echo talvez todo sería diferente, de no haberlo echo talvez no estaría tan destrozada como ahora.
¿Por qué? ¿Por qué esas palabras arruinaron todo? Se suponía que esas palabras alimentaban los corazones de los amantes, en cambio a él. A él solo lo enfurecía. ¿Cómo pudo pasar de cariñoso a bestia en una fracción de segundo? Esa escena jamás se borraría de su mente, estaba esculpida en su corazón, escrita con un cuchillo que rasgaba sus emociones y aplastaba sus ilusiones.
—Te amo —pronunció esas palabras mientras lo veía directo a los ojos.
Esos ojos cambiaron, su besos cesaron, sus uñas de calvaron en su piel. Dolía, pero no era nada en comparación a lo que segaría. Si tan solo su cabeza evitará de reproducir ese momento.
—Fuera —rugió Jacob a todo pulmón.
—Ja... —ni siquiera le dio tiempo a reaccionar y ya estaba tirada en el suelo.
—Fuera —volvió a demandar con una voz potente, ni siquiera sabía que Jacob podía tener tanta rabia acumulada dentro de sí, no parecía en nada el chico serio y frio que todos veían, era... asustaba.
Ella debió correr. Debió levantarse e irse lo más lejos que pudiera de esos gritos. De esa mirada que la estaba envenenado por dentro. No pudo. Era su Jacob. No quería alejarse. Ni siquiera escuchaba las barbaridades que salían de su boca. Solo lo contemplaba como si fuera el ser más interesante y majestoso de la tierra.
—¿Qué pretendes con eso? —Casi hubiera querido que su voz volviera a la normalidad, pero no, cada letra iba cargada de desdén.
—¿Po... —trató de vocalizar algo, pero fue inútil, su cerebro aún no procesaba lo que estaba sucediendo.
En un momento estuvo en el más brillante cielo, con sus besos y caricias. Pero ahora estaba en el infierno recibiendo gritos y desaires.
—No quiero que vuelvas a poner un pie en este lugar —espetó Jacob cogiéndola del brazo con una agarre castigador, seguro dejaría marca, ella no se quejó—. Tú no eres bienvenida a este lugar, nadie te quiere a aquí.
Ella solo escucho Yo no te quiero a aquí. Fue suficiente para que sus ojos se inundaran. Era demasiado. Quería que alguien le explicara lo que estaba pasando.
—Pero... yo... tú... no... —balbuceo en busca de respuesta, nada coherente salía de su boca—. Si...
Él solo la jalaba en dirección a la puerta. Ella no quería irse. No de este modo. No peleando otra vez. Necesitaba arreglar las cosas. De una vez por todas.
Sin darle tiempo para otra cosa Jacob la estampo contra la pared, él no la tocaba, sus cuerpos no estaban pegados, ni siquiera se rozaban, aún así ella podía recibir su calor, cerró sus ojos, su aroma, podía respirar su aroma, quería acercarse, besarlo, talvez así se calmaría, quería probar, intentarlo. Acercó su rostro en busca de él, como una flor en busca de los rayos del sol. Antes de poder dar con él, unos labios se apoderaron de su boca. ¿La estaba besando? ¿Por qué? ¿Importaba? Ahora no. Mientras no se volviera a alejar no importaba.
Se apego a él, no se sintió tan cálido como había esperado. Ella trataba de fundirse en el beso, pero algo la alertaba. Algo andaba mal. Ella conocía los besos de Jacob y este no parecía al de él.
—No es agradable que jueguen con uno ¿Verdad? —espetó con una voz tan dura como piedra.
La joven entreabrió los ojos. ¿De que estaba hablando? ¿Quién había jugado con Jacob? ¿Por que su voz sonaba resentida?
—¿De qué...
Jacob se apartó, había algo diferente en el rostro del rubio.—¿Creíste que ese beso fue real?—burla, era lo único que ella podía distinguir en su tono—. ¿Creí que una puta sabría diferenciar de un beso real y uno de falso?
Su ceño se frunció. ¿Oyó bien? ¿La había llamado puta? ¿Jacob la había llamado puta?
—¿Qué? ¿No te gusto que te llamará así? —preguntó con sorna mientras se paseaba por la recamara con una aura que gritaba aléjate—. Puta —repitió—. Debemos aprender a llamar a las cosas por su nombre.
El ceño de la pelirroja se frunció más. Él no tenía derecho de llamarla así. Ella no era eso—¿Por qué...
—Por que es lo que eres —respondió acercándose—. ¿O como se le llama a alguien que se le abre de piernas al mejor amigo de su novio? —preguntó mirándola directamente a los ojos—. Puta —repitió con asco—. Eso eres —siseó muy cerca de su oído—. Nunca...
una cachetada lo hizo callar.
Odio hacerlo, pero no soportaba ser llamada así por él, nunca antes le importo, pero ahora, que Jacob la viera con esos ojos.
—No vuelvas a llamarme así —detestó lo frágil de su voz, tu no me llames así—. ¿Cómo puedes hacerlo después de...
—¿Después de que? —rugió clavando la vista en ella, su mirada era como una lluvia de dagas, cada una descuartizando su corazón cual trozo de carne—. ¿De que hallas dicho que me amas? ¿Crees que me importan las mentiras de una puta...
—Deja de... —chilló, ni siquiera pudo terminar la frase, un liquido comenzó a caer por sus pestañas, odiaba que los demás la vieran llorar, que los demás la vieran débil, ella no consideraba a Jacob dentro de "los demás", él era suyo, él formaba parte de ella, por eso dolía tanto.
—Para con el teatrito, no lograrás nada, no conmigo, ahora lárgate.
—¿Qué crees que quiero lograr? —sollozo tratando de limpiar sus lagrimas—. Lo único que quiero es...
#3936 en Joven Adulto
#2584 en Novela contemporánea
amo celos adolescentes secretos, amo prohibido sufrimiento romance, venganza odio dolor final inesperado
Editado: 11.06.2022