Jacob, Jacob se veían tan bien en esa foto. Sus labios expresaban una delgada y apretada línea, lo más probable es que estuviera molesto, su cabello impregnado con ese gel, brillaba, un saco gris hasta por debajo de las rodillas, sin ni la más pequeña arruga. ¿Cómo su padre la puso mandar a destruir a alguien como él? El no tiene la culpa de que Arthur odie el padre de Jacob, habían tantas cosas que se podían hacer ¿Por qué ensañarse justamente con él? No lo entendía. Su corazón lloraba. Una lagrima escurridiza se abrió paso entre su mejilla hasta caer sobre aquella fotografía. No sabía que tan mal decía de ella que tuviera una cajita con sus fotos. ería obsesión. Quizá era obsesión y no amor. ¿Tanto dolía una obsesión?
Unas pisadas la alarmaron. Oh no. No se suponía que Nicolás se demoraría una hora más. ¿Cómo lo atendieron tan rápido? Como pudo agarro las fotos que estaban regadas en la cama y tarto de guardarlas. La perilla se movió. Demonios. Como pudo cogió un puñal y las metió en su bolsa.
—Solecito. —Entro Nicolás con las manos repletas de bolsas.
Un resoplido de alivio salió de sus labios.
—Mi amor. —Se le acercó Sol con los brazos abiertos y quitándole las bolsas—. ¿Por qué demoraste tanto? —Una sonrisa falsa adornando su rostro.
—¿Qué son?—pregunto tras ver su bolso tirado en el suelo con algunos rectándolos pequeños saliendo de este.
Maldición
—Nada —respondió con un tonito nervioso—.Solo chucherías, no es importante —mintió levantándolo y alejándolo de Nicolás lo más posible.
***
La pelirroja estaba sentada en un banco del bar con su octavo vaso de licor. No sabía que vaso de licor era, no sabía quien era el hombre con quien hablaba y mucho menos porque todo se veía tan borroso. No supo cuando se levanto. No supo cuando comenzó a caminar tambaleándose. No supo cuando entro a un cuarto. No supo si era el suyo. No supo quien era el que la estaba besando.
¿Besando? Si estuviera en sus cabales le tiraría una bofetada. Si estuviera en sus cabales no se sentiría como una muñeca de trapo a la merced de ese sujeto. Trataba de esforzar su vista, pero no lograba identificarlo, todo se veía negro, quiso retroceder pero se choco contra una pared. ¿Estaba atrapada? ¿Quién le estaba haciendo esto?
—¿Quien...? —Trataba de hablar, pero su mente se sentía pesada, su cuerpo no le respondía.
—Ven primor. —La comenzó a acariciar, esa voz, ella conocía esa voz.
¿Era él? ¿Por qué lo estaba haciendo?
—Esta vez no me dejaras con ganas —comenzó a deslizar sus manos por debajo del vestido de la mujer.
—Bast... por...
Quería alejarse, quería decir algo, pero simplemente nada salía de sus labios, la sensación era horrible, devastadora, ociaba esas manos, odiaba que la tocaran, odiaba que le quitaran el vestido.
—Así te ves mejor —mustió con la voz ronca y los ojos fijos en aquel cuerpo curvilíneo—. Las ganas que tenía de estar así contigo, esta anoche será inolvidable. —El pánico recorrió su cuerpo—. Lo prometo —su tono era malicioso, él sabía que ella lo odiaría, eso le divertía, estaba enfermo.
Las manos del hombre recorrían su cuerpo, no dejaba de besar su boca, ella le mordió el labio hasta sentir algo desagradable saliendo de ese labio.
—Sabía que no serías tan fácil, hasta las putas tienen dignidad —se burlo, rasgando sus bragas—. Vamos a ver cuanto tiempo resistes
—Deja...
Cuando menos lo lo creyó ya estaba tumbada en la cama con él encima suyo, cruzó sus piernas, no estaría con él, tendría que obligarla.
—Solo lo harás más divertido —detestó el tono, detestó sus manos sobre sus pechos, detestó cuando le quito el sujetador, detestó cuando comenzó a chuparlos, detesto cuando un gemido salió de su boca—. Vamos... no te resistas —continuó—. Yo sé lo que te gusta.
No. Eso no era para nada lo que estaba pasando. Su cabeza le daba vueltas, con las justas lograba centrar su mente en lo que estaba pasando. En cualquier momento caería en la inconciencia. No podía permitirlo. Él la... la follaría. No quería. No...
—No te resistas —habló estando entre sus piernas, ni siquiera pudo poder tanta resistencia en cerrarlas—. No es lo que querías, viniste dos veces a mi por esto, ahora no podrás escapar.
—Por...
—Tranquila —dejó un rudo beso en sus labios mientras embestía con fuerza en su coño—. Disfrutaras tanto como yo, esto recién comienza.
Todo lo que paso después fue algo que no quiso recordar.
***
—Suéltame... —sollozó, no sabía cuanto tiempo había pasado lo único que sabía era que se sentía como una puta.
—Vete, ya no te necesito —avisó tirándola al suelo, la pelirroja ni siquiera fue capaz de levantar la vista, no quería verlo, solo quería salir y alejarse, tan rápido como fuera posible.
Unas pisadas le indicaron que él ya no estaba en la habitación.
Jamás creyó que Bastián fuera capaz de esto. La pelirroja estaba dolida, no un dolor físico, un dolor emocional; algo feo y vacío calando en su corazón, en su cuerpo en su mente. Ojala nunca hubiera salido esa noche. Ojala nunca hubiera bebido de más. Ojala nunca hubiera vuelto a esas islas.
Cuando la puerta de su habitación se abrió se desplomo contra lo primero que tuvo en frente.
—Nicolás. —La pelirroja se refugió en esos brazos, solo quería llorar, llorar, llorar y nunca detenerse.
—Amor. —Acuno el rostro de la pelirroja en sus manos, ese rostro níveo empapado de lagrimas, Nicolás odiaba verla así, la abrazó por un momento y luego la cargó entre sus brazos ella necesitaría dormir, descansar, era lo mejor. No sabía porque estaba llorando, en algún momento ella se lo diría cuando estaría lista, él no iba a presionarla, no le gustaba hacerlo.
#3936 en Joven Adulto
#2584 en Novela contemporánea
amo celos adolescentes secretos, amo prohibido sufrimiento romance, venganza odio dolor final inesperado
Editado: 11.06.2022