Sol sentía pena de si misma.
Pasó un mes.
Un mes en el que se repitió día con día que Jacob no era nadie para ella. Pero aún así lo primero que hizo después de bajar del avión fue ir a verlo.
—El joven Jacob no se encuentra en la casa —respondió una de las empleadas.
La pelirroja frunció el ceño ¿Cómo que Jacob no estaba? Ya habían pasado un mes desde la ultima vez que lo vio. Necesitaba verlo, oírlo. Algo. Seguro la empleada mentía. Seguro Jacob le ordenó que dijera eso. Su espíritu se vino abajo. Eso era peor. Él aún no quería verla. Es más seguro ni siquiera pensó en ella ni una sola vez. Seguro lo pasó fantástico con esa colegiala. Seguro estaría con ella en este preciso momento.
—Señorita, no puede pasar, el joven Jacob no se...
La pelirroja no oía nada. Ella no era dueña de sus pies. Si ella hubiera querido detenerse no hubiera podido. En cuestión de segundos ya se encontraba frente a la puerta de Jacob, trato de tocar, llamarlo pero nada daba resultado. La sirvienta llegó unos minutos después, con un respirar agitado trató de hacerla salir, fue en vano, luego de media hora la sirvienta accedió a abrirla la puerta del joven Jacob. Solo así la pelirroja se dio cuenta que de verdad no había nadie del otro lado. En menos de lo que a sirvienta esperó la pelirroja desapareció.
Si Jacob no estaba en esa casa ¿Dónde estaría? La pelirroja tenía tatuada en la mente el horario de Jacob, si Jacob no estaba en esa casa lo iría a buscar en todos lo demás lugares posibles. En alguno de ellos lo debería encontrar.
Desaparecido. Jacob no estaba por ningún lado.
Ella quería verlo.
Necesitaba verlo.
Lo necesitaba tanto.
***
Cuando Jacob puso un pie en casa ya era tarde, aproximadamente las 7 de la noche. El cielo estaba tan oscuro que cualquiera pensaría que era medianoche. Mientras subía a su recamara una sirvienta lo interceptó.
—¿Subo la cena a su recamara, joven Jacob?
—No —habló cortante, lo que menos quería era una charla con la servidumbre.
Jacob se disponía a abrir la puerta de su recamara, pero la sirvienta seguía ahí, parecía que quería decir algo.
—Puedes retirarte —advirtió el rubio entrando a su recamara.
—Joven Jacob —se atrevió a pronunciar—. Hoy vino...
—No me interesa —interrumpió, seguro serían algunas amistades de su madre o quien sabe que, no tenía animo para nada.
—Pero, joven. —Trató de evitar que cerrará la puerta, la joven que vino se veía desesperada, talvez lo que tenía que decir era urgente, el joven Jacob debía saberlo—. Hoy...
—Dije que no me interesa —replicó con una mirada penetrante, su tono fue tal que no hubo necesidad de cualquier otro cosa para que ella entendiera que debía marcharse—. Retírese.
—Como ordené, joven Jacob. —Agacho la cabeza y se retiro con un mal presentimiento.
Ella fue su nana por mucho tiempo. No entendía en que se equivocó para que él se volviera tan frío y solitario.
Jacob cerró la puerta y se metió a la cama. No tenía ganas de nada. No tenía fuerzas para nada. Dormir, cerrar sus ojos y encontrarla a ella en sus sueños, era el único escape que tenía de su realidad.
***
La pelirroja salió muy temprano esa mañana. Tenía 20 llamadas perdidas de Nicolás. Como si eso le importara. Este día si daría con él. A primera hora fue a la mansión, no lo encontró. Volvió a medio día, tampoco. Volvió al atardecer, la respuesta seguía siendo no. Siguió yendo a otros lugares donde él podría estar, como un perrito siguiendo la huellas de su amo.
Claro, como si él quisiera que lo busques.
No.
Eso no la desanimaría. Quería dar un cierre a todo.
Si como no, lo que tú quieres es arrogarte a sus brazos y nunca más salir.
Era cierto. Tan cierto.
No era uno de los días más fríos de Alemania, pero aún así con un abrigo puesto seguía sintiendo frío. Necesitaba calor, no el calor que del Sol, el calor de Jacob. Un abrazo. Una mirada. Sería suficiente.
¿Por cuanto tiempo? Tenerlo a él es como tu droga, dices que solo querrás un poco, pero al final terminarás con más de lo que puedes soportar, él te destruirá, si es que ya no lo ha hecho.
Su corazón dolía, lloraba por la verdad de aquellas palabras.
Hoy se encontraba frente al rio que cruzaba al centro comercial, justo donde se encontraron aquella vez. Ella no lo planeó, solo le invadieron las ganas de recordar la ves que él no pudo contenerse las ganas de hacerla suya. Volver a ese lugar, pensar, cuando menos lo esperó él llego. Por un leve momento Sol creyó que él la ignoraría, haría como sino la viera y pasaría de largo. Paso todo lo contrario. Jacob se detuvo a su lado. La abrazo y la beso. Aún fue uno de sus mejores recuerdos y ahora uno de los lugares que más atesoraría su corazón.
No mentiría, sería inútil, el dolor seguía ahí, calando dentro de ella. Carcomiendo su corazón, no tenía control de sus lagrimas o de sus pensamientos. Pero al menos ahora ya no se quedaba enrollada en su cama durante todo el día. Agradecía que las vacaciones de Nicolás hubieran terminado y ella pudiera tener tiempo libre. Solo se veían una hora al día. La hora más detestable.
Su tope fueron 4 días. A la mañana siguiente ya no saldría a buscarlo. Esa noche se encontraba enrollada en el sillón llorando con la cara escondida entre los brazos. Ella hubiera preferido llorar en su cama, pero no era una poción. Después de que la pelirroja estuviera allí empezó a aspirar un aroma exquisito. Jacob. ¿Cómo su cama podía oler a él? Jacob solo había ido a su departamento una vez. Sus sabanas no debían estar impregnadas con su olor, pero lo estaban, le gustaba, comenzó a aspirar con mas fuerzo, se tapo con sus sabanas. Las lagrimas cesaron, algo muy agradable empezó a surgir en su corazón. No le importaba si era un juego de su mente o era real. Solo quería disfrutar. Media hora después lagrimas cayeron de sus ojos sin control.
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Editado: 11.06.2022