Dos años después:
—¡¿Ya llegaron?! —preguntó con los ojos saltones y el pulso disparado—. ¡¿Ya llegaron?!
La mucama asintió con miedo y en menos de lo que creyó la pelirroja ya se encontraba corriendo escalera a bajo. ¿Cómo sería verlo? ¿Qué haría Jacob? ¿Su sonrisa sería tan amplia como la de ella? ¿Su corazón estaría tan desesperado como lo estaba el suyo propio? ¿La abrazaría? ¿La besaría? Su mente estaba a mil, sus emociones por doquier. Ella podría llorar o ponerse a reír a carcajadas en cuestión de segundos. Lo que sea con tal de poder sacar a flote tantos sentimientos de dentro de ella. Dos años. No más. Se había acabado, se había...
Sus pies se clavaron en suelo. Su vista se clavo en una camioneta negra estacionada cerca a la puerta de la mansión. La puerta de aquella camioneta se abrió. Su corazón salió disparado. Un hombre alto, cortos risos rubios adornaban su cabeza, piel clara y lampiña, portaba un traje color gris que le queda a la perfección, una corbata negra ajustada a su cuello y un... Su corazón dejo de latir. Su sonrisa de borro. ¿Un anillo? ¿Qué hacia un maldito anillo en el dedo anular de Jacob? Mas valía que fuera un mal chiste. Rogaría al cielo que solo fuera un mal chiste. Le costo un tiempo recobrar el aliento. Le costo un poco más caer en cuenta que no solo había hombres en esa camioneta. ¿Quién demonios era esa pelinegra que no dejaba de hacerle ojitos a Jacob? ¿Por qué demonios Jacob no la alejaba de sí? ¿Por qué demonios Jacob no dejaba de mirarla? ¿Por qué demonios esa estúpida le sonreía tanto? ¿Por que Jacob le tendió la mano para ayudarla a bajar del auto? No era una maldita lisiada, podía hacerlo sola. ¿Por qué esa tipa tenía un estúpido anillo en el mismo dedo que Jacob?
Sus manos era puños. Su rostro estaba rojo de furia. La rabia iba en aumento, la rabia carcomía cada parte de su cuerpo en cuestión de segundos. No se quedaría sin hacer nada. Si Jacob no venía en este instante con alguna loca explicación, no le importaba lo tonta que sonara aquella explicación, ella la entendería, pero quería una maldita explicación y la quería a la voz de ya.
Un minuto. Dos minutos. Tres minutos. Algo le empezaba a decir que talvez Jacob no vendría a ella. Algo le empezaba a decir que talvez Jacob no estuvo esperando este día con tantas ansias como ella. Algo le empezaba a decir que talvez Jacob ni siquiera recordó el porqué de todo esto. ¿O qué otra razón habría para qué Jacob haya pasado por su lado sin ni siquiera mirarla? Ni una mirada, ni una palabra, ni un gesto. Nada. En cambio a esa intrusa... Sus uñas lastimaban las palmas de su mano, no se comparaba a la daga atravesada en su corazón. ¿Intrusa? Esposa. Su esposa. Eso es. Eso es ella. Eso son. Marido y mujer. No. No era posible. Esos anillos no tenían relación. Solo era coincidencia. Una muy cruel coincidencia. Patética. Ni siquiera en tu mente eres capaz de soportar la realidad.
Dakota tragó grueso mientras los veía alejándose siendo el centro de atención de la conversación que mantenía con unos cuatro a cinco hombres. Bueno talvez estuviera ocupado. Talvez esa conversación era demasiado importante como para... ¿Demasiado importante como para no saludar a la mujer que dijo amar ni siquiera después de no haberla visto por más de dos años? ¿En serio vas a creerte eso? Se mofo su conciencia. ¿Vas a creer eso cuando has visto como trata de bien a su esposa delante tuyo?
—No es su esposa —chillo Dakota estampando su puño contra de la pared—. No lo es, no lo es —repetía con lagrimas que rogaban por salir de sus ojos.
¿Lo negaría? Sí ¿Qué opción tenía? ¿Aceptar que lo que Jacob sintió se desvaneció tan pronto como cruzó el umbral de la puerta? No. Se reusaba a creerlo. Todo no pudo ser en vano. No podía serlo. No podía. Algo tuvo que haber pasado. Cualquier cosa. Cualquier cosa que explicara esos estúpidos anillos.
Luego de dos horas su madre organizo una reunión en el salón. Fantástico. El resto de horas transcurrieron del mal en peor. Jacob conversando con la odiosa pelinegra. Jacob cogiendo la mano de esa tipita. Jacob riendo con algún comentario de algún socio. Jacob siendo alagado por ellos. Jacob agradeciendo. Básicamente habría dado lo mismo de estar ella presente o no. ¿Por qué diablos se torturaba de esa forma? Las primeras tres horas de indiferencia debieron haber bastado. Pero no. Talvez era masoquista. Talvez estuviera enferma. Talvez quería que todo se vaya al carajo y que Jacob volviera a ser Jacob. Su Jacob.
A eso de las de 5 de la tarde aquellos socios decidieron reunirse en otro lado. La pelinegra tambien se retiró, gracias a Dios, no habría aguantado más tiempo respirando el mismo aire que esa inmundicia. Ahora el salón era un desierto. Su corazón era un desierto. Esperó tanto por su lluvia, pero cuando llegó, aquella lluvia decidió regar otro campo. Un suspiro salió salió de sus labios. Ahora por fin podría irse a su cuarto a llorar como una magdalena. Ahora por fin podría...
Su mirada se desvió ante los pasos del otro lado de la sala ¿Había alguien del otro lado? Las puertas corredizas se abrieron dejando ver un rostro que la hacia temblar. Aquella nariz recta, aquel rostro anguloso, aquellos ojos que roban el aliento, aquel cabello tan brillante ¿Estaba ahí? ¿Vino por ella? ¿Por in hablarían? ¿Le daría una explicación? ¿Le diría algo por lo menos? ¿Estaba...
Por un momento lo creyó. Por un momento su corazón salto disparado. Por un momento quiso arrojarse a sus brazos. La desilusión reino cuando él solo avanzo, cogió un folder de la mesa y comenzó a volver sobre sus pasos. ¿Era todo? ¿Así terminaría? ¿Le daba igual? No.
—Jacob —llamó adolorida antes que pudiera salir del salón—. ¿Por qué actúas así? —preguntó esperando por una respuesta que nunca llegó—. ¿Qué te sucede?
Se acercó ya que por lo visto él no tenía intención de hacerlo.
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Editado: 11.06.2022