Esto tuvo sus beneficios. Atrás quedaron solo las noches de sexo. Podía estar encerrada en su oficina con él. Con la puerta trancada sin temor que una odiosa pelinegra apareciera.
No era suficiente. Nada lo sería hasta que ella fuera la única en su vida. Nada. Así que mientras no estaba encima de Jacob usaba su tiempo de la mejor forma que podía.
Atrás quedaron las ordenes de su padre. Ella no las seguía. Si hubo una vez que quiso ganar su afecto, ahora reía de ello. Por su padre estaba ocurriendo esto. Él era el maldito culpable de esa horrendo tumor que Jacob tenía en sus dedo. Lo ultimo que quería la ojiazul era verlo, por las constantes veces que su padre se iba en cuanto sus miradas se cruzaban, era reciproco.
Esa noche había una velada en el gran salón. Su madre y sus estúpidas galas. Era la peor escusa para socializar que le ocurría. Pero estos días Jacob no abrió su puerta en las noches. De hecho ese mismo día no lo había visto ni una vez.
No era normal. Si había un lugar de donde ni uno de los dos podría rehuir era esa velada.
—¿Cómo que embarazada? —chilló la pelirroja con los ojos fuera de sus orbitas.
Al diablo si medio salón de se le quedó mirando. Al diablo si su padre le fulminaba con la mirada.
¿Había escuchado bien? Rogaba que fuera su imaginación. Rogaba que aquella horrenda sonrisa desapareciera. De preferencia con arañazos.
—Sí —comentó la mujer con una copa de whisky en la mano—. Es de lo único que se habla por aquí —agrego colocando sus labios en la copa y bebiendo.
Ojala se ahogara con eso. Ojala se atragantara y rogara por aire aquí mismo.
—Tiempo que no te veía en las reuniones. ¿Qué te mantuvo ocupada? —preguntó con repentino interés tan falso como la sonrisa que tenía la pelirroja en este instante.
¿Qué te mantuvo tan ocupada? Ja. ¿Qué sería? Talvez la inminente presión en sus hombros para librarse de esa asquerosa mujer. La pelirroja estuvo planeando por semanas la manera de acabar con esa tipa. Ya casi había dado con la clave. Casi.
Por eso había bajado a esta reunión en el salón. Nunca creyó que tan pronto como colocara el primer pie en el salón se topará con semejante blasfemia.
En menos de un minuto todo su plan calló. Un amargo veneno recorriendo sus venas. En lo más recóndito de su alma lanzó un grito tan desgarrador que no hubiera sido raro que el vaso que sostuvo se quebrará. En el fondo la hubiera aliviado. Vidrió implantado en la palma de su mano mientras la sangre escurría por su piel. Suficiente alboroto para salir y gritar tanto como el alama le exigía.
—Nada importante —logró decir recuperando la compostura—. ¿Y... —se atraganto con la maraña de emociones que rogaban por salir—. ¿Dónde esta? —se las arreglo para decir.
—¿Quién? ¿La futura madre?
Un cuchillazo la atravesó. Su corazón resquebrajándose con lentitud. ¿Futura madre? Casi y tuvo que clavar sus filosas uñas en su propia mano para no desfigurar el rostro de la persona que tenía en frente. ¿Futura madre? Solo si aquella mugrienta lograba vivir.
Hasta donde Dakota sabía. Aquella mugrienta no viviría para contarlo.
Obligándose a mantener la sonrisa movió ligeramente la cabeza en algo parecido a un sí.
—Esta en su habitación —respondió dejando la bebida en una mesita cercana—. Dicen que el padre no se ha separado de ella en todo el día.
La copa cayó al suelo en cuestión de instantes quebrándose en miles de pedacitos. La pelirroja y apenas fue consciente del sonido tintineante en el suelo. Una grieta calando en su corazón hasta romperlo en dos partes pequeñas y podridas. Tan lento y doloroso que como nunca antes sintió. Ojos curioso posándose en ella. Murmullos descarados a la vista.
Su estomago crujió. Sus tripas luchando por dar un grito tan fuerte que dañara los vidrios. Al diablo. Maldita sea. Al diablo. Que piensen lo que quieran. Al diablo.
Con pasos veloces huyó del salón. Pisada tras pisada. Escalón tras escalón.
La puerta estrellándose contra el marco tan fuerte como logró encerrase en la recamara. Solo había algo sensato que podía hacer. Sensato. Ja. Como si esa fuera la palabra. Algo necesario. Eso se ajustaba para lo que haría. Él no le fallaría. Al diablo los planes que tuvo. Quería a esa tipa muerta antes de que acabará la semana. Tendría su cabeza colgada como trofeo en su pared. Al diablo si tenía que manchar sus manos con sangre. Era mejor que la masa asquerosa que recorría sus venas. Odiaba la sensación de asco, miedo y soledad.
Tan pronto como el aparato llegó a sus mano lo colocó en su oído tras realizar la llamada.
Él no se negaría. Ella no le permitiría hacerlo.
—Maurice —hablo la mujer a viva voz—. Mi hermano, localízalo.
—Calma bebe, con cal...
—No estoy para juegos idiota —espetó con la rabia recorriendo su cuerpo. No era le mejor forma de pedirlo, pero ese tipo hacía cualquier cosa por dinero—. Tendrás tu parte, pero busaca a mi hermano.
—¿A cual de los dos? —preguntó el hombre tono serio y con pizcas de enfado.
Al diablo si ese soquete se enfadaba. Él no podría negarse si en mano le caía una fuerte suma. Bien, ella tendría mucho con que pagar.
—Al inepto —aclaró dando vueltas en su recamará—. Lo ultimo que supe fue que estaba vacacionando en Francia —informó mientras arrugaba un pedazo de papel con sus manos.
¿Francia? Más le valía al inepto no haya salido de ahí, no soportaría que Maurice se demoraba mucho tiempo en buscarlo. ¿Escapar de Irlanda? El abuelo era la única persona que confiaba en él medianamente. Francia. ¿Qué motivación pudo tener como para ir a ese país? Estaba infestado de gente que trabajaba para su padre. Inepto.
—Encuéntralo y hazlo venir, no me importa como, pero él tiene que venir por su propia voluntad. Mientras más rápido venga, más dinero ira a tus manos. ¿Entendido?
#3936 en Joven Adulto
#2584 en Novela contemporánea
amo celos adolescentes secretos, amo prohibido sufrimiento romance, venganza odio dolor final inesperado
Editado: 11.06.2022