Esto no le estaba gustando. Ya habían pasado tres horas y nadie había visto ni rastro de Jacob.
Esta cosa comenzaba a asustarla. La ultima vez que lo vio fue esta mañana. Antes de que él saliera del lugar custodiado de guardias. Según los empleados, a los que la pelirroja no había dejado de atormentar, la ultima vez lo que lo vieron fue hace tres horas, a los alrededores conversando con unos hombres.
Talvez la pelirroja se estaba inventando una película en su cabeza. Talvez solo resultaba que Jacob estaba muy ocupado recibiendo ordenes de Arthur y nada más. Pero por alguna extraña razón una parte de sí, se rehusaba a creerlo. Era como un presentimiento que no le permitía estar quieta.
Esto ya era ridículo. Eran las diez de la noche. Jacob aún no entraba por esa puerta. Jacob no le había llamado durante todo el día. Jacob ni siquiera le había mandado un mensaje de texto.
En los últimos dos días después del entierro de aquella perra mugrienta. Ni uno de los dos se había mantenido separado el suficiente tiempo como para que extrañarse. Dakota estuvo feliz. Radiante. Pero ahora, el nudo en su estomago no dejaba de apretarse y con el pasar de las manijas el dolor solo aumentaba.
¿Dónde estaba Jacob? ¿Por qué no había vuelto hasta ahora? ¿En qué...
Sus pies corrieron a todo marcha al escuchar un golpeteó en la puerta.
—Apártate —ordenó con rudeza palpable cuando la pelirroja jalo de la manija.
La pelirroja retrocedió un par de pasos por instinto sin quietarle la vista de encima. ¿Qué demonios hacía su padre ahí? Aquellos ojos grises no denotaba ninguna emoción, al menos ninguna que ella fuera capaz de reconocer.
Su padre avanza a paso seguro una vez que cerró la puerta. Ella no se atrevió a pronunciar palabra, aún un tanto desconcertada por el folder blanco que su padre tenía en las manos.
No. Eso era parte de su pasado. Talvez ella aún estuviera viviendo bajo el mismo techo que su progenitor. Pero eso no le daba ninguna responsabilidad hacia él y menos cuando a él nunca le importó una mierda como se sentía.
—Mañana irás a Australia —aviso el hombre sin mirarla mientras dejaba el folder sobre la cama—. A primera hora abordarás para embaucar al dueño de una cadena cruceros, toda la información que necesites la tienes al lado.
Ella apenas y pudo mantener la mandíbula en su lugar, los ojos bien abiertos mientras intentaba procesar la información que acababa de recibir. ¿Era broma verdad? Tenía que ser broma. Jacob no aparecía y su padre le estaba dando una ridícula misión que seguir. No había forma que esas dos informaciones estuvieran relacionadas. En definitiva no tenían nada que ver. Por más que su mente se esforzará en hacerle creer lo contrario, ella no le prestaría atención. Era imposible. Imposible.
—¿Dónde esta Jacob? —Claramente su boca no estaba de acuerdo.
Su padre enarco una ceja como si aquella pregunta fuera la mayor estupidez que jamás haya oído. Mas no lo negó. No dijo nada al respecto, como si aquello fuera tan insignificante para no merecer respuesta. Dakota dio un paso en frente, si Jacob no estaba por ninguna parte era idiota creer que su padre no estuviera detrás. Todo lo que pasaba en ese lugar de un modo u otro estaba relacionado con él. Ninguno de sus sirvientes hacían algo sin una señal. Su hija lo escudriñó con la mirada intentando ver algo a través de esa pétrea indiferencia. No se veía nervioso. ¿Nervioso? Dakota nunca había visto a su padre nervioso. Su padre era un ser sin conciencia. Podía asesinar a alguien y al minuto siguiente hablar de algo tan trivial como el clima.
—¿Dónde esta? ¿Dónde lo llevaste? —La pelirroja se acercó con un tono mordaz, su mirada reflejando odio puro—. Responde, ¿Donde...
—Cuida tu tono —ordenó con tanta frialdad que la pelirroja tuvo que esforzarse para no agachar la cabeza—. No te debo ninguna explicación —espetó desviando su mirada de ella.
Magnifico. Si fue él, después de todo. Resoplo molesta. Debió esperarlo. Su padre jamás la dejaría ser feliz. Su padre jamás permitiría que el hijo de Anderson viviera. Ella ni siquiera podía entenderlo. Eran hermanos. Levaban la misma sangre. Maldición. ¿Qué pudo ser tan grave como para que lo odie tanto?
—¡¿Dónde esta?!
—Lo único que quiero que hagas es que traigas ante mí el...
—¿Dónde esta? ¿Dónde lo escondiste? —preguntó con desesperó.
—...y que ponga a tu nombre la línea del...
—No hare nada. Ya no trabajo para ti —chilló para hacerlo callar— . Nunca lo haré. Pierdes tu tiempo.
—Silencio —una mirada dura atravesándola, antes hubiera funcionado. Antes.
—No me callaré —aviso clavando sus ojos con los suyos—, no hasta que me...
Antes que pudiera acabar se estrello contra el suelo cuando una cachetada aterrizo contra su rostro. Sus ojos como un par de navajas y antes que su padre pudiera decir palabra alguna ya tenía la mejilla roja por el golpe de su hija.
—¡¿Donde esta?! —chillo con la voz rota y desagrada—. ¡¿Donde te lo...
Una agarre prominente en el cuello le impidió hablar. Como podía trataba de patalear. Moverse. Cualquier cosa para poder respirar. Su padre no sería capaz de matarla. No podía matarla. Se negaba a creerlo.
—Tienes suerte de ser mi hija —rabio el padre con una mirada penetrante en aquellos ojos de acero—. Por menos los he enviado al calabozo —sentenció apretando el agarre en el cuello de su hija.
Poco faltaría para que su rostro cambiara de tonalidad. Poco faltaría para que su hija dejará de luchar con tanto ímpetu. Poco menos para que sintiera el mundo desvanecerse ante el miedo.
Calabozo. Calabozo. No. Mi padre no me llevaría a ese lugar. Me necesita. Soy un arma que ha creado, no me desperdiciaría de tal forma. No. No lo hará.
Trataba de convencerse con desespero. Apenas y podía respirar entre sus esfuerzos por salir del agarre.
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Editado: 11.06.2022