—¿Qué quieres hacer exactamente? —preguntó Regan con los brazos cruzados.
Dakota tenía que pensar muy bien en que cosas saldrían de su boca.
Según la información que Maurice le había dado, su hermano se encontraba en Rusia. En un pueblito recóndito alejado de la civilización. Al parecer fue demasiado complicado convencerlo de salir de ahí al terco de su hermano. Si Dakota no estuviera contra la soga al cuello no hubiera parado hasta que Regan saliera del lugar, pero con todo lo que estaba pasando, no tenía tiempo para ponerse como si fuera la ultima limonada del desierto. Después de todo, ella tendría que pedirle un favor. Era descabellado, pero si conocía una pizca a su hermano no se rehusaría, al menos no si sabía lo que le convenía.
Dakota respiró hondo. Si se lo preguntaran a ella fue todo un lio llegar a es el lugar. No importaba. Todo valdría la pena.
—¿Te gusta vivir aquí? —preguntó la pelirroja mientras se sentó en un sofá blanco finamente limpió y sin ninguna abolladura.
¿Aquí vivía su hermano? Por lo general él era el desorden en persona.
—¿A qué viniste? —Ese tono cortante y frío no se desapegaba de su voz. Bien. Ella tendría que poner más de su parte.
—Necesito tu ayuda.
Su hermanó rio por un momento. Una risa sin ninguna pizca de gracia ni afecto. Una risa fea e incrédula.
—Sal ahora mismo —ordenó señalando la puerta—. No tengo tiempo para esto. Ya no estoy en ese mundo. Sal —demandó con una mirada dura, no parecía ser el mismo joven alegre y despreocupado de antes.
Dakota no se movió ni un centímetro. No despegó la mirada de esos ojos verdes llenos de irritación. ¿Quién lo habría echo cambiar tanto? Se podía ver que no estaba solo. Regan jamás tendría el suelo brillando y menos con tanta iluminación en la cabaña. Regan jamás usaría posavasos y menos toda la vajilla en su respectivo lugar. Y desde luego no separaría los libros en orden alfabético. Ni siquiera habrían libros de él estar solo en este lugar.
—¿Quién te cambio tanto hermanito? Antes no me hubieras echado —hablo la pelirroja mientras comenzó a merodear por le lugar.
Quizá, solo quizá podría toparse con alguien que le fuera de ayuda. Después de todo no podía irse hasta que no llegará su segundo invitado. Al menos uno de ellos si tuvo consideración. Para su sorpresa termino siendo de quien menos lo creyó. ¿Qué tanto habrían cambiado sus hermanos? Estaba por averiguarlo.
—Deja de husmear. Largo Dakota —bramó el hombre parado en la puerta.
La mujer sin prestar atención siguió caminado por el lugar hasta toparse con algo que...
—¿Ballet? —casi se atragantó por la sonora risa que moría por salir de ella—. ¿Aún no la olvidas? No me digas que estas viviendo con ella.
Dakota sabía que el dinero que le dio a su hermano era para fugarse con aquella bailarina, pero si era franca, muy, muy dentro de ella creyó que solo se trataría de una boba ilusión. Sí, solo habían pasado cinco días desde que le entrego su pago, pero para el Regan de antes hubiera sido tiempo suficiente para encontrarse algún nuevo juguetito. Después de todo era Regan. Él se encandilaba con cada mujer que le sonreía.
El hecho que estuviera enganchado de cierta manera con aquella bailarina era extraño. Pero conveniente. Muy conveniente.
—Largo —espetó el pelirrojo quitándole la muñequita de ballet de las manos y colocándolo sobre una de las repisas más altas para que ella no lo cogiera—. No tengo tiempo para ti.
—¿Ah no? —continuó merodeando—. ¿Por qué? Muy ocupado follándola como para una platica entre hermanos.
—¿Te ha cambiado tanto hermanito? —cuestionó con un tonito burlón mientras batía sus largas y rizadas pestañas.
—¿Eres tú la que lo dice? —su tono era incrédulo a más no poder—. Ni siquiera logre reconocerte cuando entraste. ¿Desde cuando te gusta hacer charla ociosa? —Dio un paso hacia ella tras cerrar la puerta ya resignado a que su melliza no saldría—. ¿Desde cuando dejaste de querer solucionarlo todo con sexo?
Los labios de la pelirroja se extendieron en una delgada e inexpresiva línea. No permitiría que Regan la viera tan mal. No, si quería tenerlo sujeto del cuello.
—A ti también te cambió —continuó el pelirrojo—. Sé que Maurice es un charlatán, pero no le creí cuando me dijo que ya no parecías tú. ¿Qué pasó hermanita? Por fin te abandono o es que descubrió quien le quito a su futuro...
—¡Ese engendro no era suyo! —bramó la pelirroja a todo pulmón con los ojos humedeciéndose—. Ella ya esta muerta. No hace falta remover el pasado —murmuró ordenando a sus lagrimas desaparecer.
—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar con los brazos cruzados mientras desviaba la mirada entre ella y el reloj.
¿A quien estaba esperando? ¿Acaso aquella bailarina llegaría pronto? En cualquier caso la pelirroja no tenía ninguna intención de irse, no sin que él se fuera con ella.
—No pienso ayudarte en ninguna tontería en la que estés metida —aclaró luego de unos momentos—. Lárgate. No quiero escuchar nada de la mierda en la que estés...
—Quiero matar a padre —hablo la mujer con claridad mientras mantenía los ojos fijos en su hermano.
—¿Qu..ué? —tartamudeó su hermano sin creerlo. Ella no podía asegurarlo, pero por la expresión de su hermano parecía que la noticia no le sentó del todo mal—. ¿De qué estas hablando? —interrogó intercalando la mirada de algún lugar a otro, como si quisiera distraer su mente de lo que le acababa de proponer.
Dakota sabía que no podía ser tan fácil. Regan también debía necesitar algo para que no lo considerará una estupidez. ¿Qué cosa estaría pasando por su mente? ¿Qué tipo de cosas le harían falta como para que Regan la echará en este momento?
—Lo que oíste —respondió dando un par de pasos en su dirección—. Sabes que ni aquí estarán seguros —Su hermano fijo la vista en ella—. Estas viviendo con ella, por ahora no pasará nada, sabes que padre no permitirá que...
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Editado: 11.06.2022