Día 01 (Parte I)
Cómo nos conocimos
“Lo he conseguido. Solo falta uno que llegará mañana, ven a vernos pronto”.
Recuerdo haber corrido ni bien entendí de qué se trataba todo. Estaba en clases cuando recibí ese extraño mensaje junto a una foto de ellos encadenados, con sus bocas y ojos tapados e inconscientes. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis manos comenzaron a sudar.
Entregué mi trabajo y salí de la clase como si el mismísimo mal me persiguiera. Creo que Elián intentó detenerme algunas veces, pero no podía escucharlo. Lo único en lo que podía pensar era en esa foto escalofriante. “¿Ahora qué has hecho Ama?” pensé, como si de mi hermana se tratase. Porque en eso se tornó nuestra relación, yo era la única persona en la que ella creía que podía confiar, quien la protegería sin cuestionarla… Y creo que tenía razón.
Al llegar a la dirección que me había enviado por mensaje, me quedé petrificada en la puerta. Era una casa de dos plantas color crema, muy pintoresca, debo agregar, pero la zona residencial era un pueblo fantasma.
La casa se encontraba rodeada de construcciones muy descuidadas y abandonadas. Creí que era una clase de broma hasta que escuché el primer grito en otro idioma. Parecía mandarín, pero no estaba segura…
¿Cómo sé a qué idioma se parecía? Creo que he asegurado que Elián era traductor. Él acostumbraba a hablar todos los idiomas que sabía para no perder la costumbre. Idioma que aprendía, idioma que yo tenía que escuchar. Actualmente habla japonés, coreano, inglés, español y francés. Estaba aprendiendo árabe con la ayuda de Cala, ya que su madre es oriunda de Arabia Saudita, y mandarín.
Entonces, así fue por lo que creía reconocer el idioma. “La mayoría de ellos son coreanos… ¿Qué está sucediendo?” Una vocecita susurró en mi oído. Mi sexto sentido me exigía que saliera corriendo, pero no podía. La curiosidad me dominaba.
Sin dudarlo, llamé a la puerta con dos simples golpes de mi puño. La puerta comenzó a abrirse sola. Creí que me moriría en ese mismo instante. Entonces, una melena rubia se escabulló por la apertura de esta para luego cerrarla detrás de ella.
—Si viniste— La oí decir en español, para luego seguir hablando en inglés. Ama solo hacia eso cuando no quería que alguien comprendiera de lo que hablábamos. Ambas éramos hijas de latinoamericanos radicados en Londres, por ende a ambas se nos había enseñado el idioma desde muy pequeñas —. Estoy emocionada porque los conozcas. Todavía no se han despertado pero… estoy segura que pronto lo harán– Desvió su mirada por encima de mi hombro –. No creí que lo traerías, pero como es el único que conocemos que habla el idioma… creo que fue una buena idea.
Seguí el recorrido de su mirada y noté a qué se refería. Elián me había seguido durante todo el trayecto. Para ser alguien que odiaba la gimnasia y que estaba excedido mucho de su peso ideal, podía seguirme el paso como si no representara ni el más mínimo esfuerzo.
—Gracias por dejarme participar. No sabíamos cómo reaccionarias– Elián con su tono cortés de siempre le dedico una sonrisa.
–Me alegro que estés aquí. Será mejor para ellos que escuchen un idioma que les es familiar antes de que un idioma que desconocen. Por lo que investigué, solo tres hablan inglés y muy básico. Es bueno tenerte–comentó tomando la correa de su mochila.
–A.M. ¿Puedo saber a dónde irás?—Suspiré —. Tengo tantas preguntas para hacerte… ¿Cómo los secuestraste? ¿De quién es la casa? ¿Por qué los trajiste aquí? ¿Qué está sucediendo?
–Tranquila Aitana. Tendremos tiempo luego para hablar del tema. Ahora necesito que los cuides hasta que termine mis clases. Volveré a la noche–Me dedicó una carita de puchero. Ama era la única, que no fueran mis padres, que se atrevía a llamarme por mi nombre completo. Generalmente las personas me decían “Tany”–. Por favor… Tany… No puedo ausentarme…
–Está bien. Pero a tu regreso necesito que respondas a mis preguntas.
– ¡SÍ! Sí, sí, sí, sí, sí, sí. Gracias, gracias. Responderé a todas tus inquietudes cuando regrese. Trata de no hacer nada indecente… Por ahora. Estoy ansiosa por conocerlos–Amapola me rodeó con sus brazos.
Cuando Ama se fue e ingresamos a la vivienda, un señor con rasgos orientales nos recibió. Era muy alto, llegaría a medir un metro ochenta, su pelo era de color negro junto con sus ojos del mismo color. Al verlos percibí algo extraño, como si no tuviera alma. Su mirada intimidaba. Tenía una cicatriz que atravesaba su mejilla izquierda y vestía completamente de negro. Hasta sus botas eran negras.
El señor “Chan”, como lo nombraré de ahora en más, nos recorrió con su mirada, desde la cabeza hasta los pies, negando con su cabeza. Luego nos guió hasta donde estaban ellos.