Día 02 (Parte I)
La ayuda está en camino
Creo que nunca he realizado tanto ejercicio en mi vida como aquel día. El reloj de mi celular marcaba las 00:00 mientras corría desesperada hasta los dormitorios. La casa en donde Amapola los había secuestrado quedaba a dos kilómetros de la ciudad donde vivimos. En esos dos kilómetros no había nada más que casas abandonadas y prominente vegetación.
Si hubiera estado en condiciones normales, habría estado aterrada de que algún animal extraño, o algún Jack el destripador, apareciera por allí y decidiera hacerme su próxima víctima. Pero esas no era lo normal y no me estaba en condiciones de pensar acerca de ello. No teníamos ningún vehículo en la casa, por ende lo único que podía hacer era correr y rezar para no desmayarme por el exceso de ejercicio.
Al llegar a la residencia noté que no había nadie por allí. Sacando ventaja de la oportunidad, corrí por las escaleras hasta mi habitación y abrí la puerta sin tocar. Si Cala estuviera con algún joven, luego me lo perdonaría. Sin embargo, al ingresar en mi pequeño dormitorio, solo encontré la cama inferior de la litera vacía. En su parte, se encontraba un par de almohadones cubiertos con las sábanas.
Cala solía hacer eso cuando iba a alguna fiesta del campus y no quería preocuparme. Eso siempre significaba algo así como: “no te quedes esperándome hasta tarde, finge que estoy aquí contigo”. Siempre pensaba en los demás antes que ella… Creo que esa fue la razón por la que la busqué. Ella sería la única que no contaría nuestro secreto al mundo si eso significaba que alguno de los dos, Elián o mi persona, fuéramos perjudicados.
Tomé mi bolso más grande y comencé a buscar todo lo que ella pudiera necesitar para sanarlos. Cala no solo estudiaba enfermería, también estudiaba para ser bioquímica. Ella provenía de una gran familia de médicos, que estaba muy orgullosa de la niña que tenían.
Una vez que recolecté todo, sin dejar de intentar contactarme con su celular sin éxito, me apresuré a salir de allí con todo mi botín y con algunas prendas extra. Algo me decía que esa noche no volvería a ese lugar.
Cuando estaba cerrando con llave la puerta, una voz conocida me llamó. “Cala” pensé al instante, pero al darme la vuelta comprendí que no era ella. Una de las compañeras de Cala me interceptó en el pasillo.
–Tany, ¿no?– Preguntó recorriéndome con la mirada. Una pequeña y delgada joven de pelo castaño lacio, poseedora de los ojos azules más perfectos que haya visto en mi vida, me dedicó una mirada de superioridad. No tenía tiempo para eso y parecía que mi mirada se lo había dejado en claro– ¿Puedes darle esto a Cala?– Me extendió un estetoscopio, lo tomé sin pensarlo y lo guardé en la mochila.
–Sí, claro. Si me disculpas, tengo prisa–Comenté dándome la vuelta.
–¿Te diriges a la fiesta de la fraternidad Musa? Creí que era exclusiva…–La vi dudar y agachar su mirada. Parecía como si estuviera incómoda de hablar conmigo sobre ese tema. ¿Qué le sucedía? ¿No había sido invitada? Negué con la cabeza. Oí como una vocecita en mi mente decía: “No te incumbe, Aitana”–. Bueno, creo que a ti sí te dejaran ingresar. Cala me dijo que se dirigía allí y que por eso te diera eso a ti. Me lo prestó por una clase… Ella es tan buena y….
–Gracias– Volteé y salí corriendo de allí.
La fraternidad Musa no quedaba muy lejos de mi dormitorio y con el último aliento llegue allí. Al ver la puerta noté que lo que había dicho la pequeña joven en el pasillo era real. En la puerta de la gran casa, que buscaba con su estilo griego recrear el Partenón, había dos grandes guardias. No había forma de que pasara por allí.
Rodee la casa y encontré una ventana en la parte de atrás que estaba abierta. Creo que no debería contarles a ustedes como irrumpí en una casa llena de jóvenes adultos borrachos, ya que aun así se podría considerar otro delito en mi contra, pero decidí ser sincera… ni modo.
Ingresé a la casa y me dirigí hacia el patio trasero. Sabía que si Cala estaba allí estaría afuera respirando aire fresco. Lo único que imploraba era que no se le hubiera dado por probar alcohol justo ese día en esa fiesta. Ella no solía beber, generalmente era mi persona la que terminaba muy ebria para poder llevar la presión de las fiestas, pero uno nunca sabe.
Comencé a recorrer el patio trasero y luego de unos minutos, considerando que tuve que brincar sobre uno de los parlantes que estaba junto al Dj para poder ver mejor en tre la muchedumbre, la encontré en la pista de baile. Estaba para el infarto, llevaba unos jeans negros, que simulaban ser cuero, ajustados a las piernas, junto con un top que al verlo detenidamente lo reconocí ya que me pertenecía. Su cabello negro se encontraba lacio y se movía al son de la música junto a sus caderas. Cuando todo esto terminara tendríamos otra vez la conversación sobre no tomar mi ropa sin permiso, con esto en mente me dirigí hacia su dirección.