Estocolmo

Día 52

La hora de la fiesta ha llegado

Era sábado por la tarde cuando el caos se desató. Me encontraba recostada en el sofá intentando concentrarme en uno de mis libros mientras que los demás se hallaban en el patio trasero realizando actividad física. Por alguna extraña razón, Amapola no quería que fuera su carcelera en el exterior del sótano. Por lo que dos de sus matones se estaban encargando de ellos brindándome un poco de tiempo de soledad. A veces la convivencia se volvía agotadora y necesitaba mi propio espacio. El solo pensar que ellos no podían disfrutar de esos momentos, me hacía replantear toda la situación. Necesitaba hacer algo para que fueran libres.

Cuando regresaron de realizar sus ejercicios físicos, me encontraba en la posición que había estado en el momento que ellos se habían ido. Sentía todo el cuerpo entumecido por haber mantenido la misma postura por una hora.

—Veo que nos estabas esperando —comentó Older en tono de broma al verme quejar por el dolor en mi espalda.

—Han tardado demasiado. Espero que se hayan divertido —Le sonreí a los matones que se encontraban en el pie de la escalera. Uno de ellos se llamaba Jake y el otro Jackson, según lo que Eli me había comentado… No tengo idea de cómo él supo eso. Jake había sido el matón amable que se había disculpado por romper la pantalla de mi teléfono. Mientras que Jackson era el matón pervertido que había presenciado el beso que le había dado a Dancer. Desde entonces, no dejaba de hacerme proposiciones indecorosas cada vez que la situación le brindaba la oportunidad—. Gracias señores. Me haré cargo desde aquí —Fingí ser lo más amable que podía.

—No hay de qué, princesa —Jake me devolvió una sincera sonrisa mientras golpeaba el brazo de su compañero para que lo siguiera de regreso hacia la cima de la escalera.

—Recuerda, nena…: estamos a tu servicio para lo que necesites —Jackson me sonrió de manera lasciva, para luego seguir a su compañero por las escaleras.

Al ver que salía de su campo de visión, me dejé llevar por un impulso y permití que mi rostro reflejara el sentimiento de desagrado que me invadía cada vez que Jackson decía algo de ese estilo.

—Creo que no le agradan —comentó Cala al ingresar a la sala. Sin hablar con nadie en particular—. No entiendo por qué… Ellos son más amables que los demás Zhǎoyá que conocemos. Hasta han sido más serviciales que Ming —depositó sobre la mesa lo que traía consigo y me observó dándome una de sus ansiosas sonrisas. ¿Qué estaba planeando?

—Cualquier matón es mejor que Ming. Pero Jackson no pierde la oportunidad de realizar comentarios y proposiciones indecorosas hacia mí —Suspiré dejándome caer sobre una silla cercana a ella—. ¿Qué tienes ahí?

Cala tomó la bolsa negra que traía consigo. Ahora que la veía mejor, era uno de esos estuches donde guardas las prendas que requieren de un cuidado especial. ¿Por qué Cala llevaba algo así? Era extraño.

Al abrirla, Cala quitó de su interior un precioso vestido largo, color azul. En la parte superior se sujetaba de un solo hombro, adaptándose a la figura de la persona que lo vistiera. Además, tenía un pequeño espacio entre la falda y el corsé que dejaba al descubierto parte del abdomen. En cuanto a la parte inferior, poseía una larga falda con una abertura en uno de sus lados, que nacía en la mitad del muslo y descendía hasta el suelo. No dejaba mucho a la imaginación, pero a la vez no revelaba demasiado, solo lo necesario. Cala era una especialista en seleccionar vestidos según la ocasión. Aunque no supiera cuál era la ocasión, estaba segura que lo luciría genial.

—Wow, me he quedado sin palabras —Ella lo sujetó contra su cuerpo, simulando utilizarlo, y dio dos vueltas como si de un baile se tratara—. ¿A qué se debe esa preciosura? —inquirí sonriendo.

— ¿Te gusta? —Asentí al instante—. Bueno… ¿Qué esperas? ¡Pruébatelo! —Cala me tendió la prenda con una gran sonrisa en su rostro.

— ¿Por qué haría algo así? —Arrugué mi nariz—. No soy una persona de vestidos. Sabes que no los luzco bien. Tú, en cambio… Ese vestido fue hecho para ti —Sonreí apartando mi mirada de ella.

— ¿Por qué? ¡Tienes una gala esta noche!, pequeña olvidadiza —Ella depositó el vestido sobre la mesa multiuso para luego comenzar a quitar todo su arsenal de maquillajes. Cala suele amar todas esas cosas.

—No lo creo. No iré —Suspiré fingiendo estar afligida—. No he encontrado niñera. Están todas ocupadas, dada la magnitud de la fiesta y la demanda, no creo que sea capaz de encontrar una a tiempo que sea capaz de quedarse a cargo de cuatro niños y cuatro bebés. Además… No creo encajar en ese tipo de fiestas —Busqué restarle importancia hincando mis hombros.

—Irás. Tu tesis depende de ello —Afirmó logrando a duras penas mantener la seriedad ante mi comentario—. Yo seré la niñera… ¡Lo pasaremos genial! ¿No, niños? —Observé a mí alrededor. Ambas estábamos recibiendo diversas miradas. Algunos sonreían intentando contener la risa, otros negaban con la cabeza y otros asentían mientras gritaban un “¡Sí!” con voces de niños pequeños.

Llevé mi mano hacia la frente y la arrastré contra mi rostro, en un gesto de desesperación. No podía creer lo que estaba viviendo. Odiaba las fiestas de cualquier tipo. Tan solo en pensar en la aglomeración de personas en un mismo lugar… Simplemente lo odio. ¿Ya lo he dicho? Perdón por eso.

Como sea, no quería ir y Cala me lo estaba dejando difícil con cada palabra que dejaba escapar de su boca. Tenía esa mirada en su rostro que acostumbraba a utilizar cuando sabía que ganaría la contienda.

—Piensa… Además, el señor Mason te deberá un favor —Estaba a un paso de asesinar a mi mejor amiga en ese mismo instante. Al decir esto último me sonrió de manera pervertida, a la vez que alzaba y descendía sus cejas.

—¿Quién es el señor Mason? —La voz de Angel, la cual intentaba sonar como un niño pequeño, me quitó de mis pensamientos acerca de cómo sería la mejor forma de matar a mi mejor amiga sin que nadie se enterara. Era una pena, se me habían ocurrido unas muy buenas ideas. 




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