Estocolmo

Día 53 (Parte II)

¿Estoy soñando? Por favor, que sea un sueño

Me dirigí hacia la puerta principal por un gran pasillo. No recordaba que hubiéramos caminado por tanto tiempo al ingresar. En ese momento comencé a pensar que quizá había tomado el camino equivocado. Cada vez me encontraba más y más enamorada de esa mansión que parecía un laberinto.

Estaba caminando deprisa en busca de la salida más próxima cuando, de pronto, dos hombres vestidos como los guardias de seguridad pasaron a mi lado. Tenía un mal presentimiento. Los observé detenidamente y pude ver que ambos, con una de sus manos, tironeaban de sus viseras intentando cubrir sus rostros. 

¿Esos eran Ming y Jackson? Tan pronto como ese pensamiento se hizo presente, me volteé para prestarles más atención. Había algo sospechoso en ellos.

— ¿Ming? —En el momento en que pronuncié esas palabras, los dos jóvenes comenzaron a caminar más deprisa.

Me volví para continuar por mi camino y así encontrar a Mason, pero de imprevisto casi tropiezo con mis propios pies. Logré evitar la catástrofe, no sin antes lanzar algunos insultos hacia los zapatos. 

Mientras estaba de pie, a mitad del inmenso pasillo, intentando no caer por mi falta de experiencia con zapatos altos, un hombre misterioso pasó junto a mí. Él lucía como los anteriores jóvenes: traje de guardia y visera, pero poseía un cubreboca que le tapaba la zona de sus labios y nariz, lo que dejaba solo sus ojos al descubierto. Aunque usaba lentillas de color celeste, pude reconocerlo. Tenía mi misma altura y era delgado. De pronto, el familiar sentimiento de calor me invadió.

—Dancer —susurré, volteándome y siguiendo con la mirada al susodicho.

Creo que él me oyó, ya que en ese momento comenzó a correr como si su vida dependiera de ello. Entonces, olvidándome del impedimento que mis zapatos y vestido podrían ser, me lancé en persecución de ese “guardia”.

Fui capaz de seguirlo hasta una doble puerta de vidrio que llevaba al exterior. Allí vi que se juntaba con los primeros dos guardias que me habían parecido sospechosos. Los tres salieron al aparcadero sin voltearse ni una sola vez. 

Al llegar donde los había visto por última vez, me sorprendí al notar que no se encontraban por ningún lado. ¿Lo había soñado? ¿Estaba tan obsesionada con el tema que no podía dejar de pensar en ellos? ¿Qué sucedía allí? ¿Por qué Dancer saldría a dar un paseo junto a esos dos? ¿Dancer no odiaba a Ming? ¿Ming no los odiaba a ellos? ¿Qué estaría planeando ahora el señor Chan? Hacía mucho tiempo que no oíamos noticias de él.

Con todos esos pensamientos conspirativos, comencé a buscar detrás de los arbustos que crecían junto al edificio, algún indicio de ellos. Quizás se habían escondido por allí. Lo sé, esa idea ahora a mí también me suena absurda. Pero no quería ni pensar que me estaba volviendo loca. Eso no me sucedería a mí. Tengo mi orgullo también.

De improvisto, un ruido captó mi atención. En la poca iluminación que había en ese lugar pude deslumbrar una silueta que se hallaba encorvada hacia el suelo. Parecía que se encontraba expulsando todo lo que había comido en la fiesta. Al acercarme, noté que esto no era verdad.

— ¿Se encuentra bien? —Tomé mi teléfono y acto seguido encendí su linterna. Con la nueva luz pude darme cuenta quién era esa persona— ¿Mason? ¿Te encuentras bien? 

—Si —Fue corto y conciso. Era como si le costara unir esas letras.

—No me digas que has bebido hasta perder la cabeza —Comencé a reír con ganas. Era divertido ver cómo mi profesor, que me superaba por diez años, se encontraba en esa situación. Recibí a cambio una mirada de odio. O por lo menos creo que eso fue lo que quiso brindarme. Riendo, continué—. Si has terminado, te llevaré a casa. Aguarda a que busque mi coche y…

Diciendo aquello, tomé las llaves del automóvil de Cala y, como acto reflejo, presioné el botón que provocaba que la alarma sonara. Lo que captó mi atención fue que mi automóvil se encontraba aparcado con los demás coches. Lo más sorprendente era que se encontraba junto al de Mason. ¿Qué demonios sucedía allí? ¿Ellos habían movido el coche? ¿Quién podría haber sido?

Mason realizó sonidos de arcada mientras trastabillaba hacia el frente. Me apresuré a rodearlo con mis brazos, alejando todos mis pensamientos de mi cabeza. Volvería a ellos luego, ahora tenía que concentrarme en mi tutor y su horrendo estado.  

—¿Por qué has bebido tanto, pequeño? ¿No sabes que no soy capaz de cargarte hasta el coche? ¿Mason…? Vida, dame paciencia —Suspiré al verlo cerrar sus ojos. 

Como pude rodeé su cintura con mi brazo derecho a la vez que tomaba su brazo izquierdo para que rodeara mi cuello. Algo era seguro: esa mañana no podría levantarme de mi cama. Mason parecía delgado, pero su peso muerto era demasiado para mi cuerpo fuera de estado. Cuando era joven acostumbraba a cargar a mis amigas ebrias estando en un estado parecido, o peor, al de ellas. Sin embargo, esa noche los pasos hacia el coche me parecían eternos. 

Deposité el cuerpo de Mason junto al auto mientras abría la puerta del copiloto. Luego lo ayudé a ingresar y lo sujeté con el cinturón de seguridad. Lo observé yaciendo allí tan pacíficamente… Todo mi enojo se evaporó al ver su hermoso rostro.

—La próxima vez, me embriagaré y te obligaré a cargarme por toda la fiesta —Volví a suspirar apoyando uno de mis brazos sobre el techo del automóvil—. Lo único que le pediré es que, por favor, no vomite en el coche. Cala me asesinará si eso ocurre. No creo que quiera cargar con la culpa de un asesinato, ¿no? —Lo vi negar. Parecía que me estaba oyendo—. Genial. Si se marea, por favor, avíseme. 

Me subí del lado del conductor y busqué en sus bolsillos su cartera. Tomé su tarjeta de identificación para saber dónde se encontraba su residencia. Al ver el nombre de la calle, comprendí que realmente odiaba a su padre. Su piso estaba en la otra punta de la ciudad. Emprendí la marcha hacia allí, deseando y rogando hacia todos los dioses que existían que Mason no vomitara ese automóvil.




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