Cuando el virus se propaga
Después de dormir veinticuatro horas seguidas y de mucha sopa de verduras, ya me encontraba en condiciones de seguir con mis rutinas diarias. Ese día, me levanté sobresaltada porque se hacía tarde para mis clases.
Tomé mis cosas para dirigirme al cuarto de baño. Lo que no esperaba, era que en la habitación continua hubieran decidido jugar a la enfermería. ¿O “al hospital” era el término correcto? Todos se encontraban recostados sobre sus catres, cubiertos por demasiadas mantas.
—¿Los he contagiado? —Mi pregunta era idiota, ya que la respuesta era obvia.
—Solo a Dancer, Romantic y Older. Joker finge estarlo para recibir atención por parte de Cala. Los demás gozan de perfecta salud, solo que no tardarán en propagarse la enfermedad —Ama me observó. Llevaba un cubre bocas y no podía ver con certeza si me sonreía o fruncía sus labios—. Tú estás inmunizada. Aunque me preocupa el hecho de que ellos no están acostumbrados a sufrir este tipo de enfermedades.
—Perdón —dije observando la situación—. No debería haber venido aquí —recapacité en lo último que Amapola había comentado—. Ama, no son indios que recibieron la enfermedad de los conquistadores —La reprendí y oí cómo Leader reía junto a Cala—. A veces tienes ideas descabelladas, pequeña hada. ¿Y por qué los demás no están utilizando cubre bocas, como tú?
—No lo pensé —Fue su respuesta automática.
Eso era típico de Amapola. Siempre pensaba en ella antes que en los demás. Acostumbraba a pensar en su bienestar por sobre cualquier persona que la rodeaba. Odio esa faceta de Ama. Ella siempre se pondrá ante todos, sin importar quién fuera esa persona. Es demasiado egoísta.
—¿Qué tal si los consigues y comienzas a repartirlos? —Suspiré al ver en sus ojos el odio dirigido hacia mí—. Debo ir a la universidad. Llego tarde a mi examen.
Cuando me había terminado de cambiar, tomé mis pertenencias y me dirigí hacia la escalera. Dudando, regresé para ir hacia Dancer, que me observaba con la mirada entrecerrada. Creo que no debía ver nada, sus ojos de por sí son pequeños.
Me acerqué a su frente y la besé. Estaba muy caliente. Me sentía como una idiota. ¿Por qué había ido allí sabiendo que Dancer solía enfermarse todo el tiempo? Deslicé mi mano sobre su mejilla, dedicándole una triste sonrisa. En ese instante, sentí cómo el calor me invadía y mi corazón se desbocaba. Me debería acostumbrar a eso.
—Dice que no morirá —Tradujo Smart sus palabras para mí—. También, que debes irte. ¡AH! Y ha dicho…
—Sé lo que significa fighting en tu idioma —Le sonreí, agradecida—. Gracias, a ambos. Si obtengo la calificación más alta de la clase… ¿Quieres apostar algo conmigo? —pregunté dominada por mi niña interior. La adulta en mí chocó su mano contra su cara al oír esa proposición. Para mi sorpresa, él asintió y me obsequió una de sus encantadoras sonrisas.
—No puede ser tu libertad, Dancer —Agregó La Madrina al momento en que lo vio tan entusiasmado por mi sugerencia. Lo que provocó que el ambiente se tornara tenso.
—Está bien. Piensa tranquilo lo que quieres obtener. Me tengo que ir —Luego de comentar aquello, aparté mi mano de su rostro, sintiendo cómo de pronto la habitación se volvía fría para nosotros dos.
Me dirigí de inmediato hacia las escaleras, para pasar las siguientes cuatro horas bajo el peor estrés que podría someterse una persona sadomasoquista que ha decidido estudiar para ser alguien en la vida. Sin embargo, en esa ocasión había algo que me motivaba a ir. Debía ganar esa apuesta aunque no supiera qué consecuencias conllevaría el resultado.
Fui una de las últimas personas en abandonar la sala donde se realizaba el examen. Ese hecho, junto a que había hecho todas las consignas, ayudaba a que mis nervios estuvieran calmados.
Al salir, Elián aguardaba por mí en el pasillo. Por alguna extraña razón, ese año nuestros exámenes habían coincidido en las fechas. Era normal en nuestra universidad que cada carrera realizara en semanas diferentes los exámenes, con el fin de que el rector pudiera pasear por las aulas donde estos se realizaban.
Eli no había olvidado su papel de novio dentro de las instalaciones educativas. El rumor de que ambos estábamos en una relación se había esparcido como la pólvora en un campo de batalla. Y ese sí que lo era… Las diferentes admiradoras que lo habían perseguido durante años, ahora habían decidido hacerme la vida muy difícil. Nos seguían en todo momento. Algunas nos tomaban fotos para publicarlas en sus redes sociales… Hasta habían realizado páginas para demostrar su fanatismo. Me estaba comenzando a sentir incómoda al ser perseguida por tantas personas durante tantas horas. Hasta había algunas que comían el mismo menú que me tocaba consumir por ser vegetariana. Recuerdo haber oído a una de las empleadas de la cocina quejarse por la sobrepoblación de “herbívoros” (sus palabras no las mías) que habían aparecido de pronto.
Había conversado el tema con Elián y acordamos aclarar la situación, por lo menos a los integrantes de la banda. No quería que algunos de ellos me dedicaran las mismas miradas de enfado o de traición, como las que había percibido en el momento que nos vieron con Eli abrazados. Pero, a cambio, debía tolerar todas estas actitudes hasta que el semestre terminara y él no tuviera que acudir a las clases de la señorita Owen.
Por otro lado, el padre del señor Mason había cumplido su promesa y Esmeralda Owen fue sancionada por su actuar. Se había descubierto que Elián no había sido la única víctima acosada por ella. Al parecer, cada año seleccionaba a alguno de sus alumnos como su “predilecto” para realizarle propuestas indecorosas. Aun sabiendo todo esto, la junta directiva no había decidido despedirla, sino que ellos querían que siguiera trabajando allí. A fin de cuentas, no todos los días encuentras a una mujer joven que sea capaz de hablar tantos idiomas orientales sin ser de procedencia asiática.