Cuando lo inesperado sucede
Antes de narrarles los horrendos acontecimientos de aquel día, deseo pedirles un favor (sé que no me encuentro en posición de pedir tal cosa, pero es necesario): Deben recordarse constantemente que soy culpable del secuestro de ellos. No pueden olvidar ese hecho, suceda lo que suceda.
Aclarado eso, comenzaré por narrarles cómo inició todo y cómo los hechos se fueron desenvolviendo. Siéntanse en la libertad de preguntar lo que deseen, estoy a su disposición.
Era sábado al mediodía, me encontraba esperando a Cala en uno de los corredores de la Facultad de Medicina. Había terminado mi reunión con el señor Mason, quien no dejaba de preguntar acerca del misterioso hombre que me había “raptado” (sus palabras, no las mías) de la biblioteca aquel día.
Luego de explicarle que se trataba de uno de los primos de Amapola, de quien al parecer de pronto todo el mundo se había enterado que tenía familia oriental, y disculparme en su nombre, retomamos mi investigación sin volver a tocar el tema. El señor Mason parecía un tanto distante.
Como comenté: me hallaba en el pasillo observando mis redes sociales en búsqueda de algún comentario sobre la desaparición de los chicos cuando ELLA me interceptó.
Solía envidiarme por mi cercanía con la reina del campus: Amapola Zaragoza… Amada por muchos, odiados por la misma cantidad de personas. Si hasta ahora creyeron que Ama era la verdadera molestia (cuando quería), su clon era lo peor de lo peor.
Ámbar es su nombre. Recomendaré que no se dejen guiar por lo hermoso que suena, porque era una arpía con todas las letras.
Todo comenzó cuando ingresamos a la universidad. Por aquella época, como ya lo he mencionado, mi relación con Amapola se había desgastado hasta el punto en que a veces me encontraba deseando que se olvidara de mí y me dejara libre.
Ama vivía rodeada de un séquito cuyas integrantes eran cuidadosamente selectas. Para formar parte debías seguir una serie de requisitos, entre ellos: ser delgada hasta que tus huesos se notaran; poseer algún aspecto que te resaltara, la mayoría ostentaban ojos claros o rasgos delicados; sacar las mejores calificaciones; tener buen sentido de la moda e ir siempre maquillada. Pero, por sobre todas las cosas, estaba terminantemente prohibido que te gustaran las cosas que te hicieran ser considerado como un “nerd” por la sociedad. En otras palabras, era necesario que seas perfecta; sin embargo, no lo suficiente como para opacar a la líder.
Ámbar había pertenecido al séquito desde sus comienzos. Ella había sido la mano derecha de Ama por mucho tiempo. Solía ser la persona en la que A.M. confiaba al punto de encargarle reclutar nuevos integrantes para que conformaran el grupo.
Puedo ver la pregunta en sus miradas: ¿Qué ha sucedido entre ellas dos para que rompieran su relación? Bueno podríamos decir que lo que sucedió es un cliché de los más viejos de la historia: Amapola comenzó a temer que Ámbar la superara en popularidad. Sumado a que su secuaz había comenzado a realizar escenas de celos cuando hablaba de mí. Si hay algo que A.M. odia es a las personas dependientes y/o posesivas, y Ámbar se había vuelto ambas cosas.
Ahora también sé lo que están pensando: ¿Cómo se deshizo de ella? Digamos que inventó un rumor de que Ámbar era una persona freak que veía animes, leía manga y hacia cosplays. Para mí, eso no es ser freak, pero en sus mentes sí lo era.
Ámbar, desesperada por limpiar su reputación, decidió que lo mejor sería dejar el grupo de Amapola por un tiempo. Lo que nunca pensó fue que A.M. ya tendría pensado un reemplazo para ella.
Al ver que fue reemplazada como si de una prenda vieja se tratara, formó su propio grupo. Nadie imaginó que esta simple “guerra” terminaría desencadenando una guerra entre las facultades.
Me explicaré mejor: A raíz de lo ocurrido, muchas personas comenzaron a tomar partido por algún bando. Eso llevó a que la Facultad de Ciencias Económicas, a la cual Ama pertenecía, y la Facultad de Ciencias Naturales y Humanas, a la cual pertenecía junto a Cala y a Ámbar, estallaran en una guerra sin fin, que aún sigue hasta nuestros días.
Para que tomen connotación de la magnitud del asunto, Ama no podía ni asomarse por toda la parte del campus que le perteneciera al decanato de Ciencias Naturales y Humanas, a la vez que Ámbar no podía pertenecer ni un segundo en las instalaciones pertenecientes a la Facultad de Ciencias Económicas. Todo esto fue establecido por la junta directiva de nuestra institución luego de que en un evento de caridad todo se fuera al diablo.
En cuando a Ámbar, no perdió el tiempo lamentando lo que podría haber sido su amistad con A.M. En cambio, formó su propio grupo de seguidoras dementes. Esas niñas no dejaban de molestar a las personas que rondaban a su alrededor.
Para ser alguien que estudiaba psicología, la clon de Amapola no sabía leer a las personas. Era demasiado inocente, en mi opinión. Confiaba en todas las personas que consideraba sus amigas y muchas de ellas aprovechaban este hecho para decir cosas malas de ella a sus espaldas o para arruinar su reputación.
Era normal oír por los corredores frases como: “Podemos decir cualquier idiotez sobre ella, sus amigas cercanas lo hacen” o “Me lo dijo su más allegada” o “Creo que es una idiota si no sospecha de sus seguidoras” o mi favorita: “No temas, culpará a Amapola por ello”. Y así era… Todos los rumores o las situaciones que debía vivir Ámbar, en su mente, eran ocasionados por Ama.
¿Qué puedo decir de la familia de Ámbar? Realmente, no mucho. Su familia era más rica que la familia de Ama y el padre de Cala juntos. Creo que es la mejor forma de definirlo. Sus padres eran oriundos de las afueras de Londres, toda su vida habían vivido allí. La sangre perteneciente a varias generaciones de ingleses corría por sus venas.