¡estoy muy gorda!

Ed

Hola, mi nombre es Rachel, soy pobladora de la ciudad de Ohio. Aquí nací y creo que aquí moriré; crecí con mil problemas, igual que cualquier otra persona, superé la mayoría, pero la depresión —Que como máximo fumaba un cigarrillo, me acostaba llorando cada noche— y la inseguridad quedaron siempre vivas ahí. 
Aunque a veces la suerte juega para bien cuando la vida decide que van siendo momentos exactos para cruzarte con los caminos perfectos, una tarde de Enero conocí a Ed, (Que se llamaba Eddie en realidad), no tardamos mucho en ser novios, a partir de Abril ya estábamos saliendo, y comenzando a conocernos; me contó sus más grandes inseguridades. Fue un chico del que abusaron sexualmente cuando apenas tenía diez años, a los doce, su mamá era golpeada por su padrastro, y con catorce años; se intentó suicidar; subió a una silla, y amarró una cuerda a un clavo bien puesto en el techo. Él cayó encima de la silla porque no supo amarrar el nudo      —Cosa que el contaba con gracia—. Duró enojado con la silla todo el año, al año siguiente su mamá decidió abandonar a su padrastro e irse a vivir a casa de una tía, ella los apoyó y a partir de ahí se mudaron a Ohio, la mamá consiguió un buen empleo y él se veía en perfecto estado, cada día sonriendo, sin ningún vicio (de hecho, detestaba que fumara), tan alegre y versátil ante todo.  
Yo hice lo mismo que él, me entregué por completo, platiqué mi historia; risas en el colegio, críticas por parte de mi familia, depresión, inseguridades causadas por mi ansiedad social, todo lo que una mujer puede contarle a su pareja de vida.  
El tiempo transcurría y comenzábamos a conocernos, me encantaban sus ojos marrones de venado, sus pecas, su cabello lacio en forma de hongo, el color oro de su cabello. Siempre insistí en que su nivel de persona era uno muy exageradamente lejano al mío, pero siempre insistió en que no era así, que él era muy humanamente imperfecto, que si era perfecto, era a mis ojos, y eso bastaba para que él lo creyera. Las partes de mi cuerpo que eran sus favoritas eran mis manos, decía que eran “de modelo”, mi sonrisa con los dientes un poco salidos como los de un conejo, mi nariz “perfecta”, toda yo era perfecta para él, eso decía siempre, y, si no lo decía, lo escribía. Pero, aunque él siempre me decía lo contrario, siempre insistí en que estaba muy gorda, me hacía lucir horrible, era nefasto para mis ojos y me dormía llorando frecuentemente por eso. 

 



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En el texto hay: reflexion, mensaje, moraleja

Editado: 13.06.2019

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