Decido, entonces, adentrarme a la calle que se suponía debía ser la correcta. ¿Qué más da a este punto? El apartamento que encontré en internet, con ayuda de un primo que sabe más que yo, no podía estar tan tan lejos, ¿o sí?
Me preocupa que a esta hora de la tarde no haya nadie, es decir, en una de las calles principales, la cual no le recuerdo el nombre, estaba repleto de gente. Sin embargo, en esta callecita secundaria no me he cruzado ni un alma, ¿cómo es posible? Antes del viaje, mamá me advirtió que en la capital no se puede caminar igual que en mis pagos. "Hay que estar pendiente de todo, mija, ¡te pueden atropellar si no tenés cuidado!", me dijo. Pero estoy transitando por una zona desolada, la cual, debo admitir, me asusta bastante.
De pronto, un aroma riquísimo llega a mis fosas nasales: café, café recién preparado. Me percato del cartel que está sobre mi cabeza indicando el acceso a la cafetería Flor de Primavera, en la cual decido entrar para descansar, y, de paso, pedir indicaciones.
—Buenas tardes... —digo tímidamente cuando llego a la barra.
—Buenas tardes señorita, ¿la ayudo en algo? —contesta un anciano con cara de simpático—. Parece algo perdida.
—Lamento las molestias, estoy buscando, emmm... —Tomo el papel dentro de mi libreta y se lo entrego al hombre, quien, con sus manos grandes y arrugadas como pasas, acepta amablemente—. Estoy buscando esta dirección, ¿usted sabe dónde es?
Baja sus lentes e inclina levemente su cuello hacia atrás, para luego entrecerrar sus ojos. Luego de entender lo que escribió mi primo en aquella nota, vuelve su atención a mí y me dedica una sonrisa tranquila.
—Tendrá que caminar bastante para llegar... Y por la forma de hablar se nota que no vive en la zona, así que, ¿de qué parte del interior del país vino, señorita...?
—Estrella, me llamo Estrella. —Estrecho su mano y su agarre es firme, pero no lastima, y me dice que su nombre es Ernesto, aunque todos en el lugar lo conocen como don Ernesto—. Es un placer, don Ernesto, y vine desde un rinconcito de Florida hasta Montevideo. Llegué hoy y la verdad es que...
De pronto soy interrumpida por el choque entre dos personas, no muy lejos de donde estoy. Un hombre cuarentón y un joven, probablemente con unos años más que yo, se gritan:
—¡Perdóneme, señor Joaquín! ¡No lo vi venir! —dice el mayor. Por su tono de voz se nota que está disculpándose de verdad.
—¡Siempre con excusas, Carlos, siempre con excusas! Si fuera por mí, ya te habría echado el año pasado por el plato que manchó la vieja esa de Margarita...
—¡No le falte el respeto a doña Margarita! ¡Usted no la conoce ni un poco!
—¿Vos sí? —La mirada del más joven definitivamente logra molestarme, pero decido volver mi atención a don Ernesto, quien ahora tiene una expresión de cansancio en el rostro.
—Disculpe el alboroto, señorita Estrella... Mi nieto es así desde que terminó con su última pareja y ella lo pudo superar con el tiempo. No lo justifico, claro que no, pero... —Entonces se acerca más a mí, con cierta complicidad—: ...sé que actúa así porque se arrepiente de lo que hizo. Hablé con Flor, la ex, y ella parece estar mucho más feliz sin Joaco en su vida, me dijo que se siente más libre, y se le nota bastante.
Ambos nos alejamos repentinamente cuando el tal Joaquín se coloca a mi lado, ignorándome completamente:
—Abuelo, ¿en serio no pensás despedir de una vez a Carlos? Solo se manda cagada tras cagada y no le decís nada.
El anciano suspira.
—Ya hablamos de esto... ¿Puedo atender a la señorita y lo conversamos en la cocina? —La mirada del joven se dirige hacia mí, percatándose por fin de mi presencia, pero segundos después vuelve a su abuelo—. No quiero más alborotos frente a los clientes, por favor.
El chico, aunque bastante molesto, acepta. Mientras se marcha hacia la cocina, don Ernesto me pregunta si deseo pedir algo para llevar.
—No, no es necesario. Voy a tomarme un descanso antes de volver a caminar en busca del apartamento, así que le pido un café con leche, si no es mucha molestia y... —Miro hacia la pizarra que se encuentra en la pared y examino tanto los nombres como los precios, indecisa sobre cuál es la mejor opción para acompañar la bebida caliente.
—Si quiere una recomendación de la casa, debería probar las galletitas con chispas de chocolate: son grandes y caseritas caseritas.
—Entonces un café con leche y dos galletitas con chispas de chocolate, por favor —sonrío.