Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO VII: COMIENZA LA TEMPESTAD

- ¿¡Qué rayos estás diciéndome Matt!? - Siempre dicen eso de "perro ladrador, poco mordedor". Lo que nunca cuentan es que cuando un perro no ladra a menudo, este siempre puede revolverse en cualquier momento y morder. - Deneb no ha tenido nada que ver en eso Matt. Ella entró conmigo después del entrenamiento, se duchó aquí Matt. ¿Has olvidado que nuestro cuarto tiene ducha? - Matt había intentado explicarle todo a su hermano lo más sosegadamente posible y él había escuchado pacientemente hasta que había llegado a la parte final. Lo que Dann decía tenía sentido, porque iba a ducharse en el baño común si el cuarto que antes era también de Matt tenía baño propio. Claro que por otro lado, ella podría haberle dado la llave a Altair en cualquier otro momento y nadie se habría enterado.

- Estoy diciéndote que es una teoría, la teoría más plausible que tenemos hasta ahora. - Aclaró intentando quitarle aunque fuera un poco de importancia al asunto. - Sólo te pido que estés atento con ella.

- ¡Pero qué...! ¿Me estás pidiendo que espíe a mi novia? ¿¡Te has vuelto loco, Matt!?

- Deja de gritar mi nombre por todo el bunker. Tenemos nombres en clave por una razón. ¿Y desde cuándo ella es oficialmente tu novia? Estoy convencido de que ni si quiera conoces el verdadero nombre de Deneb.

- Yo no soy como tú, Matt. No llevo a una tía a mi cama y luego le doy la patada. Yo no soy un capullo. - Matt era más rápido de lo que parecía a simple vista. Una mano rodeó el cuello de su hermano pequeño y le empujó hasta ponerlo contra la pared. Estaba furioso, pero aún así no le apretaba con toda su fuerza.

- No te atrevas a insultarme hermanito. - Le dijo con una voz grave y silbante al oído. - Sabes que no tengo mucha paciencia cuando me insultan.

- Nunca has tenido paciencia con nada ni con nadie, Matt. - No sabía si lo decía con rabia o con pena, pero el nudo que su hermano le provocaba en la garganta en esos momento no era mayor que el nudo en su corazón.

- ¿¡Qué estáis haciendo!? - Gritó Deneb cuando entró en la habitación, exaltada al ver la escena. Tor se revolvió y se deshizo de la mano de su hermano, este no opuso resistencia para evitarlo. Se dirigió con paso seguro hacia su novia.

- ¿Me quieres? - La pregunta desconcertó a la muchacha, pero no tardó en contestar.

- Sí, claro que sí. ¿Qué ocurre?

- ¿Confías en mí? - Volvió a formular sin contestar a su pregunta. - ¿Harías lo que te pidiese ahora aunque sonase a una locura? - Ella asintió decidida, aunque parecía asustada. - Bien, entonces recoge tus cosas, nos vamos.

- ¿¡Cómo!? - Exclamó Matt. - Estás precipitándote. No puedes tomar decisiones mientras estás en estado de shock. - Pero Dann no parecía escucharle, había sacado un par de bolsas y había empezado a meter en ellas sus cosas y las de Deneb, ella le ayudaba lenta, aún conmocionada pero decidida. - Basta. - Le dijo en un tono bajo intentando calmar una situación que no sabía muy bien cuando se le había ido de las manos. - Basta, Tor. - Repitió, estaba vez más impaciente pero aún intentando guardar su furia. - ¡Basta! - Gritó finalmente al ver que su hermano no paraba en sus nuevos quehaceres. - Estás siento irracional.

- Mira quien fue a hablar. - Murmuró mientras metía su block de dibujo en una de las mochilas y cerraba su cremallera. Dann no tenía mucha cosas en su cuarto, sólo lo necesario (ropa y útiles de aseo) y su block de dibujo. Se colocó una mochila a la espalda, agarró de la mano a Deneb y cogió una bolsa en la otra mano. Cruzaron la puerta de la habitación con Matt siguiéndoles de cerca. Como miembros importantes de la División Armada su habitación estaba bastante cerca de la puerta de salida del bunker. A su paso por el pasillo habían ido haciendo salir a varias personas de sus respectivas habitaciones con sus gritos. Había una media docena de personas cerca de la puerta del bunker, era casi la hora de comer así que la mayoría estaban dentro. Caminaros un par de minutos a paso acelerado con Matt gritándoles a unos diez metros por detrás de ellos. Cuando ya se había alejado un poco de la puerta del bunker y ya no había nadie cerca Matt se hartó de la situación.

- ¡Daniel O'Connor! ¡Se acabó en juego! Como tu hermano mayor te ordeno ahora mismo que regreses al bunker de inmediato. - Pero Dann siguió andando a pesar de que Deneb se había girado hacía Cas, aún agarrada de la mano de Dann. - ¡Daniel! ¡Es una orden!

- Tor... - Murmuró Deneb, pero no supo que más decir. Pero sólo eso hizo reaccionar a Dann.

- Tú ya no das las ordenes, Matt. - Dijo girándose hacia su hermano. Aún enfadado, Daniel era incapaz de llamar a su hermano por su nombre completo, no le salía natural. - Ya tengo edad para hacer lo que quiera. Y quiero estar con ella. - Explicó sin mirar a Deneb y mejor así, porque no era momento de que la viera ponerse del colorado color que se había puesto. - Y si me lo vas a impedir no hay cabida para nosotros. - Las palabras se le hacían ácido en la garganta, igual que cuando estás tan furioso que no quieres que tus lágrimas broten para no perder tu credibilidad o el respeto por tus palabras.

- Yo no te impido nada Danny. - Dijo mirando a los ojos de su pequeño hermano. ¿En qué momento había dejado de ser su pequeño Danny? ¿En qué momento se había convertido en hombre sin que él pudiera darse cuenta? - Te he dicho que sólo es una teoría sin confirmar. Sólo quiero que me des la oportunidad de aclarar lo que está sucediendo y luego decidiremos juntos, como siempre hemos hecho. No te ofusques irracionalmente sólo porque estés cegado por esta chica.

- Se llama Crys... - La última sílaba quedó silenciada por el ensordecedor sonido o de algo que se acercaba. Algo que los dos hermanos identificaron al instante.

- ¡Al suelo! - Una explosión hizo estragos en el suelo no muy lejos de ellos. Dos aviones pasaron por encima de sus cabezas. Apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando un gran grupo de hombres armados les alcanzaron. Matt apenas podía oír nada, la bomba le había dejado aturdido. Pero su desconcierto no evitó que mirara hacia donde había visto por última vez a su hermano pequeño. Estaba tirado en el suelo. Nuestra mayor fuerza sale cuando sentimos la necesitada de cuidar de aquellos a los que amamos. Siempre quise pensar que existen poco amores tan puros como los de un hermano mayor.




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