Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO IX: DISTINTOS TIPOS DE FAMILIAS

La familia Warchen se reunía. Con Falencio Warchen, alias Reverendo Hatefiel, a la cabeza, siendo el mayor de siete hermanos. Una familia de origen Alemán que había vivido sus últimas generaciones en Italia. Aquel día los siete hermanos decidieron congregarse en la mansión de su hermano mayor con sus familias. Tras una copiosa comida los niños fueron al amplio jardín a jugar. Las cuatro esposas se quedaron charlando en el comedor y los siete hermanos, todos ellos varones, se retiraron al despacho. Gregory, el segundo de los hermanos, se sentó en la primera silla que encontró y siguió comiendo algo que había cogido del comedor, siempre hacía lo mismo. Luego, en orden de sucesión, se encontraban los trillizos: Diego, Leonardo y Francesco. El penúltimo era Ángelo, al que llamaban le llamaban "El galán" más para burlarse de él que otra cosa. Y el más pequeño de los siete era Carlo. - Te dije que ese chico era bueno, Falencio. - Le espetó Carlo a su hermano en cuanto se cerró la puerta del estudio.

- En mi opinión ha tardado demasiado tiempo. - Consideró Leonardo.

- Esta operación empezó hace cinco años, antes incluso de que el G.G. se uniera al CES. - Manifestó Diego apoyando la opinión de su hermano, mientras bostezaba.

- Hay que reconocerle, al menos, que es muy difícil llegar a coronel con sólo veinticuatro años. Además de haber aprobado una carrera con honores. - Declaró el tercero de los trillizos. - Ese tipo debe de ser un tipo de buenas cualidades. De eso no hay duda. - Carlo asentía a la opinión de su hermano, al fin y al cabo la idea de poner a Bryce como espía en el campamento había sido suya. - Quizá ha tardado más de lo deseado pero los resultados han sido buenos.

- Aún no hemos descubierto donde se esconde la base central del CES. - Gruñó Leonardo, que no parecía estar muy contento con la opinión de Francesco. - Hemos necesitado la ayuda del grupo "causa accidentes" de Arlati para acabar con el capitán general de su División Armada. Ahora le debemos un favor al presuntuoso ese de Jesús II.

- Dos favores. - Anunció Falencio, que se había sentado tras su escritorio. - Usé sus servicios para mandar un mensaje al muchacho espía. - Se llevó la mano a la frente. - ¿Cómo se llamaba?

- Coronel Bryce Rolan Jenkins. - Indicó Carlo. Que conocía a Bryce desde hace tiempo, por lo que le había recomendado para la misión.

- Si eso. - Recordó. - Me resultaba extraño que el chico tardara tanto en traer la información así que le sugerí a Arlati que simulara un trágico accidente de avión en el que el padre del chico se viera involucrado. - Pensó un momento intentando hacer memoria. - Eso fue hace tres o cuatro meses.

- ¿Mataste al padre de Bryce? - Preguntó Carlo bastante sorprendido. - ¿Y Bryce lo sabe?

- Si lo piensa... - Empezó Hatefiel. - ...sería sólo una suposición, por intuición. Únicamente era una manera de espabilarle y ha funcionado. - Sonrió siniestramente. - Al fin y al cabo ese hombre, Ben Rolan, perdió la cabeza cuando murió el resto de su familia en el accidente aquel. Prácticamente abandonó a su hijo, yo le proporcioné un padre mejor. Le di un tutor, unos estudios, una educación militar y una misión con la que ha ayudado a los suyos a hacer de este mundo un lugar más seguro para todos. ¿Qué más podría pedir ese muchacho consentido? - Todos asintieron, unos con más ímpetu que otros. Todos menos uno. Ninguno de los hermanos debió percatarse, pero a Ángelo se le encogió el estómago hasta hacerle daño. ¿Alguno de sus hermanos había entendido, realmente, lo que Falencio acababa de explicar?, se preguntó. - El padre Dionisio ha sido un buen mentor para él.

De repente alguien llamó a la puerta del estudio. Todos se quedaron en silencio esperando a que alguien entrara. La puerta se abrió muy despacio. Era una de las esposas Warchen. Dos de los trillizos, Leonardo y Diego, Gregory y Carlo estaban casados. Y los tres primeros ya tenían hijos. La esposa de Gregory asomó la cabeza por la puerta.

- Siento molestar. - Se disculpó. Gregory se levantó rápida y penosamente de la silla.

- Adelante Helen. ¿Qué ocurre? - Preguntó Falencio muy amablemente.

- Nada Falencio. Es sólo que los niños están cansados y deberíamos irnos pronto a casa.

- Tienes razón, querida. Terminaremos enseguida. - Anunció Falencio. Ella asintió y cerró la puerta antes de irse.

- Deberías controlar más a tu mujer Gregory. - Apuntó Leonardo carcajeándose de su hermano, el cual había vuelto a sentarse en la silla.

- Calla Leo. - Ordenó Falencio. - Su mujer es cosa suya. No te metas. - Se levantó de su asiento. - Según ese chico... - Seguramente ya había vuelto a olvidar el nombre de Bryce. - ...sólo uno de los campamentos tiene la información de donde está la base central del CES. Con la información proporcionada ya hemos asaltado cinco de los doce campamentos. Pronto nos llegará la información de esos cinco asentamientos y con suerte uno de esos será el que nos de la situación de la base central. Si no es así tendremos que asaltar los campamentos restantes. - Respiró profundamente, como si estuviera cansado. - Esperaremos a la información y actuaremos en consecuencia. Si esto sale bien, nos libraremos al fin de la molesta organización CES. - Sonrió abiertamente. - Y cuando acabemos con ella nadie más se atreverá a enfrentarse a nosotros.

- ¿Estás más calmado ahora, Bryce? - El padre Dionisio se había sentado frente a él. Bryce asintió. - Llevas cinco años fuera de lugar, hijo. Fingiendo ser quien no eres.- Dijo el hombre. - Es normal que te sientas abrumado por tantos sentimientos encontrados. Pronto volverás a sentirte en casa. Volverás a ser el de siempre. - Aseguró levantándole la barbilla. Empezaba a respirar con más calma. Desde que su madre murió, el padre Dionisio había sido su tutor. Había trabajado duro durante toda su vida y el padre Dionisio siempre le había proporcionado la tranquilidad y el consuelo que necesitaba para seguir adelante, para seguir trabajando por los suyos.




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