Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO X: OBJETIVO Y RECOMPENSA

No sabía bien qué hora era pero estaba tan cansado que se había echado a dormir antes de que anocheciera del todo. Estaba dormido boca abajo con los brazos cruzados bajo la cabeza. Sólo llevaba puesto un calzoncillo largo y una camiseta. Tan agotado estaba que ni si quiera se despertó cuando se abrió la puerta, ni si quiera cuando ella se acercó a la cama donde él dormía. Por la ventana entraba la suficiente luz artificial como para que ella no tropezara. Al dar vueltas antes de dormirse la camiseta se le había subido un poco dejando una parte de la dañada espalda al descubierto. Ella se inclinó curiosa mirando las cicatrices. Tan curiosa era que alargó la mano y, con toda la delicadeza que pudo, cogió el borde de la camiseta e intentó levantarla muy muy despacio, pero no lo suficiente.

Para cuando quiso darse cuenta estaba tirada en la cama de mala manera. Las manos del chico que, hasta hace medio segundo estaba durmiendo, estaban ahora ciñéndose con fuerza a sus muñecas. Se había sentado a horcajadas sobre ella para inmovilizarla. El movimiento realizado había sido tan rápido que ni si quiera le había dado tiempo para gritar. Observó, entre asombrada y aterrorizada, como el chico pestañeaba varias veces para adaptarse a la luz de la habitación. Entonces la vio con claridad y se apartó de ella tan velozmente como la había agarrado.

- ¿Pero qué...? - Soltó una palabrota y maldijo todavía medio dormido.- ¿Quién demonios eres? - Pudo decir finalmente. Ella quedó bastante asombrada por el vocabulario que usaba y Bryce pudo ver cómo se agitaba al recorrerle un escalofrío. Él respiró hondo una vez. - Menudo susto me has dado. - Explicó tras observarla unos instantes y darse cuenta de que no era nadie a quien temer. - ¿Qué haces aquí? ¿Por qué has entrado? - Iba vestida de forma austera y debía ser bastantes años menor que él.

- Siento haberle asustado señor Rolan. Me han enviado aquí. - No sabía si la curiosidad había matado ya al gato, como decía el refrán, pero su curiosidad iba a matarla algún día, seguro.- Lo siento mucho. No quería incomodarle. - Bryce se frotó los ojos.

- ¿Qué te han enviado aquí? ¿Quién? ¿Para qué? - Preguntó ya completamente despierto.

- Me dijeron que usted era un héroe. Que acababa de llegar de una misión muy importante y que debía ser recompensado. - Ella se calló. Ahora parecía tímida, no lo había parecido tanto cuando había intentado levantarle la camiseta a traición. - Bueno pues... - Dijo levantando la vista. - ... yo soy la recompensa. - Explicó ladeando la cabeza y sonriendo tímidamente. Bryce se quedó anonadado, su cara debía ser un cuadro. No sabía si reír o llorar. Él sólo quería dormir, dormir y despertarse cuando todo pasara. La muchacha se levantó y se puso en pie frente a él.

- Recompensa. - Repitió. - Entiendo. - Aseguró sin entender nada. - Y... ¿Quién dices que te mandado venir aquí?

- El señor Warchen. Carlo Warchen. - Aclaró ella. Don Carlo Warchen, pensó Bryce, casi irónicamente. La oveja negra de la familia Warchen. ¿Quién si no?, pensó de nuevo para sí. Pero ser un imbécil no hacía que dejara de ser el hermano más pequeño del Reverendo Hatefiel. - Me trajo pensando que quizá podría sentarle bien mi compañía. Que quizá podría hacer que se sintiera bien después del estrés de su misión. - Bryce dio un paso hacia ella y la miró de arriba abajo. Apoyó su antebrazo sobre el hombro de ella, tenía la altura perfecta para ello. La miró a los ojos. A simple vista no parecía muy asustada. ¿Quién eres?, quiso preguntar. ¿Cuál es tu historia? ¿Cómo has acabado aquí? Deslizó el brazo por la clavícula de la chica hasta poner la mano en su nuca. Una recompensa, había dicho, como si fuera un paquete que se pueda enviar de un lado a otro. Carlo, maldito estúpido. Tiró de ella y la acercó a sí. Apoyó su pómulo contra el pelo de la muchacha. Respiró fuerte, como aspirando su olor. Pudo sentir como ella se estremecía de nuevo. Sintió el escalofrío como si fuera suyo. Está aterrada. Carlo, menudo gilipollas. Le dio un beso en la frente. Se separó de ella.

- Vete. - Le dijo. - Quiero seguir durmiendo. - Le dio la espalda y se sentó en la cama. La vio dirigirse a la puerta lentamente. Si no fuera una locura creería que estaba llorando. - ¿Qué te ocurre? - ¿Podría ser qué la hubiera ofendido al rechazarla? Pero, ¿a ella que más le daba? ¿No lo preferiría así? Ella no respondió y Bryce se levantó exasperado soltando un bufido. Ella dio media vuelta, ahora sí parecía asustada.

- Ya me voy. Ya me voy. - Gimió con lágrimas en los ojos.

- ¿Por qué lloras? - Preguntó muy confundido.

- Yo... Yo no... - Tartamudeó un par de veces más hasta que vio la expresión cansada de Bryce. - ¿No le agrado? Señor Rolan. - Bryce empezaba a preguntarse si ella le estaba vacilando.

- Yo... - Yo sólo quiero esconderme y dormir, pensó. Empezaba a dolerle la cabeza.

- Si no puedo complacerle. Si me voy ahora...- Empezó ella. - ...el señor Warchen... - Entonces Bryce lo entendió. Quien la hubiera traído hasta aquí la estaría vigilando. Si salía de la habitación antes de tiempo significaría que habría hecho algo mal, y de seguro se lo diría a su jefe. A Carlo no le gusta que las cosas salgan diferentes a como él quiere. ¿Quién sabe lo que podría hacerle? Cerró los ojos fuertemente y volvió a abrirlos despacio. Que agotador.

- Está bien. - Dijo finalmente. Señaló la cama. - Acuéstese. - Le ordenó. Bryce se fue hasta el armario y lo abrió para coger un pantalón de pijama. No era muy adecuado estar en calzoncillos delante de una señorita, pensó. Se giró con la prenda en la mano. El pantalón cayó al suelo cuando vio que la muchacha estaba tirada en la cama con la parte de arriba del vestido desabrochada.

- ¡Pero qué! - Exclamó dándose la vuelta de golpe. - Vístase. - Le pidió recogiendo el pantalón del suelo para ponérselo.

- Usted dijo...

- Dormir. Sólo quiero dormir. - Confesó finalmente, casi rogando. - Usted dormirá en la cama y yo me quedaré en el suelo. Así que estese quieta.




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