Tras llevar un buen rato despierta en la cama quiso bajar de ésta. Bryce seguía durmiendo en el suelo. Que hombre tan singular, pensó ella. Le había cedido su cama y no había querido estar con ella. Hasta ahora le había tratado mejor que la mayoría. Bajó de la cama con mucho cuidado de no pisarle, tan centrada estaba en no hacerlo que no se dio cuenta de lo cerca que estaba del escritorio y tropezó con él moviéndolo y haciendo bastante ruido. Bryce se estiró y retorció entre las sábanas.
- Elsie. ¿Qué haces? - Dijo completamente dormido. Se estiró una vez más y se dio la vuelta. Abrió los ojos y vio a Lena acongojada en una esquina de la habitación. - Eres tú. ¿Por qué tanto ruido?
- Yo... Lo siento. - Susurró. - Tropecé con el escritorio. - Bryce giró la cabeza hacia el mueble. Como si éste tuviera algo que decir al respecto.
- ¿Quién es Elsie? - Preguntó. Eso terminó de despertar a Bryce.
- ¿Cómo has dicho? - ¿De dónde había sacado ella ese nombre?
- Es como me has llamado al despertar. Me has llamado Elsie. ¿Quién es? - Si sus preguntas no le habían metido ya en un problema, lo harían pronto.
- Nadie. - Contestó tajante. - Voy a cambiarme. No entres. - No sabía muy bien a qué atenerse con esa mujer. Se levantó y cerró la puerta del baño tras de sí.
Cuando los dos estuvieron listos para salir, lo hicieron. Al otro lado de la puerta se encontraron con Saulo en el pasillo, quien miró estupefacto a su hermano. Éste no supo cómo mirarle, después de lo que le había contado al confesarse no era muy lógico que estuviese con otra mujer en su cuarto. Estaba a punto de explicárselo cuando otro hombre apareció junto a ellos. Vio a Magdalena encogerse. Ese debía ser el hombre que la había traído hasta aquí por orden de Carlo Warchen. Era frente a quien ella debía rendir cuentas.
- ¿Todo bien, señor? - Preguntó dirigiéndose a Bryce cuando se acercó lo suficiente. Cogió del brazo a la chica y quiso atraerla hacia sí apartándola de su cliente, pero éste no se lo permitió y cogió a la chica del otro brazo.
- ¿Qué estás haciendo, gorila? - Bramó Bryce. Ni él mismo se creía lo que estaba a punto de hacer. Tiró de la chica y el hombre soltó su brazo. Desde su espalda, Bryce pasó un brazo por el vientre y otro alrededor del cuello de Lena, abrazándola. - Dile a Warchen que me la quedo. - Anunció juguetón. Saulo, Lena y el hombre se quedaron pasmados, cada uno tenía motivos diferentes para estar seguro de que Bryce no había dicho eso.
- ¿Cómo, señor? - Estaba parado frente a la chica sin comprender lo que Bryce le quería decir. - Me temo que eso no puedo hacerlo, señor. Mis órdenes son llevarla de vuelta cuando usted terminara con ella, señor. - Señor. Señor. Señor. A Bryce le estaban dando ganas de meterle un puñetazo. Soltó de su abrazo a la chica y la movió con suavidad, pero con firmeza, a un lado. Luego se irguió y se puso en frente de aquel hombre. No le intimidaba que el gorila fuera más alto que él.
- Pues no he terminado con ella. - Comunicó. - ¿Vas a contradecirme? - Su mirada parecía que iba a empezar a arder en cualquier momento. - Tú. - Dijo con desprecio. - ¿Vas a contradecirme, a mí? - Había muchas personas por encima de Bryce en esa institución. Pero aquel hombre estaba muy por debajo de él. - Dile a tu señor que me quedo con su regalo y que si tiene alguna pega que hable conmigo. - Ni en un millón de años se habría atrevido contra un miembro de la familia Warchen. Nadie en su sano juicio lo haría. Pero Carlo era distinto, eran de edades similares y se conocían desde hacía tiempo. Se habían conocido en un campo de entrenamiento militar para gente con poder, de donde salían los jefes del ejército. Allí, Bryce había sacado al pequeño de los Warchen de más de un embrollo. Ya sabía cómo manejarle. Quizá porque Bryce era bastante listo o quizá porque Carlo resultaba bastante tonto. - Prefiero que seas tú el que reciba una paliza de su amo, y no a ella. - Explicó siseando muy despacio.
Seguía firme frente a aquel hombre, pero por alguna razón éste parecía atreverse a sostenerle la mirada. Sin duda no sabía quién era él. En realidad, no tenía porque saberlo pero si alguien a quien sabes que tienes que llamar señor se te enfrenta ¿No deberías, al menos, retirar la mirada?
- ¡Cuádrate ante un coronel de ejército!. - Gritó una voz al final del pasillo. El hombre reaccionó rápido, dio un paso hacia atrás y bajó la cabeza. Claro, ¿quién iba a pensar que alguien tan joven como Bryce tenía el título de coronel? Para quien no lo sepa, el coronel está sólo por debajo de los generales. El comandante Domínguez se acercaba por el pasillo. - Coronel Rolan. - Dijo alzando la mano para hacer el saludo militar, Bryce le respondió con desgana.
- ¡Vete! Y dile a Warchen lo que te he dicho. - Ordenó bruscamente haciendo bailar la mano para indicarle que se fuera. Cuando ya se iba por el pasillo, el comandante estaba a punto de hablarle cuando Bryce levantó la mano para evitarlo. Pasaba una muchacha que parecía formar parte del servicio. La cogió del brazo para pararla. - Busca una habitación para ella, por favor. - Pidió con suavidad. Cuando la asistenta se fue dio paso para que el comandante hablara. Hacía mucho tiempo que no usaba su título de coronel, sin embargo, seguía sabiendo cómo utilizarlo. Le resultaba raro poder seguir siendo el coronel que había sido antaño. Ya no se sentía un coronel. Ya no se sentía él mismo. Desde que había vuelto a ser Bryce, y no Donnie o Rigel, ya no sabía muy bien quién era.
- Quería darle oficialmente la bienvenida coronel. - Empezó el comandante Domínguez. - No pude dársela como debía durante la vuelta de la misión. - De repente todo volvió a Bryce, era como si lo hubiera olvidado por un tiempo. Ese hombre había ordenado el asesinato de Sirio, un hombre mayor, indefenso y desarmado. - Quiero decirle que durante toda mi carrera en el ejército, usted ha sido un modelo para mí. ¡Vaya! Estoy seguro de que... - El comandante seguía hablándole pero Bryce ya no le escuchaba. Estaba necesitando todas sus fuerzas para mantenerse en pie. La cabeza le daba vueltas. Acababa de darse cuenta de que ese hombre le producía nauseas.