Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO XX: LA LUNA DE CANADÁ

- Creía que todo lo que hacías por mí era porque te lo mandaban Antares o Cas. - Dijo Lise en voz baja.

- No te intentaba protegerte sólo porque me lo mandaran otros, lo hacía porque quería que estuvieses a salvo. Cuando la capitana me dijo que tenías que alejarte del resto del grupo deseaba que me mandara contigo. - Admitió Ian. - No sé si era lo correcto o no, pero instintivamente ese fue mi primer pensamiento. Así que cuando me pediste que te acompañara, no lo dude. - Ian se incorporó un poco en la cama para mirarle a los ojos. - Sin embargo, tú no dejabas de burlarte de mí cuando hacía algo extraño. - Le recriminó.

- No me burlaba de ti, me hacías reír con tu forma de ser. Parecías ser igual a los demás, y tan distinto al mismo tiempo. - El hombre volvió a recostarse abrazándola como si tuviera miedo de que se esfumase como humo entre sus manos.

- En verdad no sabemos nada el uno del otro. ¿Eh?- Afirmó ella. - Entre todo el secretismo, incluso dentro del campamento, y que tú no eres muy hablador. - Se quejó provocándole mientras sonreía. - Ahora fue ella quien quiso mirarle a los ojos. - Ni si quiera sé quién eres. Y lo más extraño es que ni si quiera me importa. - Aseguró ella.

- ¿Quieres saber quién soy? - Preguntó él. Lise se encogió de hombros mientras se acurrucaba bajo su abrazo. La verdad era que no necesitaba saberlo. - ¿Has oído hablar del jefe de "La capital"? Ese que dicen que tiene más dinero que glóbulos rojos.

- ¿Ese que llaman "El alcalde"?

- El mismo. Se le considera uno de los hombre con menos escrúpulos del planeta. - Comentó Ian. - Bueno pues... es mi padre. - Lise abrió mucho los ojos sorprendida, así que él siguió con su explicación. - Mi madre murió cuando yo era un crío, así que Summer y yo nos criamos con él, fueron los años de auge de "La Capital", así que puedes imaginarte que no es el mejor entorno para criar a dos niños. Mi padre encontró a Héctor en la calle y lo adoptó. Supongo que, al fin y al cabo, tiene más escrúpulos que lo que todo el mundo afirma. Con dieciséis años me escapé de casa estuve dos años por ahí perdido y luego entré en el ejercito pensando que ese sería mi lugar. - Dijo llevándose la mano al tatuaje del escudo que tenía en el brazo. - Pero ya ves. Las cosas nunca salen como uno piensa. - Reflexionó Ian. - Nunca creí que mi lugar estaría aquí, junto a ti. Y sin embargo, nunca me he sentido más en casa. - Confesó cerrando los ojos para volver a dormirse.

- Ian. - Llamó Lise antes de que éste pudiera dormirse. El chico sólo hizo un gruñido haciéndole saber que la estaba escuchando. - Me temo que yo también tengo algo que contarte. - Ian no dijo nada, así que ella continuó. - ¿Recuerdas que te dije que tenía hermanos? - Ian asintió sin abrir los ojos. - Bien... bueno... Rosalind es mi hermana mayor. - Ian abrió un ojo para mirarla pensando que había oído mal, o que se estaba burlando de él. Abrió los dos ojos y puso cara de anonadado cuando se dio cuenta de que no bromeaba.

- ¿Eres la hermana pequeña de mi capitana? - Quiso confirmar sin alzar la voz. Lise asintió mordiéndose el labio con carita de inocente. Él se llevó una mano a la cabeza. - Genial. Moriré asesinado por mi capitana. De seguro me matará cuando se entere de esto. - Lise rio sabiendo que eso no sería verdad. Estaba convencida de que para su hermana no había mejor elección que Ian. Volvió a cerrar los ojos cansado. - Una cosa más, Lise. Sí que estoy sordo. Al menos del oído izquierdo. Una granada de frecuencia auditiva me estalló bastante cerca, pero al final resultó ser una ventaja cuando pasas tanto tiempo disparando. Lo raro es que no esté sordo de los dos.

- Entonces me toca confesar algo más. - Añadió Lise.

- Dime, por favor, que mi capitán no es tu otro hermano. - Suplicó. Si Antares no lo colgaba, Cas sí lo haría.

- No. - Rio. - No que yo sepa, vamos. - Dijo haciendo que Ian se preocupase un poco. - No me gusta que me llamen niña. - Anunció. Él sonrió y la agarró con fuerza.

- ¿Cuántos años tienes? - Preguntó despacio.

- Dieciocho. - Respondió orgullosa.

- Entonces eres una niña. - Dijo sonriendo aún más haciendo que ella se molestase un poco. - Mi niña. - Añadió abrazándola también con el otro brazo. Ella podía sentir su respiración, siempre en calma. Al otro lado de la ventana, el frío de la noche empezaba a hacer hielo en el cristal y la enorme Luna brillaba radiante en el cielo oscuro y estrellado de Canadá.

- General. El perímetro está asegurado y el transporte del padre Dionisio está a punto de aterrizar para que pueda dar el visto bueno a la operación. - Comunicó el soldado.

- Señor, ¿puedo preguntarle algo? - El teniente se dirigió hacia el general mientras varios soldados a su alrededor disfrutaban del pequeño descanso que Bryce les había permitido tomar. El general le miró sin decir nada, esperando su pregunta. - No es que quiera faltarle al respeto al padre Dionisio, pero no entiendo por qué viene hasta aquí. ¿Acaso no son suficientes nuestros informes? - Había intentado ser precavido con sus palabras, pero no estaba seguro de haberlo conseguido.

- El padre Dionisio es nuestro contacto directo con el Reverendo Hatefiel. Y nuestro líder quiere saber de primera mano los resultados de esta operación en concreto. Es normal que envíe aquí a un hombre que goza de su confianza. - Explicó Bryce muy calmadamente. Se encontraba bien allí, de entre todos los ambientes que había probado, la guerra era, irónicamente, donde se sentía más seguro.

- Usted también es un hombre de confianza, general. - Opinó otro soldado. Bryce no sabía si había sido admiración o una lisonja. No solía soportar a los aduladores, pero la misión había tenido un resultado excelente y estaba de buen humor.

- Y este caso yo respondo ante Dionisio y él lo hace ante el Reverendo Hatefiel. Todos tenemos una cadena de mando que cumplir, incluido yo. Por suerte no es siempre así. - Comentó seguidamente en un susurro, no esperaba que nadie le escuchara, aunque si alguien lo hacía no le importaba demasiado. En pocos minutos Bryce vio aparecer a Dionisio seguido de Saulo y los demás, incluida Lena. ¿Por qué habría traído Dionisio a Lena? Un campo de batalla no era lugar para una mujer, y mucho menos para una como ella. Había conocido en profundidad a mujeres muy capaces de empuñar un arma, pero eso no quería decir que ese debiera ser su lugar, pensó Bryce. Los dos pequeños también lo acompañaban. Cuando llegaron a su lado todos los soldados se levantaron, Bryce estaba seguro de que unos lo habían hecho únicamente por la presencia del sacerdote y otros sólo por la presencia de Lena. Por su parte, Bryce cogió rápidamente la barbilla de Lucas y alzó su rostro para ver el estado de sus moratones. - Espero que quien te haya puesto así la cara haya salido peor parado, chico. - Le dijo con una sonrisa de complicidad. Lucas pensó en un principio que Bryce se estaba burlando de él, pero no era así. Le estaba dando la oportunidad de demostrar de qué pasta estaba hecho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.