- ¿Cómo es posible que hayamos llegado sólo en menos de dos horas? - Preguntó Gacrux anonadado.
- Es lo que ocurre cuando tienes un avión que puede alcanzar casi la velocidad de un caza de combate. - Comentó Grievous. - Tiene una velocidad máxima de 3000km/h
- No existen aviones así. - Aseguró Altair.
- ¿Estás montado en uno y aun así dices eso? Apuesto a que no eres creyente. - Afirmó Samara sonriendo.
- Sí soy creyente. - Le corrigió. - Lo que quiero decir es que no hay aviones así en el mercado. Ni si quiera en el ejército de Hatefiel. ¿Cómo lo habéis conseguido?
- Cuando tienes que escapar la prioridad suele depender de que seas más veloz que tu enemigo. - Explicó Karras dejando un libro sobre la mesa. En la portada se podía leer el autor del libro: "Apóstata", el escritor que publicaba en contra del gobierno de Hatefiel. Todo aquel que tuviera en sus manos un libro de ese escritor, el enemigo número uno de "Humilde siervo", era considerado un enemigo del gobierno y detenido por ello. - Y si tienes a buenos ingenieros a tu disposición, manipular un motor de avión no resulta algo imposible. - Continuó Karras.
- Y ¿de dónde habéis sacado el dinero para tener un avión así? - Preguntó Pólux mientras se tomaba el medicamento que le mantendría en pie y plena forma durante la intrusión en la base central. Vieron a Karras y Grievous mirándose y sonreír.
- Eso nunca nos ha resultado un problema para nosotros. - Dijo Ripley incorporándose a la conversación.
- ¿Estáis listos? - Preguntó Harley desde el otro lado del interfono. - Vamos a estar dentro de su radar en breves instantes.
- Todos bien sujetos. - Sonó la voz de Uhura. - Grievous, a tu puesto.
- Sí, teniente. - Dijo llevándose la mano a la frente haciendo el saludo militar a pesar de que ella no le veía y a pesar de que ni si quiera era teniente. Grievous se dirigió a la parte trasera del avión y se colocó en su puesto.
- Estaremos en el campo del radar de la isla en cinco, cuatro... - Anunció Harley empezando la cuenta atrás.
- A puesto a que tienen más de un aparato en el aire listo para derribar todo lo que entre en su espacio aéreo. - Opinó Matt que también se había tomado la medicación y tenía más ganas que nunca de entrar en combate. - Nos darán muchos problemas.
- No si les derribamos antes. - La cuenta de Christie finalizó y la voz de Grievous no tardó muchos segundos en pronunciarse.
- Tienen dos helicópteros y un caza. - Confirmó. Sólo tardó un par de segundos más en hablar de nuevo. - Blanco uno fijado. Permiso para disparar.
- Vía libre. - Aceptó Uhura. El misil, cual estrella fugaz atravesó el cielo impactando de lleno en el caza, que había sido cogido por sorpresa. Este voló en mil pedazos haciendo un sonido atronador por todo el lugar.
- Impacto en el blanco. - Comunicó Harley.
- Equipo omega poneos el equipo. - Ordenó Nightwing. Habían divido el grupo en dos equipos: omega y lambda. Cada uno tendría una misión distinta en la isla. El objetivo principal era encontrar y evacuar a todos los rehenes. El equipo lambda se quedaría en el avión para hacer frente a los enemigos desde el aire y luego aterrizaría para atacar desde tierra.
- Segundo objetivo fijado. - Anunció Grievous. - Permiso para disparar. - Repitió.
- Déjate de misiles. - Exigió Harley. - Aprovecha que los dos helicópteros están muy próximos, lanza un pulso electromagnético y fríe a los dos de un golpe. - Dicho y hecho. El sonido del disparo apenas se oyó, sólo pudieron ver desde las ventanillas a los dos aparatos apagarse, como si se les hubieran fundido los plomos, y empezar a caer en picado. Al hacerlo uno de los helicópteros chocó contra el otro creando una fuerte explosión y lo que era más útil, una gran nube de humo negro.
- Equipo omega. - Se escuchó la voz de Uhura. - Esta será vuestra mejor oportunidad. La humareda os ocultara.
- ¡Harley! - Gritó Karras. - Deja los mandos y ponte en traje ya. Tenemos que irnos. Ella saltó de su asiento y se encaminó deprisa a la zona de pasajeros. Allí todo el equipo omega ya estaba casi listo. La puerta del avión se abrió lentamente. Era el momento de saltar. Dann cogió a Deneb de la muñeca y la hizo girar para ponerla frente a él.
- ¿Estás segura de que puedes hacer esto? - La preguntó casi chillando debido al fuerte ruido que se estaba produciendo al abrir la puerta de salto.
- Ya te lo he dicho. Soy buena nadadora. - Contestó Crystal.
- Lo sé. Pero nunca te has tirado en paracaídas. - Advirtió él. - ¿Prefieres que salte yo?
- Tú tienes que quedarte con tu hermano. - Le recordó.
- Pero...
- Voy a salir ahí, Tor. - Sentenció ella. - Así que cállate y bésame de una vez. - La muchacha se abalanzó hacia él, con tal fuerza que habría hecho perder el equilibrio a cualquiera, pero no a Daniel O'Connor. Sólo a unos pocos pasos de allí, Pólux terminaba de asegurar las correas del paracaídas de Gacrux.
- Nos vemos al otro lado. - Le dijo a su novio. Este subió la cabeza y le miró extrañado y casi asustado.
- ¿Al otro lado? - Gacrux no tenía ninguna intención de morir allí.
- Al otro lado de la isla. - Contestó el archivista sonriendo. Gacrux veía de refilón a Tor y Deneb. Quería besar a Pólux de igual forma, pues no sabía si de verdad volvería a verle, pero ¿cómo podría? En cualquier otra circunstancia sería el primero en saltar al vacío, pero cuando se trataba de aquello... Quizá era por la educación que le habían dado sus padres. Ellos, como buenos cristianos, bueno, lo que la mayoría de la gente, es decir, lo que Hatefiel entiende como buen cristiano, le habían enseñado a no mostrar el afecto en público. Además, había sido preso del sistema demasiado tiempo, tanto que él mismo creía que lo que sentía no era natural, incluso, en ocasiones, que no estaba bien. Pero esa vez podía ser la última así que cerró los ojos y uso la ancestral técnica de: si no te veo, no me ves. Se acercó a los labios de Pólux y le dio un beso rápido. Cuando el chico abrió los ojos Pólux le miraba extrañado. ¿Tan raro le resultaba que hubiera reunido el valor para besarle? ¿O le resultaba extraño que hubiera querido besarle?, pensó Gacrux. Pero su pareja no estaba pensando en nada de eso. - ¿Eso es todo? - Preguntó. Gacrux no tuvo tiempo de sorprenderse, ni de reaccionar cuando Pólux le cogió de la cintura, le atrajo hacia sí y le besó con fuerza. Podían ahogarse allí mismo y no parecía que les hubiese importado. Toda la vergüenza y la aprensión inculcada a las muestras de afecto en público acumuladas durante toda su vida desaparecían sin más. En ese momento no importaba si había un millar de personas mirándolos o si estaban en medio de un campo de batalla. El mundo se reduce y tristemente, el tiempo se acelera.