Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO XXIII: TOMAR DECISIONES, CONSECUENCIA TRAS LA GUERRA

Uhura levantó el vuelo de forma tosca, haciéndolo lo más rápido que se podía. El peso del avión era mayor de lo habitual y de lo recomendado, pero nada parecía resultar imposible para aquella piloto.

- Ripley. - Murmuró Christie. - Era el cuerpo de Ripley. - Aseguró. Nadie dijo nada al principio. - Siento lo de su amiga, Antares. - Rosalind no pudo pronunciar palabra. Aunque sabía que también debía darle el pésame, pero antes de que pudiera encontrar las palabras ella ya le había dado la espalda y se había ido de allí.

- Te estás preguntando porque no dejó que recogieras su cadáver a pesar de ser amiga suya. - Afirmó Grievous. Antares asintió, sin duda le había parecido un gesto extraño. Al menos ellos podrían enterrar o incinerar el cuerpo de Agena. - Ripley amaba la vida como cualquiera de nosotros. Habría odiado que otros pudieran perder la suya sólo por enterrar sus huesos. Le habría parecido un gesto estúpido. Sencillamente eso. - Después de eso "Los mitológicos" se dispersaron sin más por el avión. Antares pasó un tiempo buscando a alguno de ellos, unos estaban en la cabina de los pilotos y otros junto a la camilla improvisada donde Joy se concentraba en sacar a delante a Igneel. Encontró a Grievous y a Karras sin mediar palabra enfrascados en la reparación de "el rinoceronte" que había sufrido bastante daño superficial, pero aparentemente nada interno. Una corta comunicación por el altavoz fue lo único que dijeron durante todo el viaje.

- En un par de horas aterrizaremos en Sal. Una isla situada en el archipiélago de Cabo Verde. Allí podrán descansar un tiempo. Luego les proporcionaremos lo necesario como para lleguen a donde deseen ir. Buena suerte.

Por lo que parecía "Los mitológicos" lo tenían todo planeado pues en el aeropuerto de Sal un pequeño grupo de personas les recibieron de buena gana. Les guiaron a una nave llena de camas donde pudieron dormir sin peligro. Pero muchos no se sentían a salvo y pocos pudieron dormir. "Los mitológicos" se quedaron en el interior del avión, el cual habían metido en un hangar cubierto. Sólo salieron para llevar a Igneel al hospital y por alguna razón nadie allí hizo preguntas. Antares no sabía si, al igual que en ocurría en Príncipe, en aquella isla también todos pertenecían o estaban relacionados con el CES de alguna forma. Pero no sintió que fuera el momento para preguntar. La gente apenas cruzó palabras aquella noche.

El timbre sonó estridente en el silencio de la noche. La doncella se levantó a toda prisa y miró recelosa por la mirilla. Se calmó al ver una cara conocida y abrió la puerta.

- Buenas noches, señor Warchen. - Dijo sonriendo. - Pase por favor.

- Gracias María. - Respondió él. - Siento haberte despertado.

- No es molestia si es usted, señor. - Respondió ella llevándose la mano a la boca en un bostezo.

- ¡Ángelo Warchen! Cuanto honor. - Exclamó el propietario de la casa. Dos hombres se habían asomado a lo alto de la escalera. - Volved a la cama. Es Ángelo. - Sugirió el anfitrión. - Ve a la cama María, querida. - Le dijo dulcemente a la sirvienta.

- ¿No van a querer los señores que prepare algo? - Preguntó ella.

- No. Por favor María, perdóname y ve a dormir. - Pidió el inesperado invitado. Ella se inclinó y se fue al igual que habían hecho el resto de sirvientes de la casa.

- ¿A qué debo esta inesperada visita de mi Warchen preferido? - Preguntó ofreciendo asiento a Ángelo.

- Tú qué crees, "Apóstata". - Contestó él. - He discutido con Jacqueline y me he largado de la casa. Así que, ¿a dónde iba a ir si no es a casa de mi mejor amigo?

- Lisonjero. - Dijo fingiendo sentirse abrumado. - No entiendo como siendo tu casa eres tú el que siempre termina aquí. Debería ser la modelo la que se largara.

- Jacqueline es cantante. La anterior, Brenda, era la modelo. - Le corrigió sin mucho afán.

- Modelo, cantante, actriz... han pasado tantas famosas por tu vida que he perdido la cuenta. Eh, galán. - Dijo pinchándole.

- No me llames así. Tú no. - Se quejó el penúltimo de los hermanos Warchen. - Sólo tú sabes porque dejo que pasen esa multitud de mujeres por mi vida.

- Ya, ya. - Corrió a decir Apóstata. - En busca de una mujer que encaje contigo para no levantar sospechas... y que esté disponible, claro. - Añadió riendo.

- Ya cállate, maldito deslenguado. - Gruñó Ángelo. - Se va a enterar toda la casa.

- ¡Já! Como si no estuvieran ya todos al corriente en esta casa de que estás enamorado de la esposa de tu hermano. - Rio a carcajada limpia.

- No lo digas en voz alta. Te lo pido por favor. - Suplicó Ángelo. - Me hace sentir peor de lo que ya me siento normalmente. - Dijo llevándose las manos a la cabeza.

- No veo por qué haces tanta actuación para que todo el mundo piense que estás buscando a la mujer de tu vida.

- Falencio me tiene mortificado con eso de que tengo que casarme y tener hijos. No deja de decir que es el deber de todo hombre que no haya decidido dedicar su vida a Dios. - Aseguró imitando la voz de su hermano mayor.

- Pero Francesco tampoco está casado y él no anda haciendo el imbécil. - Argumentó el escritor.

- Francesco está casado con su dinero. Ya lo sabes. - Ángelo cogió uno de los bombones que había sobre la mesa y lo tragó de un bocado.

- Pues coge a Anna y lárgate con ella. Desaparece. - Propuso. - Ella ya te ha demostrado que también te quiere. ¿No es así?

- ¿Escuchas algo de lo que te cuento, amigo? - Preguntó Ángelo. - Está casada con mi hermano Diego. Por todos los santos, tienen un hijo.

- En caso de que el hijo sea realmente de tu hermano. - Planteó Apóstata. Ángelo le miró con ojos desorbitados. - ¡Venga ya! No me digas que no lo has pensado. Llevas acostándote con Anna desde antes de que se casara con Diego, y eso fue hace ya tres años. Por cierto, fue una hermosa boda, aunque el catering un poco justo. - Comentó. - Y cada vez que ocurre dices que será la última vez. - Avergonzado ya no sabía cómo mirar a su amigo. - Ángelo. - Empezó, esta vez hablando en serio. - Diego nunca ha atendido a su mujer, ni a ninguno de sus deberes ni como padre, ni como Warchen. Nunca ha sabido lo que es la responsabilidad y si lo ha hecho siempre le ha dado igual. Su meta en la vida es estar inactivo durante el mayor tiempo posible. Anna estará mucho mejor contigo que con él.




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