Esa noche fue tan tranquila como otra cualquiera. La mayoría estaban en sus habitaciones descansando. Rosalind podía oír a Matt roncar en la habitación contigua. No solía ocurrir pero sucedía cuando le daba por dormir boca arriba y no de medio lado.
- Por favor, gírate. - Rogó desde el otro lado de la pared.
Al otro lado de la habitación de Matt, a Dann y Crystal no le importaban lo más mínimo los ronquidos de su hermano. Todo lo que ocurría fuera de su habitación estaba muy lejos del mundo donde ellos se encontraban en ese momento. Una habitación más allá estaba la habitación vacía de Erik. Aunque estaban en una isla donde les habían recibido de buena gana, no todos los huéspedes y empleados del hotel eran aliados. Así que, por más que quisieran, sería peligroso que gente ajena a ellos les viera dormir en la misma habitación. Corrían el riesgo de ser denunciados a la policía. Pero Gacrux no había podido parar a su novio cuando le vio irrumpir en su habitación.
- Van a acabar pillándonos. - Se quejó Gacrux.
- No seas agorero. - Le regañó Erik mientras se quitabas las botas sentado en la cama. - Me marcharé antes de que se despierten todos. - Gacrux estaba agachado terminando de colocar su maleta para irse por la mañana. - ¿Tú no tienes algún lugar a donde quieras ir, Henriel?
- ¿Henriel? - Se extrañó Gacrux.
- Sí. De Henry y Nathaniel. - Explicó Erik.
- Si te empeñas en llamarme de otra forma vas a tener que seguir intentándolo. Henriel. - Repitió con repelús. - ¿Y qué más?
- No has respondido. - Insistió.
- No, Erik. ¿A dónde quieres que vaya? - Respondió finalmente.
- Tu familia no sabe nada sobre ti. Desde que te reclutamos no te has puesto en contacto con ellos. No saben si estás retenido por nosotros o muerto o yo que sé las locuras que se le pueden ocurrir a una madre. - Expresó Erik.
- A mis padres les importa muy poco mi estado. - Alegó.
- ¿De qué hablas? De seguro tus padres se desviven por ti como todos los padres. - Aseguró.
- Sigue viviendo en tu mundo de fantasía, cariño. Me encanta eso de ti. ¿Te has tomado la medicación? - Dijo de repente.
- Sí, sí. No me cambies de tema. Deberías ir a verles.
- ¿Y qué te ha dado a ti con mis padres? - Gruñó. - Dime ¿qué hay de tu familia, nuevo líder del CES? - Dijo terminando de cerrar la maleta. Cuando se levantó y se giró vio a Erik tumbado en la cama y su camisa cuidadamente colocada sobre la silla, pero aunque le resultó extraño no hizo ningún comentario. Se limitó a sentarse en la cama para quitarse sus propias botas y dejarlas junto a las de su novio. - ¿Tú no tienes nada pendiente con ellos?
- Mis padres saben muy bien lo que hago. Saben que no es fácil para mí contactarles, pero Rosalind y Matt me prometieron tiempo atrás que si yo moría se lo comunicarían a mis padres. Así por lo menos saben que sigo vivo mientras nadie les comunique lo contrario.
- ¿Y ellos están de acuerdo con esto? - Preguntó Gacrux.
- Mis padres son unos granjeros de un pequeño pueblo del sur de La Toscana. Sin televisión y sin mucho tiempo para ir a la iglesia. ¿Quién podía culpar a un granjero de no ir a la iglesia un domingo por la mañana? No podían dejar a los animales sin comer para ir a misa. - Explicó. - Además, ten en cuenta que mis padres son mayores que los tuyos, nacieron bastante antes de que Hatefiel empezara con toda su campaña de lavado de cerebro, así que a mis dos hermanos y a mí nos educaron de forma distinta a la mayoría de los jóvenes actuales.
- ¿Granjeros? - Se sorprendió. - ¿Y cómo terminaste yendo a la Universidad?
- ¿¡Y eso qué tiene que ver!? - Exclamó.
- Quiero decir. ¿No te dio por ser granjero como ellos? ¿Cómo fue que te dio por estudiar documentación? - Erik se encogió de hombros.
- Me gustan los libros. - Respondió. - Supongo que en parte el viejo bibliotecario suizo tuvo algo que ver en eso. - Gacrux le miró intrigado y sabiendo que ahora le contaría una historia optó por tumbarse a su lado, aun estando vestido. - Era un hombre que vivía en una vieja casa a las afueras del pueblo donde me crie. Era una casa bastante grande, a pesar de parecer que llevaba allí desde el inicio de los tiempos. La cuestión es que tenía una gran biblioteca y mis padres eran amigos suyos, así que, cuando era pequeño me pasaba horas leyendo allí. Era mejor que jugar con mi hermano mayor al fútbol, que se dedicaba a romper las ventanas de los vecinos a balonazos, y mi hermana mayor, bueno...digamos que con los vecinos de su edad lo único que no hacía era acercarse a una ventana.
- ¿Y el resto de niños del pueblo? - Preguntó Gacrux.
- Ya te lo he dicho. Mis padres no solían ir a la iglesia, así que las madres del pueblo no dejaban jugar a sus hijos con nosotros.
- Pero no acabas de decir que tu hermana si jugaba con otros vecinos. - Erik rio levemente.
- Jugar. Sí bueno, llámalo como quieras, la cuestión es que sus madres no se enteraban de lo que hacían sus hijos con mi hermana. - Rio más fuerte. - O más bien mi hermana con sus hijos. - Gacrux se dio cuenta entonces de lo inocente que se sentía a su lado, a pesar de que no lo había sentido así nunca con nadie más.
- Estás pervertido, Erik. - Apuntó el chico.
- Esa era mi hermana. - Repitió. - Yo era el ratoncito de biblioteca. ¿Recuerdas? - Erik abrazó a su novio y cogió aire para seguir hablando. - Resultó que al final, aquel "bibliotecario suizo" era un escritor rebelde al que el ejército de Hatefiel buscaba desde hacía tiempo. Fue capturado y asesinado, y toda su biblioteca quemada. Qué desperdicio. - Se lamentó "el archivista". - Así que tiempo después fui a la Universidad, hice el examen de acceso y gracias a mis notas conseguí que el estado me pagara la matricula completa.
- ¿Completa? - Dijo anonadado. - Ni Altair, ni yo, ni nadie que conozca entró con la matricula pagada al completo.
- Eso no quiere decir nada. - Dijo quitándole importancia. - Simplemente tengo buena memoria para recordar datos. - Expuso acomodándose más en la cama.