Había estado tan enfrascada en sus papeles mientras caminaba por los pasillos del gran edificio que se había perdido. Necesitaba encontrar el ascensor para volver a su cuarto. Había intentado que Nievi la condujera, pero no podía comunicarse con él, era listo, pero no tanto. Parecía que la mala suerte la acompañaba, pues con la cantidad de personas que debían trabajar allí, no se había cruzado con ninguna. Quizá era demasiado tarde y todo el mundo estaba durmiendo ya. Lise se esperanzó al oír unas voces lejanas. Quiso correr y gritar hacia ellas, pero algo le dio mala espina. Las voces susurraban. Estaba bien si hablaban en un volumen bajo para evitar despertar a alguien, pero susurrar en un lugar tan grande como aquel, era como mínimo sospechoso. Se acercó sigilosamente a la esquina más cercana a las voces y permaneció oculta agudizando el oído. Como entendiendo a la perfección sus intenciones, Nievi se quedó en completo silencio a su vera.
- Si siguen revisando los datos no tardarán en darse cuenta de que algo no está bien. – Sonó la voz de una mujer a la que no había oído nunca.
- Y entonces estaremos en graves problemas. – Esta vez parecía ser la voz de una chica joven. Lise sabía que había escuchado esa voz en otra ocasión, pero no recordaba a quien pertenecía exactamente.
- No, Elisabeth. – Lise reconoció la voz del señor Coleman y recordó que la voz anterior era la de su hija, por lo que supuso que la primera voz era la de su mujer, la cocinera. – Si lo descubren no estaremos en graves problemas, si no que los cuervos nos matarán directamente. - Los cuervos. Así era como la gente llamaba a Raven y Crow. No sabía que era lo que esas personas estaban tramando, pero se suponía que debía decírselo a Raven y Crow. Ellos eran familia, pero, sinceramente, les creía capaces de matar a aquellas personas. Aunque no sabía cuál era el motivo, no quería cargar con la muerte de nadie a sus espaldas. ¿Qué debía hacer? ¿A qué se estaría refiriendo la familia Coleman? – Así que debemos actuar rápido para que nadie se entere de esto. – Fuera lo que fuera, iban a hacerlo ya. Si tenía miedo de lo que Summer y Héctor podían llegar a hacer, al menos debía hablar con Ian. Él era el único que podía evitar que esto acabase en tragedia. Iba a darse la vuelta sigilosamente y buscar a Ian cuando un sonido detuvo su corazón. Su móvil. No era posible. Sólo los otros miembros del CES tenían su número. ¿Cuáles eran las probabilidades de que la llamaran justamente en ese momento? Miró la pantalla, era su hermana, pero no era el momento para cogerlo. Apagó el móvil y se quedó esperando en silencio, pero nadie habló. Era obvio que lo habían oído, no podía salir corriendo o algo así. Dobló la esquina, Nievi la siguió, podía parecer una estupidez, pero eso le hacía sentirse segura. Allí seguían los tres, completamente petrificados. Sólo podía hacer una cosa, actuar.
- ¿Qué es eso de lo que nadie puede enterarse? – Preguntó cruzándose de brazo y poniendo gesto serio. Los tres permanecieron quietos sin decir una palabra. - ¿Cuáles son los datos por los que Crow y Raven os matarían?
- Señorita Milana. – Empezó hablando el señor Coleman. – Creo que usted se confunde. Nosotros no...
- ¿Intenta decir que estoy sorda? – Respondió con la peor cara que le salió. - ¿O simplemente me está diciendo que soy tonta y no entiendo?
- No. No es eso en absoluto, señorita Milana. – Intervino la joven. - Lo que mi padre intenta decirle es que... - Parecía haberse metido en un problema del que no podía salir.
- Jurong. – Dijo de repente la señora Coleman. Todos la miraron sin comprender. – Usted no parece ser una mala persona, señorita. – Opinó. Lise se sintió algo decepcionada consigo misma. Había intentado poner su cara de malas pulgas y no había conseguido nada. Eso dejaba claro que, por mucho que lo intentara, aún parecía lo que era, una niña de dieciocho años. – Siento que podemos confiar en usted y que nos guardará el secreto.
- Pruebe a ver. – Dijo queriendo mantener su pésima actuación un poco más de tiempo.
- Se trata del Orfanato Jurong. – Comenzó diciendo. – No está lejos de aquí. Yo trabajo de cocinera voluntaria en él. En realidad, toda la familia ayudamos en lo que podemos.
- ¿Qué tiene que ver ese orfanato con "La Capital"? – Preguntó Lise algo más relajada.
- Nada, señorita Milana. Ese es el problema. – Aseguró la señora Coleman. -El orfanato no tiene dinero para seguir cuidando de los niños y cada día vienen más y son muy pocos los que consiguen ser dados en adopción. En esa precariedad, muchos de ellos sufren de malnutrición y otras enfermedades y carencias. Por eso... bueno...nosotros...
- Aprovechando que su marido es el contable de éste lugar, roban dinero para dárselo al orfanato. – Dedujo Lise. La señora Coleman asintió.
- Señorita Milana, por favor. – Dijo el señor Coleman cogiéndola de las manos con gesto de súplica. – Se lo ruego, no nos delate. "La Capital" tiene más dinero del que puede administrar y los niños lo necesitan. Sólo cogemos lo justo, se lo aseguro. – Lise se quedó muy callada. Al final, inspiró suavemente y respondió.
- Entonces... daremos con la forma para que nadie se entere. – Una expresión de alivio se dibujó en el rostro de los tres miembros de la familia. – Tenéis que ser extremadamente discretos. La verdad es que hace muy poco desde que conozco a Raven y Crow y no creo tener ninguna influencia sobre ellos en el caso de que algo malo ocurra. Lo máximo que puedo hacer es de informante. Si me entero de que tienen alguna sospecha os avisaré enseguida. – Se ofreció.
- Eso sería de gran ayuda, señorita Milana. –Aseguró la señora Coleman, que parecía ilusionada. – Es usted un ángel. – De pronto, Nievi ladró. ¿Significaría eso que alguien venía? Todos se miraron entre sí. Podía parecer sospechoso si alguien les veía reunidos y cuchicheando a aquellas horas de la noche así que la familia Coleman se fueron del pasillo casi sin tener tiempo para despedirse de Lise. Podía oír los rápidos pasos de alguien que se acercaba. Lise cogió aire fuertemente y caminó en dirección hacia los pasos. Al doblar la esquina casi chocó con la persona que venía corriendo hacia su posición.