- No imaginas cuánto siento tener que dejarte. – Admitió Ian sentado en la cama mientras Lise guardaba las últimas cosas en una bolsa de equipaje.
- No tenemos otra opción. – Asumió Lise, que iba acelerada de un sitio a otro de la habitación. – Además, no tardaremos en volver a juntarnos.
- Eso es ser muy optimista. – Murmuró sin saber si ella le había escuchado. – Lise...
- Seguro que se me olvida algo. – Dijo haciendo caso omiso a Ian. Giró sobre sus talones y echó un vistazo a la habitación.
- Lise, ¿me estás escuchando? – Preguntó él sin alzar su tono de voz.
- ¡Ah! El baño. – Recordó. Él la observó contrariado desde su posición. La vio salir del servicio con varias cosas en las manos y precipitarlas con poco cuidado al interior de la bolsa. El avión no llegaría hasta pasadas un par de horas. ¿Por qué tanta prisa? Abrió un cajón y al ver que estaba vacío volvió a cerrarlo. Había abierto y vuelto a cerrar ese cajón, al igual que todos los demás, como unas diez veces. Ian no pudo soportarlo más cuando la vio mirar debajo de la cama por tercera vez. Se levantó, cuando ella también lo estaba haciendo y tiró de su brazo con suavidad, pero con firmeza. La colocó entre sus brazos, de forma que ella no podía escapar. - ¿Qué haces? – Le preguntó mirándole como si estuviera loco.
- Estate quieta. Me estás poniendo nervioso. – Fue el único motivo que dio. Ella entrecerró los ojos.
- Pero... - Dijo confusa. - ¿De qué estás hablando? Déjame ir. Tengo que seguir recogiendo. – Dijo forcejeando inútilmente. Ian la abrazó con más fuerza apretándola contra él, dejándola recostada en su pecho, y bajó la cabeza poniéndola con delicadeza sobre la de ella. - ¿Ian?
- Shh. – Se quedaron así un momento. Cada uno sintiendo la respiración del otro. – Estás alterada. Y tienes muchas razones para estarlo. – Comprendió Ian. Se separó un poco de ella para mirarla a la cara. – Por eso digo que siento mucho no poder acompañarte. – El hombre no modificó su timbre de voz ni cuando las primeras lágrimas corrieron por las mejillas de Lise. Ella le abrazó mojando su camiseta con sus sollozos.
- No lo entiendo. – Dijo ella aun llorando. - Tú has perdido a tu hermano y yo he recuperado al mío. Aun así parece que soy yo la que está lloriqueando. Soy una egoísta. – Gimió sintiendo que le faltaba el aire. - ¿Por qué eres tan bueno conmigo? – Notó como Ian reía por dentro. Cogió su rostro entre sus manos, desechando la fuerza y rigidez que usaba cuando sostenía su fusil, y le hizo mirarle directamente a los ojos. Sus profundos ojos, que transmitían tanta calma.
- ¿Aun no lo sabes, Lise? Es porque te amo. – Si tenía algo que decir, no le dejó hacerlo. Uniendo sus labios a los suyos en un beso dulce y lento, que ambos hubieran deseado que fuera eterno. Los brazos de ella rodeando su cuello, los de él en su cintura, elevándola levemente. Ella robó una bocanada de aire de los pulmones de Ian, lo que intensificó el beso. En respuesta, él la alzó colocando las piernas de ella alrededor de su cintura y ella se agarró a su cuello. La diferencia de altura hacia que, aprovechando la fuerza de Ian, esa postura fuera la más cómoda para ambos. Ella acabó el beso mordiendo el labio inferior de Ian, no con fuerza, y luego le miró a los ojos.
- Sabes que me siento muy afortunada... – Afirmó de repente. –...a pesar de todo lo que ha ocurrido. Tú me has enseñado que, a pesar de todo lo malo, se puede ser realmente dichoso si tienes el valor para serlo. – Ian volvió a dejarla en el suelo y le cogió de las manos.
- El amor hace fuertes a las personas, les otorga verdaderos motivos para seguir adelante y regresar a casa con las personas que aman. – Citó el soldado. - Por eso es que me atrevo a separarme de ti. Aunque tenga miedo, sé que somos lo suficientemente fuertes como para volver el uno junto al otro. – A veces, las palabras no pueden explicar todo lo que sentimos. El vocabulario, se inventen las palabras que sean, siempre será escaso para aquellos que aman de verdad. Porque el amor no se expresa con palabras, sino con acciones, con gestos: una sonrisa de Lise, un abrazo de Ian, un beso. Sólo un gesto, y el corazón se siente lleno.
- "Apóstata". – Dijo en un tono muy bajo cuando éste respondió al teléfono.
- ¿Qué ocurre, Ángelo? Tú nunca llamas. Simplemente te presentas aquí y ya está. – Respondió de buen humor.
- No hay tiempo. – Le cortó muy serio. – Tenéis que salir de la casa ya. Mi hermano sabe quién eres. Sabe que Rosalind está allí y sabe que tienes el libro. – Le explicó todo lo rápido que pudo. – Salid de allí, ya.
- ¿Qué? ¿Cómo puede ser eso? – Expresó estupefacto.
- Tenéis un infiltrado. Uno de tus empleados. No sé cuál. ¡Salid de esa casa ya! – Pidió todo lo alto que pudo, que no era mucho porque seguía en la casa de su hermano. Había decidido excusarse para ir al baño y llamar desde allí cuando había terminado la reunión. Era la única manera de ser más rápido que Falencio. – Él ya ha empezado a prepararse para la guerra. Sabe lo del CES y "La Capital" y pronto estará preparado para atacar.
- ¿Y tú? ¿Lo sabe? – Le preguntó preocupado.
- Creo que no. Pero no te preocupes por mí. Es mi hermano. Yo voy a estar bien. – No estaba seguro del todo de que los que acababa de decir fuera verdad. Quizá, ni si quiera ser su hermano le salvaría. – Hazme caso, Franz. – Nunca recordó haberle llamado por su nombre real. – Tenéis una misión. Mi hermano os teme a vosotros y a ese libro más que a nada en el mundo. Acabad con esto de una vez por todas. – Casi parecía una súplica. Cuando Franz se vio con el teléfono en la mano, ya colgado, tuvo la extraña sensación de que podía no volver a ver ni oír a su amigo nunca más.
- ¿A qué viene todo esto? – Preguntó Matt, que estaba conduciendo sin saber a dónde. - ¿Por qué tanta prisa, Franz? – Les había sacado a todos de casa sin decirles nada sobre la situación.
- Ángelo me ha llamado en cuanto lo ha sabido. – Respondió el escritor sin dar las suficientes explicaciones como para dejar complacidos a Matt y a Rosalind. Ellos tres iban en un coche y María, Giuseppe y Santi iban siguiéndoles en otro. – Según Ángelo, uno de ellos... – Dijo señalando el otro coche. - ...Es un espía de Hatefiel.