- ¿Así que es una tienda de regalos sólo con productos de Hatefiel?
- Sí. – Dijo Rosalind respondiendo a la pregunta de Matt.
- Habrá cámaras por todos lados. – Apuntó Arne. – No pasaremos desapercibidos.
- Créeme Arne. – Pronunció Matt. – Si algo hemos aprendido en nuestra vida, es como esquivar cámaras de vigilancia.
- ¡Increíble! – Exclamó de repente Rosalind. - ¿Cómo puede estar el mundo en guerra y aquí la gente está como si nada?
- A las personas nunca les han importado las guerras lejanas. – Aseguró Arne. – Mientras no les afecte directamente a ellos no moverán el culo del sofá.
- Lo que ahora mismo es imprescindible para nosotros. – Comentó Matt. – Cuanta más gente esté en su casa despreocupadamente viendo la televisión, más audiencia para nuestro programa especial. – Rosalind torció la cabeza hacia Matt y sonrió.
- Tienes razón. – Desde el otro lado de la calle, contemplaban el edificio comercial. – ¿Tenéis claro el plan?
- Como el agua para beber. – Afirmó Arne. Habían estado el día anterior turnándose para vigilar el lugar y los tiempos de cambios de guardia. Por suerte para ellos, se había conservado la estructura anterior del edificio por lo que el aparcamiento seguía estado en la azotea. Sólo tenían que subir en coche y esperar a que llegara la noche.
- Pues adelante. – Matt subió al lugar del copiloto, se levantó la capucha y se recostó en el asiento, como si estuviera dormido, de ese modo las cámaras que pudieran identificarle, no lo harían. Rosalind se sentó atrás, con los cristales tintados no habría problema. Subir fue fácil. Arne dio vueltas por el aparcamiento hasta que logró un sitio en la zona que quería, junto a la entrada de la tienda. Habían comprobado que ahí había unas escaleras de emergencia y en la pared de una de ellas, había un conducto tapado por una rejilla, lo suficientemente grande como para caber en él. Los tres salieron del coche y Matt y Rosalind cogieron un par de bolsas del maletero. Arne se adelantó entrando en la tienda directamente. Cuando entró, Rosalind giró disimuladamente la cabeza, como para hablarle a Matt, y así darle la espalda a la cámara que había en la entrada y Matt la esquivó cubriendo su rostro con el brazo mientras se quitaba la capucha. Gestos completamente normales a los que les habían cogido mucha práctica durante el tiempo que habían llevado octavillas de reclutamiento a la Universidad. Al pasar la cámara abrieron la puerta de "salida de emergencia" rezando por que no sonara ninguna alarma. Después de recobrar una fe inexistente, aunque fuera sólo por un instante, destaparon la rejilla en silencio, metieron las bolsas en el conducto, luego entraron ellos y esperaron. Arne dio vueltas por las tienda no por mucho rato y compró lo primero que se le ocurrió. Cuando salió del gran almacén de recuerdos, ya casi era la hora de cerrar y quedaban pocos coches en el aparcamiento. Tal y como habían acordado, Arne retiró su coche y se marchó a esperar a la hora acordada. Si hubieran dejado el coche en el aparcamiento la seguridad del centro comercial podría haber dado problemas. La noche anterior, el último coche, el del último guardia, se retiró a las once. Conectaría la alarma justo antes de irse, pero esta tardaría unos minutos en estar activa, el tiempo justo para que el guardia pudiera salir del edificio. Ese era el tiempo que tenían Rosalind y Matt para salir del conducto y volver al aparcamiento, donde, al estar al aire libre, no podían poner una alarma de movimiento, puesto que saltaría cada dos por tres debido a los pájaros que se posaban allí. A la misma hora que la noche anterior, Arne vio al último guardia salió del edificio. Habrían preferido tener más tiempo para calcularlo todo, como les había aconsejado Roger en el video, pero estando en medio de una guerra, con sus amigos luchando, ya había sido demasiado arriesgado esperar un día. Allí, en aquella azotea, mirando hacia su objetivo en el refugio de la noche, Rosalind fue consciente de que ya no había vuelta atrás, de que todo acabaría esa noche. Las armas ya estaban fuera de las bolsas, al igual que las cuerdas y los ganchos para llegar al edificio objetivo, la central de comunicaciones de Hatefiel. Aunque Rosalind y Matt no habían podido creerle cuando lo había dicho, Arne apareció en el tiempo previsto. Sólo había tardado cuatro minutos en escalar el edificio y llegar hasta la azotea. Había tenido que hacerlo por la cara trasera, que daba a un callejón, por lo que estaba oculta a la vista de la gente que caminaba por la calle.
- ¿Cómo rayos has hecho eso? – Preguntó Matt cuando Arne dio el último paso y saltó al interior del aparcamiento.
- Y tan rápido. – Añadió Rosalind.
- ¿Os lo cuanto o seguimos con la misión? – Dijo abriendo los brazos ampliamente y sonriendo. Entonces los tres dirigieron la mirada hacia el blanco. – Tenemos que crear y deslizarnos por la tirolina sin que nos vea nadie de la calle. ¿Cómo hacemos eso?
- No sé tú, amigo. Pero el resto del mundo no va mirando al cielo cuando pasea por la calle.
- El truco está en hacerlo rápido y en silencio. El resto lo hará la noche. – Aseguró Rosalind.
- ¿No voy a poder gritar de miedo mientras me lanzo? – Preguntó Arne divertido.
- No me vayas a decir ahora que tienes miedo a las alturas, tío. – Rio Matt.
- Un poco de seriedad, por favor. – Pidió Rosalind apretando los labios para no sonreír ella también, aunque no lo consiguió y Matt le guiñó un ojo mientras Arne cogía uno de los ganchos y apuntaba. – Esto Arne... ¿tienes experiencia con ese tipo de armas?
- Normalmente no voy allí a donde no puedo saltar por mí mismo. – Comentó como si eso fuera una respuesta. – Porque si no luego no sé si podré volver. – Eso era a lo que se arriesgaban entrando allí: a no poder volver. Pero si no volvían, al menos conseguirían que todo el mundo viera el video, fuera lo que fuera lo que contuviese este.
- Trae. – Matt le cogió el gancho y apuntó. Respiró profundamente antes de disparar y luego expulsó todo el aire de sus pulmones. A pesar de ser Hollywood, no era una zona muy transitada ya que la mayoría de los edificios de alrededor eran empresas en las que quedaba poca gente debido a la hora que era. Disparó y dio en el blanco a la primera. El ruido del gancho les hizo detenerse unos instantes. Si alguien se había dado cuenta, no tardaría en llamar la atención y entonces tendrían que huir. Pero, tras esperar unos largos segundos, nadie pareció haberlo oído o, si alguien lo hizo, lo ignoró y siguió su camino. Ataron el otro extremo y cuando estuvieron seguros, Rosalind fue la primera en saltar. La adrenalina hizo que quisiera gritar, no de miedo, como había bromeado Arne, sino de euforia, pero no era el momento, así que calló. Arne y Matt no tardaron en seguirla. Les fue fácil encontrar la entrada, pero tuvieron que romper con un taladro las bisagras del acceso, pues estaba cerrada por dentro. Arne se quedó vigilando la entrada que más tarde sería la salida, en pro de hacer la posible escapada más fácil. Lo más probable es que no hubiera nadie, o casi nadie, en las plantas superiores y sólo hubiera guardias en las bajas. Sin embargo, irían con cuidado de no encontrarse a nadie y evitar las cámaras hasta llegar a la planta 7, donde estaba la sala de control principal. Bajaron de la última planta sin incidencias, pues estaba completamente vacía y no parecía que se utilizara para nada. Peinaron entonces la siguiente planta, que era la octava. Maldijeron no tener un informático con ellos que les hiciera invisibles ante las cámaras. De nuevo se acordaron de una de sus estrellas caídas, el águila más brillante, un pesar que les acompañaría toda la vida. El silenciador de la pistola de Matt produjo un silbido cuando se encontraron con un guardia haciendo su ronda. No quería hacerlo, pero no podía poner en riesgo la misión y el taser no alcanzaba esa distancia. Entre eso y tener que esquivar al menos tres cámaras de seguridad, esa planta se les hizo lenta, tediosa y amarga. Una vez en la séptima planta, tan cerca de su objetivo, tuvieron la precaución de no perder los nervios y registrarla antes de entrar en la sala de control para no tener ningún percance después. Pero debían hacerlo rápido, porque no tardarían mucho en darse cuenta de que uno de los guardias no respondía al walkie. Localizaron otras dos cámaras, pero, por suerte, no encontraron a nadie vigilando esa planta. De repente aquello parecía inusualmente fácil. Entonces, Matt y Rosalind encontraron y entraron en la sala de control.