Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

EPÍLOGO: TODA HISTORIA TIENE UN FINAL RELATIVO

Quizá te extrañe que no haya hablado más sobre la guerra. ¿Cuál fue el número final de muertos y heridos? ¿Qué ciudad tuvo más fallecidos? ¿O cuál de los dos bandos fue el que más bajas tuvo? Pero es que, como ya he dicho, poco se aprende de la guerra y mucho menos de los datos numéricos. Además, ¿qué podría yo contaros de estas batallas? Pues no estuve presente en ninguna de ellas y sólo podría narrar lo que, con dolor, otros habrían podido contarme. Sé que sentiría que estaría siendo sumamente hipócrita hablando de una situación que ni si quiera puedo imaginar, como han hecho muchos otros escritores antes. Como bien sabes, yo estuve lejos de luchar en una batalla. Mi hermana mayor se encargó de que Lise y yo mantuviéramos la distancia. La historia que conozco de Rosalind empezó salvándome la vida y acabó dando su vida para salvar la de cientos, seguramente miles, de personas que habrían muerto si ella no hubiera conseguido detener la guerra de esa forma tan brusca y precoz. Por eso, he preferido no contar todo esto como si se tratase una sola historia de guerra, que se perdería junto a todas las demás guerras del mundo, llenas de datos, con números representando personas y daños materiales, sin poder reflejar el dolor que causan. Nada se aprende de eso. A ningún extraño le importa durante mucho tiempo que cien personas hayan muerto lejos de su casa. No podemos sentir el dolor de la perdida de la gente que no conocemos durante mucho tiempo. Es un mecanismo de defensa, de supervivencia, el ser humano no puede vivir acumulando tanto dolor, pero es importante que conozca, al menos, una pequeña parte de él. Por eso pensé que, si hacía que la gente conociera esta historia conociendo previamente a mi hermana, que fue quizá uno de los puntos de vista más globales y completos, la gente podría sentir algo del dolor que todos los suyos sufrimos en el momento de su muerte, y aun a día de hoy, y aprender de él. Si el dolor de una guerra se olvida de una generación a otra, este libro me sobrevivirá y su historia, su nombre, su recuerdo, sus ideales y su permanente sacrificio permanecerá imperecedero durante más tiempo que sus huesos. Creo, con este libro, un legado, el de Rosalind Elsie. Mis padres me pusieron el nombre de Franz en honor a un hombre cuyas obras fueron publicadas a título póstumo y muy pocos recuerdan el nombre del amigo que realmente las publicó, mi idea es hacer lo mismo. No escribo esto para que la gente me recuerde a mí, sino a mi hermana y sobre todo a sus ideales. Ella jamás pretendió que ningún libro mencionara su nombre, y puede que ningún libro de historia la mencione jamás, o puede que dentro de unos años, esto se considere un libro de historia. Pero no hizo nada de esto con la intención de que su nombre fuera recordado. Desde que nuestros padres murieron se mantuvo luchando por un ideal. Ni la gloria, ni la fama, ni la sangre, sino por la libertad. Por esa razón, yo no sólo lo escribo para dejar constancia de su existencia, sino porque creo que es importante que la gente conozca su lucha. He recopilado toda la información que he podido sobre mi hermana y su gente para escribir esta historia. Preguntando, escuchando historias y abriendo heridas. Incluso llegando hasta personas a las que jamás creí que me atreviera a buscar, pero que eran esenciales para contarlo todo con la mayor veracidad posible. Hay miles de millones de versiones para esta historia, una por cada persona del mundo. A veces, pienso que sería mejor escribir esta misma historia desde el punto de vista de alguien que tuviera un final completamente feliz, pero mi propósito se vería truncado. Me abruma pensar que con este libro mi objetivo es únicamente crear dolor. A veces lo creo y yo mismo pierdo la esperanza y rompo a llorar mientras escribo. Pero ese no es mi objetivo realmente, mi verdadero sueño sería que quien lea esto, pueda aprender de nuestro dolor. Y quizá alguien, con una decisión importante que tomar, lea algún día este libro y no verá a las personas sólo como a un números, sino que sentirá el dolor que su muerte provoca y se pensara dos veces eso de iniciar una guerra por dinero o poder. Ese es mi sueño. Un sueño imposible, pensarás, pero soñar es lo que nos hace luchar. Para una niña huérfana que tuvo que dejar a sus hermanos con personas a las que no conocía, presentarse ante Hatefiel y derribar su imperio, era un sueño. Pero luchó por él, y se juntó con personas que tenían su mismo sueño y le ayudaron a cumplirlo. No todos sobrevivieron, y aun hoy, estando en tiempo de transición, no puedo confirmar que su muerte no haya servido para todo lo que querríamos, pero, sin duda, ha sido un gran paso hacia adelante.

Al principio, la gente tenía miedo de moverse demasiado, como si en cualquier momento pudiera estallar una bomba. Era la primera vez que el mundo, casi al completo, se quedaba huérfano de líderes. Toda la humanidad se hacía la misma pregunta, ¿y ahora qué hacemos? Según han ido pasando los días, la gente, aunque aún algo confusa y con el cerebro adormecido, empieza a pensar por sí misma. No soy el primero en decir esta verdad: "Quien controla los medios de comunicación, controla las mentes." Hatefiel lo sabía y supo utilizarlo para adquirir un poder total, de forma que todo el mundo le apoyó incondicionalmente. Ahora, la gente tenía miedo de creer en lo que otros decían por televisión o cualquier otro medio que, tras un periodo de silencio, se convirtieron en un cúmulo de opiniones diversas. Después de tanto tiempo de represión, la gente empieza a criticar, a quejarse. Eso me da esperanza. Pero queda tanto por arreglar, y sin un líder a quien seguir, la gente tiene miedo de avanzar sola, como un niño que se suelta de la mano de su padre y permanece quieto, mirando alrededor esperando a que alguien le enseñe el camino. Por ahora, sólo lloran, pero pronto se darán cuenta de que el mundo está repleto de niños perdidos, y que juntos pueden llegar a buen puerto. Hay quienes ruegan que los líderes del CES, o incluso los de "La Capital", les dirijan. He hablado con Erik y con Ian sobre eso, pues yo también pensaba que serían buenos nuevos líderes, y ambos estuvieron de acuerdo en que no debería gobernar alguien que albergara tanto odio y rencor, y que el mundo es demasiado grande, lleno de personas que aún no saben qué tan distintas son, que proclamar un solo líder único y omnipotente sería una locura. Mientras escribo esto veo a gente unirse, amigos forman nuevas maneras de pensar y de vivir. Las imprentas están hasta arriba, buscando y difundiendo libros olvidados. Es mi ámbito así que colaboro mucho en este proyecto, dándole a la gente todos los puntos de vista que puedo encontrar. Incluido el libro que nos dejaron nuestros padres, que volvimos a juntar, que tanto significa para nosotros y que está lleno de cultura y conocimientos. Hemos sacado a la luz todas las obras de arte, libros, discos y demás cosas que fueron escondidas por mis padres y otros aliados. Ciertas cosas con las que yo mismo me siento incómodo a veces, no las comprendo y me producen cierta repelencia, por un doloroso arraigo de intolerancia formado por una vida entera de tener que pasar desapercibido para sobrevivir. Yo también estoy aprendiendo. Todos estamos aprendiendo. A vivir de forma distinta, a vivir de nuevo.




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