Estrellas Fugaces

Estrella Doce

Situación: Amor prohibido.

Personajes: Kaminari Denki/Chargebolt, Uraraka Ochako/Uravity y Sero Hanta/Cellophane.

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Nunca antes ninguna chica le hizo temblar, como Uraraka Ochako lo hacía.

Su voz dulce y aguda, con sólo escucharla comenzaba a sonreír, y de repente su día se volvía más alegre. Porque esa chica le agradaba mucho. Era simpática, a diferencia de las demás, Uraraka se llevaba bastante bien con los chicos y todos de sentían cómodos con ella. Incluso la invitaban a divertirse con ellos jugando videojuegos o para hacer alguna locura que seguramente terminaría mal.

Sus mejillas rosadas que adornaban su rostro, eran tan grandes que le hacía lucir la cara un poco redonda, y entonces quería morderlas sólo con los labios. En las pocas veces que había tenido la oportunidad de masajearlas con las yemas de los dedos, Sero había comprobado que eran incluso más suaves de lo que parecían.

Aún recordaba la primera vez, en que  al rozar sus manos su corazón se volvió loco, y sintió cosquillas en la nuca. Entonces ambos se voltearon a ver y rieron un poco, y la risa de ella se escuchaba más linda que todas las anteriores, tal vez porque estaba dirigida a él. Y el tiempo pasó, y sin darse cuenta, sus ojos sólo la buscaban a ella. Y los pensamientos dejaron de tener sentido, pues siempre eran copados por el rostro de ella. Y en su corazón, las cosas ardían de pasión al experimentar saltos con sólo saber algo de Uraraka Ochako.

Y Sero tenía ganas de hablar con alguien de ello, quería decirle a alguien lo mucho que le gustaba, lo mucho que se había enamorado, lo mucho que la amaba. Y a veces, se convencía a sí mismo de confesarle sus sentimientos, pues sabía que sería rechazado, pero aún así quería decirle, necesitaba decirle que se había enamorado de ella. Y entonces, la vida le daba una bofetada para que reaccionara, y aparecía Kaminari Denki.

Y entonces, Denki la tomaba de la mano, y entonces Denki la abrazaba, y entonces Denki mordía con sólo los labios sus mejillas, delineaba con las yemas de los dedos el puente de su pequeña nariz, y entonces le besaba los labios. Entonces, entonces Sero caía en cuenta de que se había enamorado de la novia de uno de sus mejores amigos.

Entonces Sero se callaba y devolvía aquella determinación al interior de su cabeza, o a dónde fuera que había aparecido, y la custodiaba en una jaula impenetrable y lanzaba lejos la llave. Sus sentimientos tampoco desaparecían, sólo se volvían aún más fuertes cada segundo que estaba con ella, cada segundo que pensaba en ella, pero no podía evitarlo, estaba ebrio de un amor prohibido.

Y entonces Sero se volteaba en cuanto ellos estaban juntos, pues no soportaba verlos de esa forma, y entonces dolía. Dolían las noches en las que se develaba, mientras su mente le torturaba con el rostro de su amada, y dolían los momentos en que Denki le hablaba de su novia, dolía cada consejo que le daba, dolía su propio silencio, pero el silencio le salvaba de perder a dos de las personas más importantes para él.

Era algo que debía soportar para que el mundo que con tanto esfuerzo había edificado, no se derrumbara en un segundo, por un error que podía evitar. Podría decirse que eso era a lo que temía. Pero ese estulto corazón no podía dejar de amar a Ochako con tanta intensidad, y a su vez, no podía dejar de apreciar tanto a Denki. No podía evitar desear que ambos siguieran a su lado, y no podía evitar temer a dar un traspié y perderlos para siempre.

No, no podía dejar de sentir. Sentía culpa de haber caído en el deseo de un amor prohibido, pero él jamás había pedido semejante tortura. No, nunca pidió enamorarse de ella. No, nunca deseó verla con otros ojos. No, nunca quiso sentir que su cuerpo dejaba de ser suyo cuando la veía. No, no tenía la culpa de nada. Pero él no podía dejar de pensar de que las cosas así eran.

Y entonces Sero calló. Juntó sus labios y tragó sus palabras. Sonrió como siempre, y amarró fuertemente sus impulsos. Y fue él mismo, y buscó desesperadamente ocultar todos los problemas que se habían agolpado en su vida. Y siguió siendo tan sano como era, mientas se esforzaba por buscar la medicina para lo enfermo que lo ponía su situación.

No, Sero jamás había previsto el foso en el había caído. No obstante, iba a salir por su propia cuenta. No quería pedir ayuda y lastimar a aquel que asomara la cabeza hacia adentro.

 



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Editado: 23.12.2020

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